Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Matías analiza uno de sus issues favoritos, y Gonza habla sobre el cuarto volúmen de la Legion of Super-Heroes.
El optimismo frente al fin del mundo: El “Five Years Later” de la Legion of Super-Heroes
Por Gonzalo Ruiz
Coloridos, ridículos, aniñados: tres definiciones que podrían aplicarse a casi cualquier título de la Silver Age de DC Comics, pero la cúspide de lo naif está en dos chicos y una chica que, en el Siglo XXX, formaron un club de superhéroes motivados por los mitos de Superboy. Una idea sencilla pensada por Otto Binder y Al Plastino con más intenciones de cobrar un sueldo que de armar una cosmogonía eterna, porque los artistas no volvieron a tocar nunca más a los personajes, ni juntos ni separados. Su propia mitología fue engordada con el paso del tiempo por otros asalariados y luego por el fanático número uno que tenía la serie, un treceañero Jim Shooter. Vale aclarar: esta simpática idea generó una fanbase enorme, sostenida por esos niños que hoy con más de 60 están ya no en fanzines o en correos de lectores, sino en grupos de Facebook, recordando cuando el futuro era más brillante.
Porque en algún punto, el futuro dejó de serlo así. A finales de 1989 cierra el tercer volumen capitaneado por el histórico Paul Levitz, tras 63 números llenos de puntos altos y algunos bajos que casi hunden al título más vendido durante los 80, esa década donde la editorial volvió a ser la número uno tras quedar eclipsada por Marvel veinte años antes. Quien tomó las riendas era el dibujante de los últimos 13 números, Keith Giffen, que venía de cosechar una cantidad importante de ideas y éxitos, y también con una historia a cuestas con la Legion of Super-Heroes. ¿Y qué hace el artista integral tras el final de las Magic Wars? Pisa el acelerador a cinco años en donde pasó de todo, pero primordialmente, la raza alienígena Dominator, protagonistas del evento Invasion!, toman el control de unos Planetas Unidos que estaban más divididos que otra cosa. La Legión misma estaba disuelta de facto, y la sensación apocalíptica sobrevuela en los 38 números donde Giffen fue amo y señor, con ayuda de un matrimonio, Tom y Mary Bierbaum, ultra fanáticos del grupo.
Pero aun entre el apocalipsis, esta primera parte del cuarto volumen conocido como el “Five Years Later”, el más extenso que tendría la serie en estos 60 años, es de los cómics más optimistas publicados en una era donde muchos artistas que entendieron mal Watchmen y Dark Knight Returns, trataron de hacer bandera propia lo crepuscular. Porque sí, el run de Giffen es bastante émulo de la obra magna de Moore y Gibbons, nueve paneles como elemento narrativo incluido, en cómo retratar un mundo que siempre pensábamos que era inocente pero en realidad nunca lo fue así. Pero no hay realismo en la historia, seguimos en el siglo XXX, ubicados casi al final del mismo, continúa el aura de space opera que fue parte del título desde los 70, pero las cosas son mucho más graves. Ahora hay guerras entre razas alienígenas, donde ambas pelean por el control de la Tierra misma, y la Legión es más un recuerdo cuasi nostálgico. Y donde más se para la historia es sobre la nostalgia, pero a diferencia de ridiculizarla como la simboliza Nite Owl II en Watchmen, la idea de volver al pasado es necesaria realmente para “salvar al mundo”. Por más que ahora los legionarios se llamen por su nombre de civil (no hay más rastros de los Boy, Girl o Lad) y sean gente grande que vio los horrores de la guerra y que quedaron estancados en el aplomo de la mediana edad, son los únicos capaces de traerle luz a esta nueva edad oscura.
Aun así, el 5YL no es sobre la nostalgia, por más que estos números estén plagados de referencias muy oscuras a eventos que pasaron una vez y en la Silver Age, sino sobre la necesidad perenne de que, si una vez fuiste superhéroe, siempre vas a serlo, es parte de tu ser y es necesaria, más cuando son muchísimas las cosas que están en juego. Aun así, Giffen no juega, como Moore, con lo ridículo que es ser un treintañero con poderes aún activo. El artista despoja a los personajes de la iconografía que los representa y los deconstruye de una manera tal vez más sutil, más lenta (cosa que te permite un ongoing, aunque esta serie estaría teñida por polémicas que no vienen al caso), que sirva para demostrar que sin la Legion, el mundo está perdido.
Probablemente esta sea de las etapas más complicadas de la serie, porque depende mucho del conocimiento que uno tenga de la Legión, pero sin dudas es de lo más interesante que se logró en el universo mainstream de DC Comics a principios de los 90, mientras los cómics se iban contagiando de una estupidización violenta y la necesidad de desmantelar groseramente a los héroes era una orden editorial, el Five Years Later estaba acá para demostrar que, frente al Apocalipsis, la gesta heroica es lo último en irse.
Long Live the Legion!
Cómo hacer magia en veinte páginas: Cerebus #36
Por Matías Mir
El año pasado decidí aprovechar la cuarentena para entrarle a Cerebus, esa obra enorme del jodido de Dave Sim. Necio fui, creyendo que iba a poderme leer los 300 issues en unos meses, y el proyecto sigue ahí, en el fondo de mi cerebro. Para motivarme a retomar la lectura, cuyos siguientes tomos tengo físicamente esperándome en la biblioteca, quiero detenerme en el que (hasta ahora) es mi capítulo favorito de toda la serie: el #36, “The Night Before”.
Contexto rápido: después de 25 capítulos de aventuras paródicas de cómics de espada y brujería y de superhéroes, Cerebus el Aarvdark llega al país de Iest, donde comienza el arco argumental “High Society”. El gran chiste de toda la saga es que Cerebus, un bicho salvaje, malhablado y forro, cae en medio de la clase alta de un país civilizado y moderno, y cómo por distintas razones (malentendidos y manipulaciones) empieza a encontrar su nuevo lugar como una figura aristocrática y política en este contexto. Eventualmente, Cerebus termina candidateado para ser el primer ministro de Iest, y comienza así una fiera y divertidísima campaña política en la que todos juegan sucio.
La noche anterior al día de la votación, con todas las papas en el fuego, Cerebus recibe en la terraza del edifico la visita de Jaka. ¿Quién es Jaka? En el capítulo #6, Cerebus es intoxicado por unos bandidos con una misteriosa poción que termina haciendo que se enamore de una bailarina exótica, Jaka. Ella está metida en distintos problemas con los bandidos, y un Cerebus ilusamente enamorado la salva, ofreciéndole una vida juntos. Cuando resuelven el conflicto y parece que van a ser felices por siempre, el efecto de la pócima se desvanece y Cerebus olvida por completo a Jaka y su romance. Pero ella no se olvida, y queda en la taberna, abandonada.
Entonces, el encuentro con Jaka. Todo el capítulo transcurre en un mismo escenario: una terraza con techo vidriado y cuadriculado. La estructura metálica que envuelve a los personajes es una grilla símil a las propias viñetas, y los enmarca como tales.
El issue entero es una conversación. Solo hay dos personajes hablando en esa escenografía que Sim establece ya desde la portada. Es una dramatización, una puesta en escena, y ellos son los dos actores. Todo el capítulo, como vamos a ver, es una teatralización que se sostiene por el lenguaje, tanto el verbal como el corporal.
La conversación entre Cerebus y Jaka es un juego de tensiones. Él le habla de su nueva y lujosa vida como potencial próximo primer ministro, y ella le habla del pasado, de su yo salvaje y mercenario que no transaba con nada de eso. Cerebus la ignora y comenta sus variadas frugalidades, incluyendo un diálogo magnífico en el que dice que su traje fue pagado con dinero de papel (“de verdad, no como el oro que usan en los barrios bajos”), olvidando en una perfecta metáfora de sí mismo que el dinero en papel es solo una representación del metálico. Además, hay un elefante en la sala y es el hecho de que Cerebus la recuerda ahora, aunque se suponía que la había olvidado. También hablan de eso.
Cerebus quiere presumirle a Jaka su nueva vida y ofrecerle un lugar en ella, “salvarla” de alguna forma de la vida en los bajos que tenía, pero empieza a ser muy obvio que en realidad lo hace porque le incomoda Jaka. Le incomoda porque le recuerda a él y a su pasado salvaje. Jaka es la única persona (cuerda, al menos) que lo conoció cuando era un Aarvdark guerrero y que lo reconoce ahora, y es un recuerdo andante de que él no pertenece a ese lugar o a ese estilo de vida, que es una representación en papel de algo real que no tiene valor ahí. Los dos dan vueltas, tironean de la conversación, hablan sin hablar y dicen sin decir que hay una tensión invisible e irresoluble entre esas dos mitades de Cerebus: la superficial y la que quiso enterrar. El papel y el oro.
Al final, Jaka se rinde con las palabras. En las últimas siete páginas del issue, el marco negro que envuelve a las viñetas empieza a cerrarse cada vez más en cada página, encerrando a Cerebus a medida que ella se dirige hacia la puerta. En un último intento por recordarle a Cerebus quién se supone que es, le deja un paquete que compró con sus últimos ahorros. Cuando queda solo, él lo abre de a poco, en una escena muda magnífica en la que los lectores vamos entendiendo junto al personaje, incluso antes de que termine de abrirlo, qué hay en ese paquete. En la página final, se revela la espada olvidada de Cerebus, la que ya sabíamos que se venía. Es la evidencia concreta y definitiva de que en esa conversación, la que siempre tuvo razón fue Jaka. Incluso si Cerebus quiere olvidarlo, incluso si cree que puede tapar su pasado con dinero, no puede negar la espada que tiene entre las manos.
Es un final magnífico, pero la historia recién está empezando a esa altura. Con el correr de los capítulos, y llegando al final de “High Society”, Cerebus va a terminar volviendo a empuñar su espada, dispuesto a morir ante un ejército imposible, entre otras cosas. Todo ese arco argumental es una de las historietas mejor escritas y ejecutadas y más emotivas que leí en mi vida, pero esas veinte páginas de Cerebus y Jaka bajo una grilla de metal y noche son especialmente inolvidables.
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