Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonza recomienda su unitario favorito de Grant Morrison y Matías destaca una adaptación al manga de sus novelas favoritas.
Volviendo a Monogatari con Oh!Great
Por Matías Mir
Como muchos, yo conocí Bakemonogatari por su excelente adaptación animada producida por el estudio Shaft, esa franquicia que arrancó trunca cuando su primera temporada tuvo que terminar de transmitirse online y que gracias a la reivindicación popular terminó siendo un proyecto animado de una década de duración con como cien episodios animados y tres películas DE LA PUTA MADRE entre temporadas, mini-temporadas y varios especiales cortos. Todo muy hermoso, pero lo que me terminó de volver uno más de la secta de Monogatari fue conocer las novelas originales escritas por NisioisiN, el japonés palindrómico adicto a su laburo que te produce una novela por mes si está muy manija, escribe varias franquicias en simultáneo y también tiene tiempo de estar chequeando cómo van las adaptaciones de su laburo. Un loco de esos que solo pueden existir en Japón, claramente. Me compré la primera novela de curioso, para ver cómo era el producto original y ahora, unos años después, me encuentran esperando que llegue el tercer boxset que compré en preventa.
Pero si no están familiarizados con la franquicia, deben estar preguntándose de qué poronga estoy hablando. Y es divertido porque la pregunta más difícil de responder acerca de Monogatari es, justamente, qué es. Hay mucha imaginería ambigua de personajes, un montón de chicas y un flaco con un pirincho en el pelo, pero que no describen absolutamente nada. Quizás la pregunta puede responderse en dos partes: qué es y de qué trata. Monogatari (nombre genérico para referirse a la franquicia que comienza con Bakemonogatari) se trata de un pibe, Araragi, que en su ciudad japonesa genérica empieza a encontrarse con excentricidades/anomalías/yokais/como quieras llamarlos. En realidad, esos bichos siempre existieron, coexistiendo en el mismo espacio pero invisibles, del otro lado del espejo, y cuando una persona se aliena de la sociedad, sumado a un poco de casualidad, puede terminar siendo afectado por estos entes. Así, Araragi, que sufrió un encuentro de ese estilo (en su caso, con una vampira), empieza a cruzarse con varios personajes, todos femeninos, que pasan por situaciones familiares y comienzan a orbitar su vida.
De eso se trata, pero no define en absoluto qué es esta serie o por qué es tan popular. Monogatari, en realidad, es casi una sucesión de obras de teatro. Es una ficción 100 % sostenida por los personajes en la que casi todo pasa por el diálogo, por soliloquios, por jugar con el lenguaje. Consumir esta serie es escuchar a un tipo hablando de boludeces todo el día y teniendo conversaciones con un montón de personajes. Todo el desarrollo, conflicto y resolución de cada situación pasa por analizarla a través del discurso, por hacer chistes, referencias internas, repeticiones que cambian de contexto, teoría saussureana y lingüística japonesa (de hecho, NisioisiN es famoso por bautizar a sus personajes con juegos de palabras enrevesadísimos que se van desenvolviendo con su desarrollo).
Y bueno, la pregunta del millón es: ¿cómo algo así funciona en historieta? En 2018, arrancó una adaptación de las novelas a cargo del famoso artista Oh!Great siguiendo la historia de las novelas y basándose, al igual que el animé, en los diseños originales que el taiwanés Vofan hizo para ilustrar el material original. Oh!Great es un tipo con mucha trayectoria, famoso por obras como Tenjou Tenge (publicada en nuestro país), Air Gear o la increíble Biorg Trinity. Es un dibujante muy fanservicero en doble sentido: tanto como enfocado artista de minas ligeras de ropa en los ángulos más imposibles, como arquitecto de páginas loquísimas de acción dinámica, peleas épicas y metáforas visuales muy extremas. Digamos que es la clase de dibujante que reconocés al toque.
El laburo de Oh!Great solo mejora con cada obra que saca, y su actual laburo en Monogatari es de otro planeta. Para poder adaptar algo tan verbal como esta serie al dibujo (sin las ventajas de la animación como el movimiento, la música o las voces), se toma un montón de libertades artísticas y narrativas y repiensa Monogatari desde lo estético. Juega con textos que chorrean de los globos, dibuja monstruos que en la prosa solo eran conceptuales, le agrega un ritmo propio a la narración y estira las escenas más físicas (sobre todo, las peleas, que se convierten en un festival de sangre, huesos rotos y tripas volando).
Otra cosa que hace, muy importante, es que replantea todo el orden canónico de la historia. Monogatari es famosa por ser un dolor de cabeza para los recién iniciados, que se encuentran con un montón de sagas de nombre distinto y sin número (la original Bakemonogatari, su precuela Kizumonogatari, la secuela Nisemonogatari, la secuela/precuela Nekomonogatari (kuro), la cual no confundir con Nekomonogatari (shiro), que a su vez es parte de Monogatari Second Season…). Bajo el nombre genérico de Bakemonogatari, Oh!Great se dispuso a expandirse y contar historias para atrás y para adelante dentro de la misma serie como un relato unitario y orgánico. Un nuevo juego que atrae a fans nuevos y veteranos por igual. Además, para los que ya conocemos bien lo que pasa, se encarga de meter referencias, spoilers ocultos, adelantos de lo que va a pasar más adelante, como para que digamos “ah, te vi, hijo de puta”.
Y, vuelvo a insistir, todo con un arte y unas puestas en página de la concha de la lora. Se toma el ejercicio (¡semanal!) de visualizar metáforas y conceptos y escenas larguísimas de personas paradas hablando para darles un registro épico sin perder el alma y el humor de la serie. No sé si es para todo el mundo, pero yo soy feliz con tener una excusa para volver a revisitar este universo fantástico.
Kill Your Boyfriend y las tinieblas del romance.
Por Gonzalo Ruiz
En criollo extremo, Dionisio es el dios griego de la joda. Ok, en realidad representa al vino y la fertilidad… pero consigo traía el poder del éxtasis, de liberar la esencia real de los humanos que entraban en contacto con él, un millón de años antes de los Kool Aid Acid Test que presenciara Tom Wolfe. Y si bien Grant Morrison habló de Dionisio como inspiración para Kill Your Boyfriend, es obvio que este dios griego, el de la historieta, trae consigo la liberación química que conduce a un éxtasis criminal.
Este unitario publicado dentro de la colección Vertigo Voices escrito por el maestro escocés que venía de una insuperable versión de Doom Patrol y que comenzaba a perpetrar ese acto de terrorismo artístico que fue The Invisibles y dibujado por Philip Bond condensa lo mejor de la contracultura inglesa “moderna” (entendiendo como modernidad el año 1995, fecha real de publicación): esa suerte de Segundo Verano del Amor donde todos bailaban empujados por las pastillas en las raves que venían desde la sagrada tierra de Manchester y su The Hacienda… y que de amor la verdad no tenía nada, era todo un poco más “sacado” a diferencia de los hippies sesenteros, producto de la influencia conservadora que no terminaba de irse, considerando que la última década del siglo XX comenzó sin Thatcher en el poder. Era momento de un destape, y justamente es ese éxtasis dionisiaco que trae consigo “The Boy” el necesario para ello.
“El destape”. Una chica que está atada a una vida aburrida y a un novio más interesado en sus novelas de Terry Pratchett que en coger con ella, y cuyas fantasías interiores revelan una violencia que la sociedad le reprime. De golpe se encuentra con un delincuente juvenil, una versión morrisoneana de Charles Starkweather que le “destapa”, justamente, esas fantasías, le hace revelar la persona que realmente quiere ser, arrastrándola también a un trip de ¿degradación? ¿liberación? humana, dependiendo tus ideales, vos sabrás como juzgarles.
En medio de todo esto hay, si se quiere, una historia de amor. Amor por la rebeldía, amor por la anarquía y el quilombo y sí, dos adolescentes descarriados que parecen sentirse tan cómodos entre ellos que se permiten mostrarse un poco más “humanos” a medida que el raíd criminal escala. Un amor hedonista o hasta Ballardista, donde solamente el crimen exalta los sentimientos y elevan la temperatura, como los autos en Crash, que sin embargo, y pese lo exagerado, lo hace sincero, sobre todo con el contraste entre la chica y su “novio”, ese que evoca el título de la obra.
¿No les pasó alguna vez que sienten que su vida es un poco… careta? ¿Falsa? ¿Que realmente no están siendo ustedes mismos? Esta pregunta hizo que una chica mate a su novio.
Fijate lo que te cuestionas la próxima. Igual, en una de esas, si te encontrás con vos mismo está todo bien, por más que, bueno, termines matando a tu novio.
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