Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Matías se rinde y da su opinión sobre Doomsday Clock, monopolizando todo el espacio de esta semana. ¡La próxima entrega le toca a Gonza!
Ya fue, hablemos de Doomsday Clock
Por Matías Mir
En un acto completamente inédito en la historia del Internet, voy a arriesgarme y hacer algo jamás hecho hasta el momento: dar mi opinión sobre Doomsday Clock, la miniserie de Geoff Johns y Gary Frank publicada entre 2017 y 2019 por DC. Sí, ya sé, pero tuve la oportunidad de releerla de pe a pa y pensé que quizás, ahora que ya pasó bastante tiempo, que el polvo de la controversia ya se asentó y solo queda el eco de las puteadas por los retrasos, podía ser una buena oportunidad para repensar y analizar esta obra malparida por lo que es: una novela gráfica de 12 capítulos protagonizada por los superhéroes de DC y los personajes de Watchmen.
Este cómic no debería existir
Por supuesto, ya todos estamos más o menos familiarizados con el sistemático abuso de las editoriales para con Alan Moore, siendo el caso de la disputa por los derechos de Watchmen uno de los más jodidos. Perpetuamente en circulación para evitar que los autores recuperen la autoridad sobre el título, Watchmen es explotada hace como 25 años sin descanso, y además de republicarse en mil ediciones distintas, se convirtió en película, serie de televisión, muñequitos, precuelas por otros autores y lo que le pintara a DC para llenarse de guita internacionalmente con estas 8 letras y una paleta de amarillo y negro que tienen el poder marketinero de vender lo que sea en donde sea.
Doomsday Clock (precedida por apariciones del Dr. Manhattan en los cómics DC: Rebirth #1 y Batman/The Flash: The Button) implicó una nueva e inevitable forma de seguir refrescando la explotación de la marca: un crossover con la línea principal de cómics y personajes de DC. Lo que se dice el último clavo del cajón (mentira, eso fue el Wallymanhattan Que Ríe) de un derrotero de ideas para seguir haciendo que los consumidores que ya tienen Watchmen en todas las ediciones que se les puedan ocurrir sigan consumiendo más y más esta propiedad intelectual. Un “nah, qué hijos de puta” tremendo cuando fue teaseado por primera vez, y que habría sido muy sencillo para todos que solo resultara en un cómic genérico choto dibujado por Jim Lee o algún otro ladri. Habría sido muy sencillo que fuera bien grasa y olvidable, pero el problema fue que de hecho el proyecto final fue…
Qué bien que dibuja Gary Frank, la puta madre
Qué páginas, qué colores (cortesía de Brad Anderson), qué composiciones, qué trazo expresivo jugándosela entre algo moderno y homenajear el estilo de Gibbons. Qué hijo de puta, esta historieta es maravillosa. Nadie está parado nunca en una pose de pin-up, todos los personajes tienen un peso, una postura, ropa de verdad hecha de materiales reales puesta, una expresión en la cara. Literalmente hay un personaje mudo que solo se comunica por sus expresiones y funciona todo el tiempo. Gracias Frank y Anderson por tardarse lo que tuvieran que tardarse para que esto saliera con la calidad con la que salió.
El mejor fanfic del mundo
En un mundo fantástico, toda esta historieta, sus 450 páginas, fue hecha por dos fans locos sin relación con DC que la publicaron en Internet y se volvió el fenómeno de culto y la secuela no oficial que siempre debió haber sido, en lugar de una controversial secuela legalmente oficial de la clásica Watchmen. O quizás podrían haber hecho como ya había hecho Moore en la obra original y replantear a los personajes para que sean nuevas versiones de sí mismos, con otros nombres y aspectos, aunque lo más fino de la obra, la forma en la que juega intertextualmente con Watchmen, se habría perdido en el proceso.
A Johns y a Frank les encanta Watchmen, y eso se nota en cada página, en cada trazo, en cada paralelismo. Doomsday Clock (desde el nombre, quizás imposible pensar otro que juegue tanto semánticamente con el original y el chiste con las siglas “D. C.”) se plantea como una seria propuesta de entender Watchmen como historieta y homenajearla, siguiendo muchas de sus reglas narrativas, desde la grilla (que todo el tiempo está en tensión entre los 9 paneles clásicos y disposiciones más sueltas, en paralelo a la tensión entre los dos mundos), hasta el hecho de que la tapa funcione como viñeta cero, que la narración sea temporalmente desordenada pero siempre sea temáticamente lineal, el uso de materiales extra al final de cada entrega para darle tridimensionalidad a la narración (las notas de Ozymandias sobre Bubastis en el #7 me rompen el corazón) y el uso de personajes de Charlton replanteados para la obra (en este caso Mime y Marionette, basados en Punch y Jeweele). (Por cierto, qué buenos personajes estos dos, me encanta su historia, sus personalidades y su relación).
Además, vale resaltar el uso de Nathaniel Dusk, otrora un detective privado creado por Don McGregor y Gene Colan en los ochenta para DC, quien en Doomsday Clock se convierte en una ficción, películas en blanco y negro interpretadas por Carver Colman, un personaje con una historia buenísima dentro de todo este quilombo de entidades omnipotentes y líneas temporales.
También otra gran característica de Watchmen que inspira a Doomsday Clock es el mecanismo de pensar la narrativa como un reloj, con cierto ritmo entre la narración y lo dibujado muy marcado. Siempre lo que se está diciendo en una escena tiene un juego de paralelismos con lo que está pasando en la siguiente en otra subtrama. Siempre hay una segunda interpretación más literal para todo pasando en segundo plano (por ejemplo, en el #2, cuando la batiseñal en las nubes pasa a ser un test de rorschach, pero cuando a Bruce le dicen “¿cuándo vas a abrir los ojos?”, se le iluminan ojos a la nube, que resultan ser los faroles de la búho nave. Así cada dos viñetas todo el cómic) y siempre cada viñeta prepara el escenario para la siguiente. Tic, tac.
Mundos distintos
No solo contentos con homenajear a Watchmen como historieta, Johns y equipo también se ocupan de explorar en la narrativa las diferencias entre estos dos mundos en tensión. Desde lo gráfico, las viñetas que pasan en el mundo de Watchmen tienen un color más apagado, más plano que las que ocurren en el mundo de DC. También me gusta el detalle de que Marte, que en la obra original tiene ese característico tono medio rosado, en este otro mundo se mantiene inflexiblemente marrón rojizo, y que Manhattan las visite a ambas y se comparen visualmente.
Al nivel de la historia, juegan obviamente con el contraste desesperanza/esperanza de ambos universos. Particularmente me gusta cómo en el primer capítulo vemos el inicio de la guerra nuclear en el mundo de Watchmen con los políticos apretando sus respectivos botones rojos, pero capítulos más adelante cuando está por ocurrir lo mismo en el universo DC, se detiene porque aparece Batman y para el lanzamiento a la fuerza, porque en un mundo lleno de superhéroes eso puede pasar y hasta lo esperamos como lectores.
Además, el hecho de que cuando Manhattan aparece, su llegada e intromisión le cambian la vida para mejor a Carver Colman. Sin darse cuenta, inspira a seguir a alguien solo con su presencia, como si fuera un superhéroe azul más, algo que no ocurría en su mundo.
Y, por supuesto, esa tensión entre grillas de página que ya mencioné antes.
Metele fanservice
Así y todo, Doomsday Clock no es un cómic sobre Watchmen, es una historia sobre cómo afecta al universo DC la intrusión de estos personajes de Moore. Entonces, como cómic sobre DC, juega por toda la cancha, basado principalmente en tres ejes: la JSA, la Legión de Superhéroes y Superman como nexo conector entre ambas. Ahí es cuando empieza a jugar a meterte golpes emocionales uno tras otro a vos, el lector que ya se conoce todas esas historias, con Manhattan percibiéndolo todo desde afuera. Una tras otra aparecen escenas del origen y los primeros días de Superman, la primera reunión de la JSA, los Flash de dos mundos, Superboy con la Legión, todo, con todas sus incongruencias incluidas. La escena de Manhattan viendo a la Justice Society en la mesa redonda y cómo primero esperan a Superman, después no saben quién es Superman y después simplemente no están ahí porque la JSA nunca existió es un knock out. Y encima, de nuevo, todo dibujado por Gary Frank y coloreado por Brad Anderson a una altura impresionante.
Y no te lo tienen que explicar. A diferencia de en Watchmen, no hay que perder ni una página explicándote quiénes son ninguno de estos personajes ni su complicada y manoseada historia. La lectura asume que ya sabés qué pasó en la Crisis, en Flashpoint, que sabes quiénes son la JSA y la Legión, que conocías a Firestorm, a Metamorpho y a un montón más de héroes que no salieron en ninguna peli. En ese sentido puede ser… poco accesible, pero así suele ser DC: como un universo al que llegás, como Manhattan, y vas viajando para atrás y para adelante en el tiempo, agarrado a algún personaje como ancla, viendo quiénes son estas personas, cuál es su historia. Y al igual, como Manhattan, inevitablemente llegás a la conclusión de que…
Todo esto se trata de Superman
Quizás sea la historia de Superman que más me impactó de todas las que leí. Desde la perspectiva de DC, Manhattan bien podía ser un personaje nuevo, con un pasado irrelevante. A nosotros nos importa quién es, por supuesto, pero para Superman solo es un tipo azul omnipotente que aparece de la nada y dice que estuvo manipulando la línea temporal como ya otros lo hicieron.
Promediando la mitad de la historia, las visiones de Manhattan le declaran un ultimátum: o Superman lo mata, o él destruye el universo. No hay una pelea, porque Manhattan es un ser de inacción, y Superman es uno de acción (guiño, guiño).
La resolución al problema es medio predecible pero no por eso menos fantástica: Manhattan puede simplemente hacer algo al respecto y actuar en pos de ayudar. El Doc aparece con una situación de elegir entre el Armagedón o matar a alguien, pero literalmente no podés ponerle a Superman una situación de “elegir el mal menor”, porque así no funciona Superman. Así funciona Watchmen, una historia sobre un mundo condenado donde las opciones son o el mal menor de Veidt (matando a millones para salvar al mundo) o la inflexibilidad de Rorschach, con valores inquebrantables por encima de las vidas humanas. Esta diferencia es la tesis de toda la obra, y su resolución, que Superman tenga el poder de inspirar hasta al dios más nihilista de todos, es maravillosa. Es un milagro termodinámico.
También, y por si no fuera poco, expande esta influencia de Superman a todo su universo, introduciendo el concepto del metaverso, poniendo a todo el multiverso como consecuencia natural para preservar siempre lo que sea que le esté pasando al Superman actualmente en publicación. Ni le hace falta romper la cuarta pared, no es necesario que Manhattan salga de la página y te lo explique con dibujitos: todo lo que pase y pasará a nivel editorial en DC tiene una explicación metafísica en la narrativa. Esta perspectiva del metaverso como un ente orgánico con sus propios anticuerpos (los personajes principales) que se movilizan para conservar el todo ante las amenazas (los eventos, los reinicios, los cambios de statu quo) me voló la cabeza cuando lo leí por primera vez y sigue haciéndolo al día de hoy.
No hay cómics perfectos (excepto Watchmen)
Incluso si le sacamos lo apócrifo, todavía hay un par de cosas medio boludas que manchan un cómic buenísimo. Por ejemplo, ¿se acuerdan que en esta historia aparecía el Comedian? ¿Supuestamente traído antes de morir por Manhattan para…? ¿Algo que no podía hacer Manhattan mismo? Un embole para causar sorpresa con “personaje muerto reaparece”.
Otra subtrama al pedo: Lois Lane y Lex Luthor. Toda la gran investigación de Lois que se cruza con la de Lex lleva a la gran revelación de que… la línea temporal fue alterada. Algo que sabíamos antes de arrancar a leer el cómic.
Una boludez más: en el #7, Mime y Marionette se llevan la linterna del GL original, pero en el #11 la tiene Johnny Thunder en su celda (¿?).
Y, por supuesto, el plan maestro de Veidt en esta historia, que incluye manipular a un montón de superhéroes y supervillanos que ni conoce, en un mundo ajeno, con 20 años de diferencia tecnológica y que no se entiende una mierda. Veidt llega, tiene que googlear en una biblioteca quién mierda es Superman y en unos días ya armó una tramoya imposible para enfrentar a Superman y Manhattan. ¿Y para qué? ¿Para que Superman salve su mundo? Todo muy agarrado de los pelos.
Ah, y que Batman no tenga dramas con que Rorschach conozca su identidad de Bruce Wayne. Qué carajo eso.
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