Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Matías recomienda tres webcómics piolas y Gonza se mete con “la polémica” de hace unas semanas.
Tres webcómics copados
Por Matías Mir
Exactamente lo que dice el título: tres webcomics copados. Dos son de Argentina, uno no. Los tres están buenísimos.
Petal Land de Touroro
A Touroro lo conocí en una Dibujadxs donde tenía una discreta mesita con un par de fanzines y mucho arte a la venta. Me acuerdo que pensé “qué buen arte, la puta madre, encima vende comisiones, seguro valen un montón” y cuando le pregunté el precio eran la cosa más accesible del mundo. Y no era que te hacía un garabato rápido y te lo daba en el momento. No, se tomaba todo el tiempo del mundo para que lo que le pagaras quedara bien detallado y te gustara. En esa feria le compré dos dibujos1 y después le compré una comisión digital más que imprimí y colgué en mi cuarto. Su laburo me parece fascinante, y por eso mismo no puedo no recomendar acá su laburo actual.
Petal Land es una historieta que funciona desde la estética para adentro. Entra primero por los ojos y después ves bien qué pasa, como en todo lo que produce su autor. Plantea un universo de personas que a la vez son plantas y juega con esa anatomía donde no quedan claros los límites entre lo animal y lo vegetal. También es un drama íntimo y escolar sobre discriminación y autoaceptación, y se presenta en formato webtoon, estética shoujo y hermosos colores pasteles. Se puede leer acá y pueden ver las redes de Touroro acá.
Urban Scissors de José Miranda
Este me gusta quizá por las razones opuestas al anterior. Urban Scissors es la grasa fanzinera en blanco y negro elevada al millón. Es manteles manchados de birra en una mesa en un galpón al que no fue nadie excepto otros dibujantes y te chupa un huevo. Es la Catzole, Sin City y el Animal Urbano cagándose a palos. Joso acá dibuja unas páginas que querés tener en formato prestige para quedarte viendo como un boludo, y encima se puede leer una por semana y gratis en Hora 4, el suplemento semanal de historietas de Zinerama (y acá todo junto).
Urban Scissors se trata sobre la guerra entre unos peluqueros de barrio contra los tipos que tiran las cartas en la calle. Es una aventura ridícula llena de peleas en villas, puertos abandonados y trenes públicos que no para ni un segundo. Las páginas están cargadísimas de dibujos y chistes en el fondo, referencias al mundo fanzinero, al animé, al cómic americano y al coronavirus (?). Es una explosión de tinta que me hace cagarme de risa en voz alta y pensar “qué hijo de puta” con cada vuelta que mete. Encima, la cosa parece estar cerrando dentro de poco, así que yo que ustedes me pongo a día (?).
On a Sunbeam de Tillie Walden
Ya reseñé una vez esta historieta así que no quiero explayarme mucho, pero quería resaltarla porque siempre me parece una locura que esta megahistorieta de 500 páginas de una autora ganadora del Eisner que se puede comprar por quién sabe cuántos euros en dos libros de La Cúpula o en un tomazo yanki fue originalmente un webcomic que SIGUE ACTIVO y que cualquiera puede ir a leer en cualquier momento, como yo, que lo leí y apenas lo terminé abrí bookdepository en la pestaña de al lado.
On a Sunbeam es una historieta de ciencia ficción pero planteada por alguien a quien no le gusta la ciencia ficción. Walden repiensa el género, arma su propio futuro en el que la estética dominante no es Silicon Valley sino lo orgánico, lo natural. Como las plantas que crecen en las grietas del asfalto, el espacio expulsa la tecnología iluminada y minimalista y llena los espacios con plantas, con un espacio que parece océano, con naves que son peces, con atardeceres perpetuos y desiertos vacíos. Es una historia que se cuenta en dos tiempos en paralelo y está llena de momentos increíbles. Es una de esas historietas que te hacen decir “cierto que a mí me gustaba la historieta”.
El arte del robo: probables (y subjetivas) ideas sobre cómo diferenciar robo, plagio o inspiración… si que las hay.
Por Gonzalo Ruiz
“Un buen compositor no copia, roba” dicen que dijo Ígor Stravinski, uno de los compositores rusos más importantes para entender la música contemporánea generada a inicios del siglo XX (para que vean que no solo educamos con historietas, háganse un mimo y escuchen esto). Cuestión que mucho se habló de robo en las últimas semanas a raíz de unos cuadros expuestos en el Museo Evita. No voy a meterme en esa discusión, sobre todo cuando me enteré que el acto de develar el plagio vino más de la mano de un resentimiento político que por un acto de amor propio por el arte… pero aun así me dieron ganas de hablar aunque sea un ratito de esto.
Porque en el cómic, como me dijo Mati cuando le comenté mis reparos sobre esto en privado, la cosa del “robo/plagio/inspiración” pasa mucho por una cuestión moral. A ver: en el terreno de la música es fácil comprobar un plagio, hasta hay delimitaciones definidas por la ley para que la acusación, en instancias judiciales, pueda ser un hecho, cierta cantidad de compases similares entre canciones alcanza para dar por hecho el delito. ¿Pero en el dibujo? Es más complicada, por más que existan casos donde uno pone una viñeta al lado de otra y todo se hace recontra evidente.
Pero claro, el artista ahí puede jugar la carta de la “inspiración” y escudarse ahí, con esto me refiero a lo “moral”, a cómo uno se hace cargo de si roba o no. Y es acá donde las cosas se ponen ríspidas, porque son varios los artistas que se hacen cargo del hecho delictivo bajo el pretexto “no, José Muñoz es mi ídolo”.
¿En qué momento puede uno sentarse a decidir qué es plagio y qué es inspiración? Porque, además, si hay algo que tiene el arte gráfico en general es que el tiempo va y viene constantemente. Para dar un ejemplo:
Están, en orden de aparición: Fontanarrosa a principios de los 70, Miller en el 86 y Yusaku Hanakuma en el 99. Ahora, dudo muchísimo que un mangaka under haya llegado al mítico Negro en algún momento y con Miller un poquito me permito dudar, sabiendo que el quía investigó. Sabe quiénes son Breccia o Pratt (que si seguimos tirando nexos, el Negro confesó muchas veces haberle choreado algunas cosas al tano). Pero si se fijan, son meros detalles, nomás, los que componen en cierta forma el “plagio”. Y de hecho, citando un meme (?), esta ni siquiera es la forma definitiva de dibujo del rosarino, que se estilizaría todavía más con el correr de sus años con Inodoro Pereyra. Del dibujante yanqui podemos decir lo mismo incluso, que también se encargó de mutar su estilo, e incluso, si uno se pone minucioso, tranquilamente algunas cosas estéticas del Dark Knight Returns le pertecen un poco al entintador de la obra, Klaus Janson (y si no me creen, busquen sus dibujos).
Pero claro, estos detalles, repito, solo sirven para reforzar que el arte es, en su mayoría de las veces, un ejercicio cíclico, donde ciertas técnicas o estilos se reutilizan, se vuelven “populares”, por decir un término, y así. Muy distinto es, quizá, lo que podemos decir de uno de los plagiadores seriales más bancados. Por supuesto: Keith Giffen.
Es increíble lo que chorea este muchacho, y encima hay que reconocerle: ¡chorea bien! Kirby, Jim Starlin, el obvio y mediático2 afano a Muñoz, Kevin Maguire… pero ahora bien, de alguna manera logró algo que capaz podríamos decir que es imposible, pero como Giffen es un genio, pudo: tener, pese a esto, un estilo propio. Mutante, sí, pero propio en cierta manera. Porque afanarle a Muñoz es utilizar claroscuro todo el tiempo, dibujar esas líneas pesadas y gruesas, caras cuyas arrugas generan una expresión única… pero Keith hace siempre una o dos de más en cada uno de sus choreos, o incluso los mixturiza (su Legion 5YL es un amalgama casi improbable entre nuestro ídolo criollo y Maguire, dos dibujantes que si los pones pegados no tienen nada que hacer, pero aun así la cruza es completamente orgánica).
Así y todo, y por más que en la ya a esta altura mítica (y por los motivos equivocados) “Chigger and the Man” de la Taboo #1 sea casi imposible defender a Giffen… me cuesta verlo como un plagiador, al margen de viñetas calcadas con una Xerox (Giffen sic) por la justificación que le encontré desde que noté eso obvio que todo el mundo dice.
Plagio, robo, inspiración… la realidad es que son palabras bastante fuertes y, por supuesto, difíciles de justificar a veces. ¿Cómo se determina sino es por lo moral, tal como venimos diciendo desde el principio de mi texto? ¿Que el artista haga mea culpa lo limpia de pecados? ¿Sirve de algo, en definitiva? Capaz, bueno, uno puede justificar a algunos simplemente por fanatismo, pero también, en cierta objetividad algunas cosas saltan a la luz. El chiste en el “momento Xerox” pasa por “camaleonizar” el choreo, meterlo sin que parezca forzado en un lenguaje distinto, hacer propio eso que viste en alguien antes que vos.
Aunque sí, si te afanas una viñeta sos medio un hijo de puta. Ahí no te salva ni Dios.
Perdón, Keith, pero te lo tenía que decir algún día.
Y eso es todo por esta semana. Si te interesa recibir todos los sábados el newsletter, podés suscribirte con el botón de abajo. Además, todos los mails anteriores pueden leerse en el archivo.
Y si querés hacer un comentario en la versión subida a Substack, podés hacerlo con siguiente botón:
Y también podés seguirnos en nuestras redes sociales como @gonmruiz y @matiasfmir (en Instagram y Twitter). ¡Nos leemos!
¡Miren lo que está este Josuke!
Mediático nivel: Giffen comiéndose un escrache en un número de la Comic Journal de febrero del 86. La pasó un toque como el culo porque ENCIMA se hizo cargo en joda en Son of Ambush Bug… y a los dos años metió el plagio definitivo de la Taboo #1. Y un toque se comió unas cuantas puteadas y una divertídisima gastada en la historia de Alack Sinner “Por unos dibujos…”, donde pasó a llamarse K. K. Kitten.