Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En esta entrega, la dupla repasa sus últimas lecturas, todo material 100% argentino.
Nuestras viñetas bajo el mar: Marea roja de Federico Schujman
Por Matías Mir
Creo que, como a muchos, me llamó desde la portada. Hay una declaración de intenciones en ese uso radical del color, de los tonos y las texturas enmarcando una figura enigmática: acá hay algo que contar. Hace pocas semanas se publicó Marea roja, opera prima de Federico Schujman, de la mano de Loco Rabia, y aunque su protagonista se hunda en el mar, resalta entre las novedades de historieta de este año como un faro en la noche.
Lo que más me gustó de Marea roja es su reparto de personajes extraños, arlteanos. Este es un cómic donde marineros ciegos conviven con boxeadores, oráculos, prostitutas y mafiosos. Es un misterio que amaga una y otra vez con lo onírico porque su realidad base ya es medio surreal desde el vamos. Unos pescadores levantan del mar a una mujer amnésica y esta empieza una violenta carrera para recuperar sus recuerdos en un atemporal pueblo portuario que podría ser una Mar del Plata venida a menos en la que la "temporada" jamás llega.
Schujman menciona que no había dibujado una historieta formal antes, y que ni siquiera es un seguidor del medio de toda la vida, pero eso no se nota en absoluto en este libro. Como artista plástico, tiene un ojo afilado para entender las reglas de la historieta, sus símbolos y yeites, e incluso se atreve a jugar con ellos. Solo en el prólogo: convierte la onomatopeya del pitido de una máquina en las líneas en su pantalla; funde el efecto de un control remoto con las calles para guiar al ojo por la página; en vez de dibujar un gotero médico, llena de líquido a la viñeta misma. Hay dibujantes con años de experiencia a los que no se les ocurrirían cosas así.
Y después está lo formal, el dibujo, la atmósfera. En Marea roja, la caricatura recta y expresiva recuerda casi de inmediato a un Mignola más cubista (¿lo habrá leído Schujman?), y su uso del color para armar ambientes y crear sentido es más que entretenido: es eficiente.
Quizás yo tengo un prejuicio: siempre me llaman la atención los nuevos autores, los que caen de la nada en la historieta y traen algo nuevo de afuera. Me pone muy contento que todavía no estemos ciegos al talento, a la obra hecha a mano que toma tiempo producir y presentar. Basta con ir a las redes del autor para ver que Marea roja se viene dibujando hace bastantes años, tantos que el propio estilo de Schujman fue mejorando, y tuvo que retocar varias páginas para que el libro final fuera uniforme. Para todos los artistas ahí afuera que se preguntan si vale la pena dedicarle tanto tiempo a un proyecto, acá está la prueba en tinta y papel.
Y si no me creen, va una anécdota: en el local donde compré este libro, también llevé el último libro de Mazzitelli y Alcatena; cuando llegué a la caja, mientras me cobraban, me dijeron: "mirá que me encanta Quique, ¿eh?, pero esto es lo mejor que te podés llevar". Hay pique.
Tres lecturas recientes
Por Gonzalo Ruiz
Un mea culpa: estoy leyendo poco (los motivos son varios y no vienen al caso). A eso le sumo dos “inconvenientes”: A) En los últimos meses me dediqué más a leer libros; B) Las pocas historietas que leí fueron “de afuera”. Si bien no estoy desconectado de lo que pasa hoy por hoy en la historieta nacional, a veces no encuentro el momento ideal para ver qué salió en la semana o mes. Es distinto a cuando sale un disco nuevo, que se puede disfrutar de un modo más ligero y mientras hago otra cosa: no me puedo poner a leer un cómic mientras trabajo (o sí, a riesgo de recibir una merecidísima patada en el culo). El detalle del poco tiempo también afecta a mi “oficio”, porque no me da para hacer un largo texto que haga justicia a lo que leo y me gusta.
Aun así, hay lectura de historietas argentinas de reciente aparición. Y esto es todo lo que tengo para decir sobre libros que quiero recomendar con muchas ganas:
Hellgang de Lana Liz (autopublicado/Webcomic Mutante)
Una sorpresa que me traje de la última Distrito Comix, el nuevo gran bastión fanzinero post Dibujadxs ubicado en el corazón de Flores. La tapa me cautivó, otros fanzines y dibujos que estaban a mano de Lana, también, unas magical girls góticas y una tipografía pseudo metalera me alcanzó y sobró para querer saber que había en las páginas impresas. La historia se puede encauzar en el ya clásico tópico de chica-rara-incomprendida-y-marginada-de-la-secundaria que descubre poderes mágicos ideales para defenderse. Pero también habla de la corrupción, de cómo tener esa habilidad excepcional se te puede escapar de las manos y hacerte olvidar para qué los tenías originalmente, para perjudicarte a vos y a tus aliados.
Si bien el guion se enreda sobre el final, producto de las pocas páginas que tenía la autora para rematar los tres capítulos que dura, la historia te atrapa, en parte por el alto nivel del dibujo, estilizado a lo CLAMP con muchísima onda, ese diseño gótico que se ve en la tapa está presente a lo largo de todo el fanzine. Hellgang es ganchero, fresco, aventura con onda que también habla de la amistad, magia negra y rocanrol. Para mí es una revelación el trabajo de Lana Liz, y afortunadamente se puede leer gratuitamente en el sitio de Webcomic Mutante.
El Capitán Cortesía en “El camino del hambre” del Polaco Scalerandi (Comic Legends)
Un cago de risa. Absolutamente disruptivo, irrespetuoso, underground. El derrotero del Capitán Cortesía empezó en 2001 en la mítica Lule Le Lele, historias cortas y autoconclusivas protagonizadas por este personaje de apariencia simpática, pelada y ojos saltones que volvió en forma de historieta larga, también autoconclusiva y, de hecho, ideal para descubrir la labor historietística del Polaco Scalerandi, aquel que hizo, entre muchas otras cosas, las gloriosas tapas de la última etapa de Fierro en papel, esas que recreaban/modernizaban cuadros argentinos clásicos como por ejemplo “Sin pan y sin trabajo” de De la Cárcova. Scalerandi pertenece a esa rama vanguardista (y perdón la repetición) underground que defiende a Crumb y Shelton: un humor corrosivo y sin concesiones, absolutamente anti-todo.
Como bien señala el título, es una parodia al “camino del héroe” campbelleano, con el Capitán Cortesía buscando la forma más ventajista posible para tener un plato de comida. La gracia de este personajito de nombre rimbombante está, justamente, en su mala leche, en sus ganas de ser un ser traicionero e inescrupuloso dentro de un mundo que ya es traicionero e inescrupuloso. Esto es una locura en serio, un (mal) viaje de ácido con el Polaco como guía, que pela un nivel alarmante de chapa que empieza con la tapa hiperrealista y sacada, tal vez el estilo más reconocible del maestro. Adentro, el dibujo no se queda atrás: más elástico y dúctil, que igual combina muy bien con algunas partes realistas. Es un mundo antropomórfico donde igual hacen cameos los personajes de Master of the Universe y las Tortugas Ninja en versiones muy incorrectas. No son tantos los cómics nacionales que tienen esta onda y editados de forma profesional, en tamaño de novela gráfica francobelga. Bienvenidos al viaje, probablemente no haya regreso. Y eso está buenísimo.
La culpa la tuvo Charly García de Martín Ameconi (Editorial Criolla)
Si te gusta el rock nacional (e internacional también), seguro te topaste con esos videítos cortos titulados “Animaciones Salvajes”, donde Salva (un humano que viste ropa y una máscara de zorro, alla Foxtrot de Genesis) interactúa con Spinetta, Divididos, Paul McCartney o Patti Smith. Esto es un juego que Martín Ameconi empezó al agarrar fragmentos de entrevistas a estos músicos que hablan de procesos creativos, músicas u otras giladas. Esto, sin embargo, es una historieta autobiográfica, un coming-of-age que, utilizando a Salva, sirve como un artificio para que Martín cuente su historia, una que involucra a, justamente, Charly García.
Es un cómic íntimo, personal, pero que sin embargo puede hablar de cualquier adolescente que no se lleva bien con sus papás, con la vida en general y que solo encuentra refugio en el rock. Mar del Plata, enero del 2001. Salva descubre de casualidad a Charly García, a los meses lo ve en vivo en el Teatro Coliseo. Decide estudiar piano, se enamora de otra alumna, empieza a crecer. 2002, el estallido del corralito y la falta de guita es el ambiente perfecto para que un Salva más disruptivo y enojado utilice la ciudad costera para empezar a desarrollar su vida futura, abrazando el rock y a Charly como talismán, contraseña que sirve para conectarse a gente como él. Pese a lo íntimo, hay puntos en común con la vida de cualquiera que haya puesto sus vidas en las manos de una banda de rocanrol. ¿A quién no le pasó de querer impresionar a una chica tocándole una canción? ¿Quién no se enojó con un familiar denso y encontró alivio en un cassette con canciones reveladoras? Martín cuenta su historia y la de cualquiera que esté enamorado de ese sonido salvaje, joven, desprejuiciado. Todo ilustrado con una sencillez agradable, un trazo fino y casi minimalista que acompaña bien la melancolía que exuda la historia.
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¡Nos leemos!
Como la rompe el laburo de Lana Liz. Quiero un libro suyo de 200 páginas jaja.
Me llamó poderosísimamente la atención Marea Roja con esta reseña, ahí se suma otro libro a la bucket list para conseguir en la Crack!