Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, y mientras Mati descansa, Gonza se despacha con una inquietud lectora.
Breve e injusto ensayo sobre cómo la ansiedad, a veces, me rompe las pelotas al leer historietas.
Por Gonzalo Ruiz
Hoy tranquilamente podría escribir la quinta entrega de la meganota eventual sobre Love and Rockets… pero últimamente noto que es sobre lo que más escribo acá (lo cual es mentira porque meché otro tipo de lecturas, aunque algo de verdad hay por el simple hecho de ser una serie larga que pretendo cubrir hasta la actualidad), y esa sensación me dejó pensando.
Por la naturaleza de este trabajo, a veces toca enfrascarme en lecturas que ocupan parte del tiempo que le dedico al ocio. Por ejemplo, siempre tengo al menos una o dos semanas para leer las antologías que reseño mes a mes en Comiqueando (ahora interrumpidas porque algo va a pasar pronto). En paralelo, me puse como “obligación” estar al día con Love and Rockets, donde sí, hay algo de gusto con lo que leo pero el peso de la “obligación” es algo fuerte, más allá de escribir sobre esto. Y con esto quiero empezar a hablar.
Uno no está obligado a hacer ciertas cosas. Es algo que tuve en cuenta varias veces cuando sentía una (falsa) presión por no leer ciertas cosas que “hay que leer sí o sí”, como por ejemplo el Cuarto Mundo kirbyano (que por supuesto leí, pero a diferencia de casi todos, no me gustó/conmovió en absoluto). Sigo con este ejemplo: puedo fundamentar, siempre esgrimiendo la carta de la “subjetividad”, por qué no me gusta la grandilocuente saga del Rey en DC, pero el problema más grande radica en la presión que uno tiene de antemano. Es decir, cualquier lector de cómics que le preguntes sobre el Cuarto Mundo te va a decir que es lo mejor de la vida, que es puro noveno arte y cosas similares, y uno que está virgen de esas historias ya va con la manija por las nubes. Lo cual puede generar dos caminos muy extremos: el total y puro cebamiento amoroso por Kirby o sentir que a uno le vendieron pescado podrido. La presión de la lectura hace que las opiniones se extremen fuerte, o al menos es lo que me sucede. También nos podemos sentir mal con nosotros mismos, pensar que tenemos algo mal si no nos gusta algo que está aceptado socialmente como una Octava Maravilla.
Ahora, otra cuestión jodida con respecto a la lectura obligatoria, más centrada en lo que me pasa al momento de “laburar”. De momento nadie me pidió que haga una nota sobre algo, todo lo que escribí hasta el momento fue por decisión y voluntad propia, incluso cuando algunas propuestas implican leer cosas que había leído incompletas o directamente no conocía pero que me interesaba indagar (el ejemplo más claro son las sagas de notas sobre los magazines marvelitas y el actual pseudo-relevo de antologías autorales). Por supuesto que para hacer las notas no basta solo con leer las cosas, sino páginas de internet con entrevistas, comentarios, opiniones… en fin, la búsqueda básica pero exhaustiva que uno realiza para hacer una nota lo más completa posible. Todo esto consume, además de mucho tiempo, mucha energía. A míme genera un cierto agotamiento que me hace no querer ni pensar en cómics al momento de decir “listo, terminé mi nota”. Necesito un respiro que encuentro en un libro de texto o directamente en la nada misma, en vaciar la mente y no someterla a ningún estímulo.
Otra cosa más, las notas de varias partes implican leer lo mismo una y otra y otra y otra y otra vez, así hasta que el tema queda totalmente finiquitado, como la nota de los magazines. No digo que estuve todo ese año leyendo solamente Marvel setentoso, pero sí bastante. Lo suficiente como para que las “lecturas pendientes” queden más tiempo en stand by. Aunque ,bueno, esto también habla de mi particularidad como lector. Suelo ser algo olvidadizo, por ende la idea de la lectura paralela me resulta contraproducente. Y otra “otra cosa más”: el año pasado, el desafío de la Comicu Digital implicó como condición no excluyente hacer notas bien extensas, sin dejar nada afuera. Recuerdo un mes del año pasado donde solo había leído mangas de Tezuka.
Uno en esta posición, la de divulgador, tiene que hacer concesiones. Claro que, insisto, hasta ahora no tuve una bajada de línea sobre qué hablar, pero aún así hay un ejercicio de elección, de pensar las prioridades. Y algo que me fui dando cuenta con el tiempo, mientras aumentaba mi cantidad de notas, es que no todo material de lectura es viable para una nota larga1 ni todas las obras resisten un análisis. Un poco como ejercicio de pensamiento y escritura, le pedí a Andrés revivir el concepto de Papa Fina para Comicu, como un lugar que además de funcionar como un “querido diario, hoy leí esto”, es también una forma sortear esa intención de historieta canónica, si se quiere, que se genera al hablar exhaustivamente sobre obras o artistas muy puntuales. Papa Fina me permite tener un abanico, a veces, más amplio.
También es una suerte de desafío personal, no solo vinculado a la escritura, sino también para observar cómo funciona mi lectura paralela al trabajo, si pese a tener mucho por escribir, de todas maneras puedo leer al menos unos cinco o seis libros más. Y yo no sé si esto es un indicio de padecer ansiedad comiquera. De por sí ya tengo ansiedad (diagnosticada, no una exageración/meme), una condición que a veces afecta el normal funcionamiento de las cosas. Y bueno, la historieta tiene un arrastre por culpa de esta sensación. ¿No será una exageración absoluta esto de andar controlando qué o cuánto leo? ¿Por qué esa necesidad de apurar algunas lecturas, como si el tiempo fuera a acabarse pronto? Ahí es donde también el problema me explota en la cara y me abruma la cantidad de cosas por hacer/leer/disfrutar y me hace pensar en la primera pregunta que hago al comienzo del texto, si no estaré leyendo demasiado de un cómic y menos de otros.
También, parte de ese shock de ansiedad se ve reflejado en mi biblioteca, donde hay cómics que no me interesaba leer pero que terminé comprando por “presión”, porque había que hacerlo y capaz, viéndolas con algo de distancia, no dialogan con mi sensibilidad comiquera. Una sensibilidad que, vale decir, se trabajó y trabaja con el correr de los años y las diversas lecturas.
No sé a qué voy con mucho de lo que digo, incluso no se si incluso este espacio es idóneo para este tipo de planteos, pero también me sirve para tomar distancia de algunas cosas que involucran a este lindo espacio y que pronto serán debidamente informadas. Al final del día, mucho pensar en historietas me termina hinchando las pelotas.
Dicho todo esto, esta distancia durará solo quince días, interrumpida por la quinta entrega de la mega-nota eventual sobre Love and Rockets. Porque bueno, la cabeza me pide vacaciones comiqueras, pero siempre es para volver con más ganas.
Y eso es todo por hoy. Si te interesa recibir todos los sábados el newsletter, podés suscribirte con el botón de abajo. Además, todas las entregas anteriores pueden leerse en el archivo.
Y si querés hacer un comentario en la versión subida a Substack, podés hacerlo con siguiente botón:
Y también podés seguirnos en nuestras redes sociales. Por un lado está el Instagram del newsletter (@oficioalmedio) y por el otro, las cuentas personales: @gonmruiz y @matiasfmir (en Instagram y Twitter). ¡Nos leemos!
Hablemos de cifras: Andrés me pide para la Comicu Online un mínimo de 6000 caracteres, un número que trato de convertirlo en un standard para mi parte en el newsletter. Y esto no me parece ni una nota larga o corta, sino una “medida adecuada para todo”.