Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este contacto, ¡seguimos de vacaciones! Pero rellenamos febrero con un par de rescates de ensayos publicados lejos y hace tiempo a los que les hacía falta una republicada. Quizás ya los leíste, quizás no te interesan, pero no queríamos que faltasen en nuestro querido O/2.
By the way, el viernes 8 de febrero salió el episodio 50 (y final) de CTRL+Comics, el podcast de los amigos de Editorial Deriva. Y tuvieron la amabilidad de invitarnos a conversar. Casi dos horas de cebamiento comiquero que pueden escuchar acá abajo. Y nuevamente le agradecemos la invitación a Pablo y Athos.
Benjamin Marra y la violencia bien entendida
Por Gonzalo Ruiz
Este texto salió publicado originalmente en el primer número de la Comiqueando Digital, en marzo del 2021.
Hijo predilecto del comic independiente norteamericado publicado en blanco y negro en los ´80 y de la avanzada de la ultraviolencia en el mainstreamque desembocaría en la fundación de Image, el canadiense Benjamin Marra hizo propia la temática más recordada de aquellas publicaciones. Este estudiante de David Mazzucchelli y gran deudor de Paul Gulacy tuvo su primer contacto con la historieta independiente con la primera obra del hoy reconocido Darick Robertson, Space Beaver, otra aventura hiperviolenta protagonizada por un bicho antropomórfico, surgida tras la explosión de popularidad de las Teenage Mutants Ninja Turtles.
El niño Marra se aferró a este credo que años después le marcaría perfectamente el camino a seguir: el comic con la violencia y la desfachatez como un acto subversivo. Historias rápidas cuyo desarrollo se equipara con el punk básico de The Ramones y cuyos desvaríos se equiparan a películas exploitation producidas por la Cannon en los´80, todo curado con un halo de autoconciencia que eleva el contenido. Es decir, Marra deja bien en claro que la cosa es en serio, por más que ocurran cosas extrañas y que de golpe una simple historia de asesinatos termine por desembocar en una secta satánica.
Con la independencia como bandera, en 2008 arma su propio sello editorial, Traditional Comics, donde imprimió sus propios comics en blanco y negro a muy bajo precio. El grueso de su obra son varias historias cortas que denotan las obsesiones ya mencionadas del dibujante. Pero sin embargo, lo más destacado es su dibujo y las diferencias estéticas que existen entre él y el tipo de comic con el que alega sentirse influenciado No hay parecido a los dibujantes que tan en boga estaban en esos años (Todd McFarlane, Jim Lee, Rob Liefeld), no hay rastros de amerimanga, sino un diseño estilizado con expresiones rústicas. El dibujo es sucio, adusto, casi escatológico, a tono con sus guiones, con influencias tan diversas como Gulacy o diseños de máquinas de pinball, trabajadas con una velocidad importante que Marra mismo define como su propia filosofía de vida.
También ilustrador para diversos medios norteamericanos como Vice, Playboy, New York Times o Rolling Stone, hoy Marra logró un reconocimiento en parte gracias a las reediciones que Fantagraphics hizo de sus obras, recopiladas en tres libros (también traducidos al español por Autsaider), tal vez de los más fundamentales para entender cómo es hoy el comic underground estadounidense del Siglo XXI, también denominado “outlaw”.
NIGHT BUSINESS
Inspirado en los magazines del género Men’s Adventure (historietas para hombres adultos donde transcurren aventuras violentas protagonizadas por prototipos de machos), esta es su primera miniserie publicada originalmente en cuatro revistas. Una figura enmascarada asesina strippers a lo largo de la ciudad, algo que preocupa bastante a Johnny Timothy, agente de varias bailarinas exóticas, al ver cómo falla en su rol de protector de las chicas. A medida que avanza la historia, varias tramas se entrecruzan con guerras entre cafishos y agentes, la aparición de Casty, una stripper que logra sobrevivir a su cruce con el asesino y que decide tomar el manto de justiciera, y la aparición de una secta satánica que controla la ciudad desde las más altas esferas.
A partir de una historia básica de venganza, el desarrollo solo escala hacia arriba y sin ninguna clase de techo en cuanto a acción se refiere. Todo lo que tiene que explotar, lo hará a lo grande, graficado explícitamente en varios splash pages. Todos los puños y patadas se darán de manera ininterrumpida, y las situaciones de extremismo puro, se ven a cada ojeada rápida que se le dé al cómic. Pero es ahí donde reside lo fantástico de la obra y en cierta manera marca el aura general de las historias de Marra: no le teme a ser una ridiculez (esto dicho con los ojos ubicados y anclados en el Siglo XXI) exacerbada que le rinde homenaje a películas de Charles Bronson y Sylvester Stallone post-Rocky, con componentes de sórdida sensualidad propias del cine euro-trash o del giallo italiano.
TERROR ASSAULTER O.M.W.O.T.
Su segunda obra larga, publicada originalmente en una sola revista. Una distopía donde, tras el 11 de Septiembre, la administración de George W. Bush arma un comando anti-terrorista basado en agentes solitarios con libertades absolutas de poder. El protagonista principal, sin nombre, se encarga a lo largo de cuatro capítulos de despachar a todas las amenazas que que buscan atentar en Estados Unidos.
Terror Assaulter es Marra en su máxima expresión. Concebida de manera experimental, el artista improvisó el guión con una única idea en frente, que era llevar la acción lo más lejos posible. Una mezcla de Miami Vice con las políticas de estado en Estados Unidos post-ataque terrorista a las Torres Gemelas llevadas a un ridículo absoluto. Lo mismo hace con la figura de los “héroes de acción” nacionalistas, cuyos planes siempre salen bien y se llevan a la chica más linda a la cama. El Terror Assaulter es infalible y se coge todo lo que puede y quiere (de manera totalmente explícita), incluyendo hombres. Los diálogos están pensados para ser de lo más bruto posible, con redundancias respecto de lo que vemos en el dibujo (más Paul Gulacy que nunca, con caras angulosas, más el toque Marra con trazos simples, casi burdos y adustos por momentos), mientras las secuencias de acción se apilan página a página.
AMERICAN BLOOD
Así como se suele decir que la mejor manera de conocer a un mangaka es con libros autoconclusivos con historias cortas en lugar de títulos eternos, American Blood es el recopilatorio ideal para conocer a Benjamin y a sus obsesiones (aunque en honor a la verdad, cualquiera de los tres libros funciona como disparador inicial, este al menos ofrece diversidad de géneros y hasta de estilo artístico). Un libro editado por Fantagraphics que reúne todos los one-shots o mini-series que el artista hizo para su propio sello.
Las primeras tres historias parecen justificar el título del recopilatorio, ya que dialogan con la idiosincrasia de Estados Unidos. Las tramas involucran a una pandilla de raperos (Gangsta Rap Posse, un grupo ficticio inspirado en NWA, que llevan al extremo la “guerra de bandas” en las se que suelen envolver los grupos de hip-hop), a un negro en la época post-guerra civil (Lincoln Washington) y una fantasía erótico-violenta protagonizada por una periodista que existe en la vida real (Maureen Dowd, de cuyas columnas para el New York Times post-11/9 Marra se volvió fanático).
A modo de interludio está Ripper & Friends, otro one-shot de absoluto humor negro protagonizado por una pandilla de perros, dibujado con un registro muy distinto, un intento por copiar los trazos de un nene, que incluyen falsas publicidades, como si la revista fuera un cartoon de sábado por la mañana, pero con una tónica absolutamente prohibida para menores. Las últimas tres historias son tres parodias del género de espada y hechicería, menos graciosas pero sí con giros ridículos ad-hoc. Blades & Lazers, la que cierra el libro, es la más destacada con un dibujo más logrado y cercano al de Jack Kirby.
MARRA & CIA.
Incluso sin salir del underground, el notable éxito y repercusión que cosechó Marra lo llevó a participar en otros proyectos por fuera de su propia editorial, incluso como dibujante de guiones ajenos. En 2010, fue convocado por Marvel Comics para ser parte de la antología Strange Tales II, donde participa con una historia corta del U.S. Agent, en el que hasta hoy es su único trabajo publicado en el “mainstream”, aunque dentro de un “ecosistema” donde todos los partícipes venían de la publicación independiente. La historia, fiel al estilo del artista, involucra a John F. Walker en una pelea contra un terrorista que fusiona su ADN con el de un velociraptor.
Cuatro años después, Joe Casey convoca a un contingente de artistas, también independientes, para una miniserie de Dynamite dedicada a una creación de Jack Kirby: Captain Victory and the Galactic Rangers. El aporte, si bien menor en dos números, muestran a un artista que creció de manera exponencial en los últimos años, con un manejo del color y una estilización de trazos que no se veían en sus obras solistas.
En 2018 llega a la antología Heavy Metal, de la mano de su editor Grant Morrison. Nuestro ídolo escocés le da a Marra una historia corta donde mezcla los universos del escritor beatnik William S. Burroughs con el de David Bowie. El Inspector Lee (uno de los “protagonistas” más repetidos dentro de la esquizofrénica literatura de Burroughs) está a la caza de las diversas encarnaciones que el músico inglés tuvo a lo largo de su carrera: el Tin White Duke, Major Tom, Thomas Newton, Button Eyes. Un homenaje delirante a dos figuras tan cercanas como opuestas.
Y por último, un año después y nuevamente con Joe Casey, encara Jesusfreak para Image, una reversión salvaje de los mitos bíblicos de Jesucristo que tranquilamente se le pudo haber ocurrido a Marra solo. Un Jesús que en lugar de combatir las influencias del Diablo mediante la palabra de Dios, lo hace con artes marciales. El dibujo, por supuesto, está completamente alineado a la onda Gulacy de Master of Kung-Fu, y entrega secuencias que, nuevamente, muestran a un artista que hace un uso correcto de sus influencias y habilidades absorbidas en tantos años de militancia underground.
Benjamin Marra es parte de una lista de artistas underground dignos de seguir y tener en cuenta, dibujantes y guionistas irreverentes que no le temen al ridículo y rechazan la solemnidad y la tibieza que se encuentran en las editoriales “mainstream”. Es único tanto en su estilo gráfico como en su forma de contar las cosas, así como el uso de las influencias al momento de armar los guiones. Siempre que se acumulan las malas noticias en torno a Marvel y DC (que cancelan títulos, que matan personajes, que echan indiscriminadamente a sus empleados), se habla de “el fin de la historieta”. Y entonces pienso en gente como el quía, artistas kamikazes que siempre tienen algo para contar y que no van a permitir que el formato muera en manos de la indiferencia y la apatía.
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