Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este contacto, Gonza adelanta una meganota de próxima publicación y Matías deja de cipayearla por un rato.
Poison River: Pasión y calor latino
Por Gonzalo Ruiz
Esto que van a leer ahora es un adelanto remozado (y adaptado) de una meganota que estamos haciendo (junto a Andrés Accorsi y Gregorio Guerrero) sobre Love and Rockets para el octavo número de la Comiqueando Digital, próxima a salir. Lo comparto por dos motivos tan poderosos como reales: porque me impactó tanto esta historia ubicada dentro de esa saga conocida como Palomar, y siendo que acá hice un “diario de lectura” con Locas (la otra saga de la mítica antología), quería dejar una huella de la obra de Gilbert Hernandez. Por supuesto que no habrá diario de lectura acá, pero quería, a modo de “trailer” y de “recomendación”, dejar algunas de las miles de palabras que escribí.
El segundo motivo es que no estoy leyendo un choto salvo esto.
Si Jaime nos mostró un mundo de relaciones humanas con adolescentes chicanas amantes del punk que estaban a la deriva y buscaban su lugar en el mundo de una forma casi anárquica, Gilbert peló otra cosa distinta, totalmente opuesta. Su contraposición a esas historias con una tónica “slice of life” fue (y es) un mundo mágico, irreal, detenido en el tiempo, con partes tan fantásticas como sórdidas, ubicado de forma ficticia en Centroamérica. Bienvenidos a Palomar, donde las babosas son un manjar, donde hacen una sopa que te puede sanar los males de amores y donde domina una mujer armada con dos tetas descomunales y un martillo. Por supuesto, hablo de Luba, uno de los personajes más relevantes de los últimos 40 años de historieta norteamericana.
Por si no bastaba revolucionar la historieta norteamericana independiente con “Human Diastrophism”1, Beto hace otra historia extensa que también se llevaría premios y reconocimientos espectaculares, una donde nos cuenta toda la vida de Luba, desde su nacimiento hasta su llegada a Palomar. Otro tour de force emotivo llamado “Poison River”, una historia “sobre hombres”: “Si, trata de Luba, su madre y su relación, pero es en realidad sobre los hombres y cómo ven a las mujeres.” Maria vivía como una reina hasta que su marido se entera que ella lo cuerneaba con un bracero mexicano llamado Eduardo y los echa a ambos de su mansión. De la noche a la mañana, la gran matriarca que podía romper una nuez con su estómago pierde su estilo de vida y Luba ya nace bajo un mal signo, donde su cruz son las figuras masculinas que rodean su vida: amantes, amigos, familia.
Esto es extremo de verdad. Acá Beto combina todo lo que mostró en las historias antes mencionadas: hay culebrón, thriller, política, sexo, mafia, libertinaje… todo encima con una narración hiperágil. Como si fuera una película, la historia está contada con elipsis, todo es una escena corta donde saltamos de un escenario a otro. Y encima con un nivel altísimo de diálogos y de nuevos personajes, y así entran 20 años en 190 páginas con un nivel demente de coherencia.
Se entiende muchísimo más a Luba al espiar en su vida. María demuestra la misma libertad que tiene nuestra heroína, sus ganas de no quedar atada a nada, lo que desemboca en que abandone a su primera hija a su suerte. A Eduardo lo echa su mujer después de caer en la cuenta del engaño, y así padre e hija se largan a la gran ciudad para limosnear. El destino final es Hilda, su hermana que vive con su hija Ofelia. Son los años 60, épocas donde Centroamérica convulsionaba por la revolución guevarista y cubana, y Ofelia representa a esa juventud militante y terca, de pocas palabras amables y mucha fiereza. En el medio, invasores yanquis buscaban aniquilar a la subversión como sea, y en medio de todo eso, Luba comienza a crecer bajo el ala castradora de su tía Hilda.
Esa prisión acabaría a sus 18 años cuando se casa con Peter Río, percusionista de una banda latina llamada Los Fritos, un homosexual reprimido cuya parafilia consistía en los vientres femeninos pero que se enamora de las curvas sugerentes de la adolescente. A partir de acá, Río se convierte en protagonista. Y pasa a escena toda una trama sobre mafias que intentan colaborar con el gobierno yanqui para aniquilar a los revolucionarios centroamericanos donde se ven involucrados una cantidad enorme de personajes. De la noche a la mañana, Luba pasa de la miseria al lujo, pero empieza a mostrarse incómoda. No es suyo el rol de la esposa trofeo que acompaña en silencio a su marido. Tampoco ayuda el hecho de descubrir el superpoder seductor que encierra su cuerpo. Comienza a formarse un personaje de armas tomar.
Si bien todo esto no tiene que ver mucho con Luba, más allá de que su marido se ve envuelto en situaciones densas y ella es acosada (y violada) por agentes de la ley, es una muestra no solo de la amplitud de temas que se tocan en todo Love and Rockets (a saber: pobreza, familia, sexualidad), sino también es un ejercicio de desarrollo de personajes. De vuelta: todo el arco de Luba en estos primeros 50 números cobra mayor sentido al leer “Poison River”, su actitud frente a sus hijas y su relación con Ofelia se explican a la perfección. A la par de Peter crece la figura de su padre, Fermín, que llegó a tener un amorío con María, generándose de golpe un patrón extraño donde dos generaciones de una familia se enamoran de unas dos generaciones de otra familia, donde encima, de mayor, Fermín se encarga de ser la figura paterna que Luba necesitaba, sin que ella sepa que fue amante de su mamá, la que solo conoció en fotos. Sí, Beto pela una chapa de culebrón magnífica.
Y es con este momento de la serie que mucha gente opinaba que Beto era un gran guionista pero un mal dibujante y Jaime viceversa. Es entendible con el diario del lunes, pero visto hoy esa afirmación es errónea a medias. A Jaime le interesa contar las cosas de una forma más lineal, relajada, y sí, es un prodigio del lápiz y la tinta. Y Beto podrá ser limitado en cuánto al dibujo, pero a mi entender, su “declive” vino mucho después. ¿Es un dibujante más adusto? Totalmente, pero cuida los detalles, se encarga de que su dibujo tenga movimiento y no sea estático, y en esos momentos donde la acción salta de un lugar a otro, su narrativa es lo suficientemente ágil como para que la lectura fluya.
La complejidad que encierra “Poison River” es apabullante, sobre todo porque nada queda librado a la interpretación ajena. En un momento de la trama, sucede un acto de violencia sexual muy traumático, perpetrado por campesinos/asesinos de guerrilleros. Más adelante descubrimos que esa gente tenía una relación con Peter Río cuando era gánster. Todo tiene que ver con todo y no hay tal cosa como un cabo suelto. Nuevamente Beto apuesta a ir a cada rato hacia atrás y adelante en el tiempo, siempre en el margen de los años 50 y principios de los 70. Este nivel de capas hace que la historia pueda ser autoconclusiva y leída de forma aparte, más allá de las muchas implicancias que tiene con el eje central de la saga de Palomar. Digamos, funciona como un punto de partida ideal para conocer el universo de Gilbert dentro de Love and Rockets, también como una novela gráfica aparte y para entender de formalidades en la historieta. Con el diario del lunes del 2023, tenemos en nuestras manos una obra difícil, densa, pero que después de ser atravesada se revela como una obra maestra. En su momento cosechó tantas críticas positivas como quejas de los lectores que se perdían en cada parte de la serialización.
Estas últimas críticas fueron las que llevaron a los Bros. a dejar de publicar Love and Rockets. Es momento de barajar y dar de nuevo. Pero para eso, van a tener que comprar la Comiqueando Digital número 8.
“Retrato de un trompetista” de Matías de Vincenzo
Por Matías Mir
Hace algunos años leí Impar3s, una novela gráfica larguísima, a color, autoeditada en tapa dura (una salvajada absoluta), y cuando la terminé pensé “no entendí una mierda”. Lo loco es que, en lugar de hacer lo más natural y dejarla en la mesa, lo que me dieron fueron muchas ganas de leerla de nuevo, ahí, inmediatamente. Y en esa segunda lectura consecutiva, de pronto, algo hizo click y todo tuvo sentido. Matías de Vincenzo no era un ladri, claramente, sino un historietista muy inteligente, y había armado un acertijo en forma de historieta que te daban ganas de resolver con las sucesivas lecturas. Y cuando, este año, me senté a leer su nueva obra autoeditada, Retrato de un trompetista, no me iba a agarrar desprevenido.
La experiencia fue similar, sino más condensada. Un libro como si fuera un disco, capítulos como si fueran canciones. La púa salta cada tres o cuatro páginas y cambia por completo la perspectiva, se desplaza en el tiempo, cuestiona lo que mostró antes. Sesenta páginas es un espacio muy reducido para jugarla de vanguardista, pero De Vincenzo la tiene ya muy clara y arma un libro en el que no sobra un diálogo ni huye una viñeta. Tiene la historia y la narrativa muy atadas y no se le escapa nada.
Hay aliens acá, por cierto. O no los hay. Es una picardía contar el truco, pero la descripción más segura es que el libro de De Vincenzo cuenta la historia de un trompetista entrado en años que, en su obsesión por la ufología, termina recibiendo mensajes cósmicos que le dicen “cortá con todo, dejá todas tus posesiones y sobreviví solo con tu música”. Va de acá para allá mientras que, curiosamente, no es bien recibido en ningún lugar de la ciudad. A medida que avanza la trama, vamos entendiendo más de su vida, de cómo se construye un tipo así y de cómo termina como termina. Hay un elemento de suspenso muy pesado en todo el libro, de una tragedia que se omite pero en su silencio termina siendo más llamativa que las secuencias mundanas que leemos. De Vincenzo traza un contorno en negativo que tiene más peso que si lo rellenara.
Por supuesto, puede hacer todo eso porque la tiene muy clara en lo gráfico. Retrato de un trompetista es una historieta con un estilo muy propio, muy detallada y directa, a veces hasta morbosa, alejada de las secuencias experimentales abstractas que hacían a Impar3s. Está buenísima, es de una lectura muy ligera, y justamente en esa fluidez te engaña en la ilusión de una lectura literal y lineal.
No es el caso. Retrato de un trompetista es un rompecabezas narrativo de bolsillo; bien dibujado y bien editado. No me pregunten cómo conseguirlo porque yo lo compré en la mítica carpa de fanzines de la CBB, pero si le consultan al autor, seguro está más que contento de encauzarlos23. No será en vano.
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Como si esto fuera poco, ya está a la venta el libro que recopila lo mejor de nuestro primer año en la web. Editó Rabdomantes Ediciones y se consigue a través de la editorial o en comiquerías especializadas.
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¡Nos leemos!
Una de las “novelas gráficas”, si se quiere, serializadas en Love and Rockets. Una historia de terror/thriller/realismo mágico más impactantes que hay.
NdG (Nota de Gonza): en Fábrica de Historietas, templo de la historieta argentina, se consigue.
Y no se pierdan su actual thriller junto al guionista Rodrigo Canessa: Efecto Malena. Sale exclusivo digital y se consigue por los amigos de Deriva.