Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonza se recupera de un ataque psíquico del mismísimo Professor X y Mati comienza el lectoricidio de leer todo Cerebus.
¡Y ADEMÁS! Si seguís bajando, un anuncio muy importante respecto al universo de este simpático newsletter y el libro que recientemente dio a luz.
Cerebus I
Por Matías Mir
“No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible”.
Esta debe ser la tercera vez que intento leer la titánica obra de Dave Sim, la historieta completa más larga de un mismo autor occidental (Savage Dragon de Erik Larsen busca romper ese récord, pero está un par de años corto, todavía), el fanzine más prolífico y poderoso alguna vez editado de este lado del planeta, uno de los cómics más polémicos y, en general, una serie profunda y compleja con muchas capas de análisis. Siendo así de tentadora, es raro que no la haya leído antes, pero la realidad es que, como cualquiera que intente sentarse a leer Cerebus the Aardvark descubre rápidamente, leer esta historieta es bastante más complejo de lo que parece. La densidad y heterogeneidad de sus tramas, lo vueltero de sus guiones y los límites dementes que alcanza en ocasiones con sus arcos argumentales son características que tiran para atrás a cualquier lector cuerdo (y eso sin contar lo poco accesible que es en físico y hasta en digital). No se compara en nada a leer, digamos, 300 capítulos de One Piece, mucho más livianos y llevaderos que esta saga épica que incluye, discute, abarca y polemiza la religión, la filosofía, la literatura, la política y la historia de un mundo muy parecido al nuestro pero, a la vez, completamente distinto. Esta serie de bitácoras de lectura (una por arco argumental) es mi intento de alcanzar la cima de esta montaña imposible.
Hay demasiados disclaimers que hacer antes de arrancar algo así, así que vayamos rápido. Primero: Cerebus es la obra del canadiense Dave Sim (luego acompañado por el fondista Gerhard), publicada en issues editados por su propio sello, Aardvark-Vanaheim, capitaneado en primer lugar por su pareja devenida en esposa devenida en exesposa Deni Loubert y luego por él mismo. Arrancó a publicarse a fines de 1977 y, al poco tiempo, después de un muy mal viaje de drogas, su autor tuvo la epifanía de que la serie seguiría la vida de su protagonista, que tardaría aproximadamente veintiséis años en completarla y que concluiría con la muerte del personaje en la entrega #300. Dave Sim tenía 23 años entonces, y a fines de 2004, con casi 50 años, cumplió con su palabra.
Segundo: si bien la serie arranca como una parodia de cómics de fantasía heroica, muy de moda en los setenta, rápidamente se vuelve una historieta experimental en lo narrativo, lo visual y temático. En muchos sentidos, está adelantadísima a su época, incluso cuando apenas se la puede llamar “historieta” de lo densa de texto que se vuelve.
Tercero: Dave Sim es un autor controvertido por varias razones. Principalmente porque está del orto. Hay que estar del orto para dedicarse así a una idea, a un proyecto inclaudicable para con la historieta y para con tu propio ego, por supuesto, pero tampoco ayuda que haya usado su plataforma para somatizar sus ideas y conspiranoias más cuestionables respecto al mundo a su alrededor en general y sobre las mujeres en particular. En términos contemporáneos, el tipo está canceladísimo (término que uso de forma semi irónica acá y siempre). Entonces, ¿qué hago yo ocupando mi espacio difundiendo la palabra de este peligroso individuo? Y ni siquiera es que podamos separar obra de autor porque la obra en sí tiene puntos bastante cuestionables y su misoginia es hasta crucial para el desarrollo de la trama. ¿Entonces? Y, bueno, después de que se volviera tan común ver a gente asumirse feminista/aliade/lo que sea dedicándole poemas y fanarts y loas a Maradona sin que se les cayera la cara, yo puedo dormir tranquilo leyendo y analizando una historieta interesante explicitando las partes más criticables de su contenido y de su autor. Aunque el capitalismo diga otra cosa, nuestro consumo, sobre todo ilícito, no es político.
Dicho todo eso, arrancamos.
Este primer tramo de la serie (los primeros veinticinco issues) es el más complejo de analizar, principalmente porque es el menos visitado de todos (en general se dice que Cerebus “arranca” en el #26, con el comienzo del arco “High Society”) pero también porque es el más heterogéneo: el primer capítulo no se parece en nada al último. Ni en narrativa ni en el aspecto visual, los primeros años de la serie la hacen atravesar sus cambios más bruscos, en los que Sim improvisa, tropieza, se contradice y va cambiando de idea respecto a de qué se trata la serie que está dibujando. En sus primeros números, la idea es bastante sencilla: aparece un aardvark (un cerdo hormiguero) antropomórfico en un mundo de fantasía medieval relativamente realista, llamado Cerebus, que imita a Conan en onda, aunque bastante más forro, y va de acá para allá vendiendo sus servicios al mercenario/ejército/hechicero que lo necesite y teniendo aventuras en el ficcional mundo de Estarcion.
El personaje es esencialmente un dibujito, estilizado como tal en contraste con los hombres y mujeres de su mundo salidos de páginas de Frank Thorne (quien, de hecho, hace la portada del #7). La mitad del humor de la serie sale del propio Cerebus, en lo diferente que es al mundo que lo rodea y que es malhumorado y groso y siempre caga a los boludos que lo subestiman por ser esencialmente un funny animal. La otra mitad del humor de estos capítulos está en que Sim aprovecha su serie para meter varias parodias a la historieta que él lee y que le es contemporánea. Así, capítulo a capítulo, se presentan parodias de Elric (Elrod el albino), Red Sonja (Red Sophia), Batman (The Cockroach), y también de personajes reales, como Lord Julius (una versión caricaturizada de Groucho Marx que comparte sus manerismos y humor) o Weishaupt (un político bien manipulador idéntico a George Washington pero nombrado como el fundador de los Illuminati, quien se teorizaba que lo había reemplazado en secreto).
El hecho de que en un principio fuera una suerte de historieta de comedia y aventura con parodias tanto de tramas (varias historias tienen similaridades con otras de Conan) como de personajes hizo que fuera aún más sorpresivo cuando en el quinto capítulo Sim mete una trama seria, críptica y que plantea más preguntas que respuestas: Cerebus es encontrado por una tribu de guerreros nómadas que lo confunden con su dios. Cuando el aardvark los sigue, descubre que, en efecto, estos tipos tienen imagenería y hasta una estatua gigante demasiado parecida a él. Es en ese capítulo que el lector, incauto, se da cuenta que no sabe nada realmente del personaje que viene leyendo hace cien páginas. ¿Por qué es un animal antropomórfico caricaturizado en un mundo detallado? ¿De dónde salió? ¿Por qué tiene estas extrañas conexiones con lo místico? Y Sim no se molesta en absoluto en darles respuestas a los lectores. Tira la piedra y esconde la mano por una cantidad absurda de años, porque ya empieza a preparar este juego largo, esta idea de una serie que va a producir por décadas. No tiene ningún apuro por mostrar todas sus cartas, sino que le interesa más recompensar la paciencia de los lectores que decidan acompañarlos a él y a Cerebus en este viaje.
Cercando la segunda mitad de esta etapa, las esquinas más burdas del guion empiezan a pulirse, las aventuras empiezan a tener una continuidad y el autor va encontrando un equilibrio entre la acción, la intriga política y el drama personal. Pone a Cerebus en situaciones distintas a solo ir a matar a alguien o conseguir alguna reliquia mágica genérica, le da peso a los personajes secundarios, que hacen más que solo subestimar al protagonista (hasta llegan a ser más inteligentes que él) y empieza a darle al mundo una tridimensionalidad y tangibilidad que al principio brillaban por su ausencia. Dicho por el propio Sim en sus notas de los primeros capítulos, en paralelo a lo que le pasa al personaje, él tenía pensado todo lo que estaba pasando en ese mundo, afectara a Cerebus o no, y le era una bola de nieve tan enorme que temía que 300 entregas no fueran suficientes (!). Una demencia absoluta.
Un punto muy alto de este primer “arco” es el issue #20, “Mind Games”, una propuesta experimental inspirada en un truco similar de Neal Adams en Deadman (particularmente, Strange Adventures #216). En el caso de Adams, en una página las viñetas separan un gran dibujo de una cabeza “escondida” mientras el personaje flota oníricamente de acá para allá. Sim, apelando a su libertad absoluta de hacer lo que se le cante dentro de sus veinte páginas mensuales, expande la idea para que la revista entera tenga un dibujo escondido. Dibuja un Cerebus de “tamaño real” y lo parte en veinte pedazos distribuidos secuencialmente en el cómic, y luego dibuja la historia arriba, haciendo que el personaje interactúe con este dibujo oculto. Sim hace coincidir esto en la trama, donde el capítulo anterior termina con que Cerebus es drogado por inesperados agentes de la trama, y entonces los “juegos mentales” tienen más de un sentido, ya que el aardvark anda flotando en la oscuridad de su propio inconsciente.
Ese capítulo es quizás el más alto a nivel guion de toda la “prehistoria” de la serie. Sin saber bien qué pasa afuera con su cuerpo, Cerebus escucha voces de sus secuestradoras (acá se presenta a las cirinistas, la polémica religión matriarcal), a las que intenta convencer de que no lo maten, mientras que en paralelo (cuando interactúa con la figura oculta) “sintoniza” otra voz, la del hechicero Suenteus Po, que lo ayuda a rellenar los huecos. La magia acá está en que Cerebus, solo hablando y manipulando este teléfono descompuesto, juega a dos puntas mintiéndoles a ambos interlocutores y manipulándolos para que se enfrenten entre ellos para escapar. ¡Y todo esto en veinte páginas de figuras de Cerebus sobre negro hablándole al aire! Ese capítulo es una proeza de la historieta.
Cerca del final, llega un arco medio raro parodia de la película de Clint Eastwood “The Beguiled” en el que Cerebus, con la pierna rota, termina en un misterioso internado para jovencitas en medio de la nada. Hay mucho juego de sombras, mucho misterio, mucha tensión cuando aparecen invasores en la casa y Cerebus apenas puede moverse. Saca al personaje de su elemento y la historia toma el volante. Por eso es tan shockeante cuando, en el último capítulo, de pronto todo se vuelve una joda en la que la institutriz del internado resulta ser una parodia trasvestida de del Professor X llamada Charles Claremont (un chiste interno con el famoso guionista de los X-Men, quien le había puesto S’ym a uno de sus villanos) que resucita a una versión femenina de Man-Thing (“Woman Thing”) que luego termina “enfrentándose” (garchando, bah) con otra parodia, esta vez de Swamp Thing (“Sump Thing”).
Más allá de lo tosco de las primeras entregas, el mayor “problema” de estos veinticinco capítulos es bastante metatextual: toda lectura es inevitablemente potencial. A esta altura del partido es imposible consumir estas historietas sin pensarlas como antesala de lo que vendrá después, para bien o para mal. Solo en el contexto en el que se produjeron y publicaron era posible disfrutarlas (o no) en ese vacío. Sabiendo lo que se viene, aunque vagamente, uno anda buscando las pistas, los asomos de esa gran historia que se cocinará a partir de la próxima “novela”. Y si venís ya con una lectura encima, empezás a notar aún más ese foreshadowing. El capítulo de Jaka, su relación de “tío-sobrina” con Julius, que haya más “sobrinas” de Julius por ahí, la misteriosa relación de Cerebus con la hechicería… Acá hay diálogos al pasar que solo cobran sentido cincuenta, cien, ciento cincuenta capítulos después, e incluso si son conexiones retroactivas cazadas al vuelo en el frenesí creativo de este escapado de Arkham, sigue siendo alucinante.
Y lo mejor todavía está por venir.
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