Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Mati, el hijo pródigo, regresa y aprovecha para darle un descanso a Gonza. Pero para no quedarse solo, tenemos un invitado especial: Juan Coccotis, del blog Exhumando Historietas, próximo a debutar y que por supuesto invitamos a seguir, que trae dos rarezas inglesas.
Respirando el Universo Tezuka en Atom: The Beginning
Por Matías Mir
Desde hace un tiempo que me estoy acercando peligrosamente a mi sueño de trabajar en la edición de algún libro del Manga no Kamisama laburando en la edición local de Atom: The Beginning. No, no es Tezuka, pero es lo más cercano. Y si bien Atom me parece una obra divertidísima y fascinante por fuera de sus orígenes tezukeros, la realidad es que es en paralelo un gran homenaje al maestro y al universo Tetsuwan Atom. En este sencillo acto, aprovecho el espacio que me provee el noble Oficio al medio para sacarme de la cabeza todas las referencias e ideas inconexas que fui hilando a lo largo de mi lectura de los primeros tres volúmenes, que son los que salieron a la venta en Argentina hasta ahora (ojo por un par de spoilers).
Para los que no la conocen, la premisa de Atom (con guiones y dibujo de Tetsuro Kasahara junto a la colaboración de Masami Yuuki, además de ideas originales y supervisión de Makoto Tezuka y la gente de Tezuka Productions) es muy sencilla: es una precuela de la franquicia Astroboy, en su mismo universo, en la que vemos la juventud de Tenma y Ochanomizu, que no son otros que el creador de Astro (el famoso Dr. Tenma) y quien lo adopta y lo cría en la senda del bien (el mismísimo profesor Ochanomizu) en la obra original. En esta serie contemporánea (arrancó en 2015), el enfoque está en cómo estos dos tipos, que son recién compañeros en la universidad, desarrollan a prueba y error su versión de inteligencia artificial en un mundo acelerado en la producción de robots luego de una misteriosa “gran catástrofe” que dejó a la humanidad en jaque.
Los pibes crean a A106, apodado Six, un robot facherísimo que tiene instalado el sistema Bewusstsein creado por Tenma y Ochanomizu para desarrollar autoconciencia y ser una verdadera inteligencia artificial. Six, entonces, es inadvertidamente un prototipo de Astro, y esa conexión, a medida que va avanzando la historia, se va profundizando.
Tenma y Ochanomizu no son los únicos personajes clásicos que aparecen de jóvenes. Cuando los pibes van a buscar laburo a una fletera, se encuentran con un viejo con bigotes de morsa sospechosamente similar al profesor de Astro de la escuela, Shunsaku Ban, el pelado que parece el Dr. Simi (el de las farmacias). La conexión se confirma cuando aparece su sobrino, un adolescente copado que “de grande quiere ser detective”, tal como lo será su personaje en el futuro del canon tezukero. También aparece un profesor de la universidad con la nariz muy verriguda que no es sino el profesor Saruta, personaje de la obra original, pero más conocido en el Star System por su aparición en Fénix y en Black Jack (como el mentor del protagonista, el del capítulo fantástico de la “única operación que falló”).
Pero acá lo que nos importa a todos son los robots. Por suerte, Kasahara es bastante abierto en su fanatismo no solo por Astroboy sino por todo el cuerpo de la obra de Tezuka (por ejemplo, en el tomo 2, cuando los pibes salen de viaje, Ochanomizu pela facha con una remera de W3, un manga oscurísimo del maestro —que, dato curioso, tiene una trama bastante similar a WE3, el cómic de Morrison y Quitely de los animales cyborg—), así que aprovecha para inspirarse en otros robots de la obra original y allegadas para diseñar a los personajes cibernéticos. Mars, el más poronga de todos, se basa en Jetter Mars, el protagonista de un animé homónimo producido por Tezuka cuando quiso hacer una adaptación animada de Astroboy a color para 1977 pero a último momento descubrió que había un conflicto de derechos así que metió ligeros rediseños y le cambió el nombre para no tener que cancelar el proyecto. Para la historia, “Mars” terminó siendo sinónimo de una dualidad casual con Astroboy, lo cual cementa mucho la rivalidad entre sus versiones de Atom.
Otro robot que aparece, en el volumen 2, es North, el robot con tetas y seis brazos, basado en North MK2 (también conocido como Monar), uno de los robots contra los que Bruton lucha en su búsqueda por ser el robot más fuerte de todos en una de las sagas más memorables de la obra original (trama que inspira a Pluto, el manga de Naoki Urasawa también ubicado en el universo Tezuka).
Y, por supuesto, como ya mencioné antes, obviamente Six es un paralelismo con el propio Astro. Esta conexión, más literaria que otra cosa, cobra un sorpresivo salto literal al comienzo del tercer volumen cuando, apagado y al borde de la desconexión total, Six “sueña”... ¡con el nacimiento de Astroboy! El laboratorio, la silueta del Dr. Tenma (el adulto, con la barbita y todo, que se hace llamar su “papá”). Un momento impactante que cambia el juego por completo.
Y podría seguir con la aparición del coloso Ivan, pero sus paralelismos funcionan mejor con los eventos que ocurren en el volumen 4, así que prefiero dejarlo para una segunda entrega dentro de algunos meses cuando se junten algunos tomos más. No les voy a decir que salgan a comprar Atom: The Beginning porque no me interesa convertir esto en un espacio publicitario, pero la verdad es que, si le rezan al Dios del Manga, acá hay una meca interesantísima.
Historietas malditas: Bible John y Straightgate
Por Juan Coccotis, de Exhumando Historietas
Desde su revolucionaria etapa en Animal Man hasta sus más recientes colaboraciones en Heavy Metal, la carrera de Grant Morrison se ha caracterizado por ser lo suficientemente variada y compleja para atraer a distintos tipos de lectores. Sobre el final de la mítica antología Crisis fundada por Pat Mills, Morrison y el dibujante Daniel Valelly realizaron una historieta publicada en los números 56-61 tan macabra como críptica llamada Bible John: A Forensic Meditation, sobre los crímenes de un asesino serial de Glasgow a finales de los sesenta.
A pesar de las influencias del From Hell de Alan Moore, Bible John utiliza un enfoque no-lineal sumamente elusivo, donde los crímenes se alternan con reflexiones sobre dioses antiguos o huellas psíquicas impregnadas en las escenas del crimen. Valelly realiza esta historieta prácticamente en su totalidad con la técnica del collage y sus simbolismos particulares, con los que logra unas imágenes tan inquietantes como poderosas, verdaderas diapositivas del infierno dignas de los mejores cuadros de Austin Osman Spare, Francis Bacon o Clive Barker.
El uso del identikit de Bible John como recurso narrativo es notable y no tiene nada que envidiarle a obras como Arkham Asylum o Stray Toasters. Desde los bordes de las viñetas recortados hasta los homenajes a Andy Warhol, la diosa Kali o el arte palelolítico son recursos que están puestos en función de transmitir un guion que en manos de otro artistas no habría tenido ni de cerca el mismo impacto.
Sobre el final de la historieta, Morrison decide transcribir las respuestas que le dio usando una tabla ouija para encontrar al asesino, el arte de Valelly alcanza su cénit, mientras que la narración de Morrison se destaca por su vuelo poético, aunque el final sea algo apresurado y la fórmula esté menos pulida que en obras posteriores del guionista. Lamentablemente, esta historieta sigue sin reeditarse hasta hoy debido a que el dibujante (hoy alejado de la historieta) quemó los originales en un ritual.
No sería la única obra publicada en la antología Crisis en utilizar el collage como vehículo narrativo: al mismo tiempo, en los números 50-53, se publicaría Straitgate, otra historieta incómoda y díficil de digerir pergeñada por John Smith y Sean Phillips, protagonizada por un adolescente al borde de la locura. En esta obra en particular la aparición del collage se limita mayormente a los inicios de cada capítulo, que tienen un título relacionado a algún capítulo de la Biblia.
John Smith siempre fue un guionista adelantado a su tiempo y Straitgate es una historieta única que mete al lector en la mente de su desequilibrado protagonista y sufrió algunas modificaciones antes de publicarse para hacerla más digerible al público. Ambas historietas siguen sin reeditarse hasta el día de hoy, pero su impacto sigue intacto y merecen redescubrirse, ya sea para conocer los inicios de la carrera de dos guionistas fundamentales para la historieta británica, o simplemente para conocer otras propuestas temáticas y narrativas.
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