Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonza reflexiona junto a un colega sobre el humor y Matías descubre lo que quizás sea la mejor antología de historieta nacional.
“La Argentina en pedazos”: ¿La mejor antología nacional jamás publicada?
Por Matías Mir
No será un mega-Santo Grial inconseguible, pero La Argentina en pedazos tampoco es un libro sencillo de conseguir. Publicada por Ediciones de la Urraca en 1993, esta antología recopila una serie de historietas y textos preliminares que originalmente salieron en la primera etapa de Fierro (#1-3, #6-9, #16, #22-23, #28, #37). Bajo el ala de Ricardo Piglia, que escribía las introducciones, un montón de estrellas de la historieta de fines del siglo pasado produjeron una serie de adaptaciones libres a distintas obras no historietísticas de nuestro país. Y si no me creen que esto es un dream team, lean el índice:
El Matadero (Esteban Echeverría) adaptado por Enrique Breccia.
Los dueños de la tierra (David Viñas) adaptado por Enrique Breccia.
Mustafá (Armando Discépolo) adaptado por Enrique Breccia y Norberto Buscaglia.
Las puertas del cielo (Julio Cortázar) adaptado por Carlos Nine y Norberto Buscaglia.
Un fenómeno inexplicable (Leopoldo Lugones) adaptado por Carlos Roume y Otto Carlos Miller.
La gallina degollada (Horacio Quiroga) adaptado por Alberto Breccia y Carlos Trillo.
La gayola (Tuegols y Taggini) adaptado por Crist y Norberto Buscaglia.
Cabecita negra (Germán Rozenmacher) adaptado por Francisco Solano López y Eugenio Mandrini.
Historia del guerrero y la cautiva (Jorge Luis Borges) adaptado por Alfredo Flores y Norberto Buscaglia
Boquitas pintadas (Manuel Puig) adaptado por El Tomi y Manuel Aranda.
La agonía de Haffner, el Rufián Melancólico (Roberto Arlt) adaptado por José Muñoz.
Una de las cosas más interesantes (y que siempre resalto de las buenas antologías) es cuando se siente que tienen un criterio, que no son una recopilación azarosa de historias basadas en la disponibilidad. La Argentina en pedazos tiene una unidad temática que es la de revisar en relativo orden cronológico la historia argentina desde la perspectiva social, concretamente desde la perspectiva de los oprimidos, los pobres, los salvajes, los inmigrantes y los “otros”. Es la “otra historia argentina” desde el arte, encarnada en las novelas, los cuentos y los tangos y atravesada por la historieta por un montón de maestros.
Las primeras dos historias de Breccia hijo (la primera quizás la más conocida por fuera de esta serie) son de las más brutales. El “Churrique” en sus momentos más inspirados para retratar la violencia y la ira, y con un nivel altísimo de recursos para marcar la diferencia entre los ricos y los pobres no solo desde el diseño sino desde el entintado y hasta desde el rotulado. Ya en la tercera no creerías que es el mismo porque usa su estilo más cómico y claro, pero la magia queda.
En Las puertas del cielo, Nine dibuja una caliente, incómoda y sudorosa escena de las clases medias altas de Buenos Aires con cameo del propio Cortázar. Hay algo muy gracioso en la historia de Nine y Buscaglia: yo compré este libro casi exclusivamente por estas páginas, y sin embargo resultaron ser las que menos me gustaron. No porque fueran malas, en absoluto, sino porque me interpelaron menos de todas las grandes historietas que hay en el compilado.
Las historietas de Crist y de Roume y Miller combinan un uso interesante de la puesta en página con un arte logradísimo. La de Solano es un relato buenísimo en un estilo a lápices que le queda genial. Las adaptaciónes de Breccia y Trillo; y Flores y Buscaglia de Quiroga y Borges respectivamente son simplemente geniales. Cómo agarran el concepto, cómo lo traspasan a la historieta, el juego que hacen. La de Breccia es la otra gran historia conocida por fuera de estas páginas, y en este libro, junto la Fierro en la que salió originalmente, es de las pocas versiones locales en las que sale con sus tintas rojas (no es así en la edición disponible en tiendas actualmente) sin las cuales el giro semántico no tendría sentido. Y por último, El Tomi (con Manuel Aranda) y José Muñoz hacen unas adaptaciones interesantes en las cuales solo agarran apenas un pedacito de la obra original y las convierten en un relato propio y autocontenido. Si sos parte del club de fans de Muñoz, entonces tenés que hacerte con estas paginazas.
Pero más allá de lo fantástico de las historietas, vuelvo a la idea de unidad. Incluso mejor que su lectura original en Fierro, la antología leída como un cuerpo sólido, incluyendo los textos de Piglia, insalteables, propone esta visión histórica a través de la cultura y proyectada en la historieta que se me hace alucinante en su proyección y ejecución. Como entrada a la historieta argentina clásica, presenta una multitud de páginas de un montón de artistas del lado Urraca de la historieta, como una especie de catálogo de lo mejor que podía consumirse en esa época (con algunas ausencias notables, por supuesto). Acaso quisieron las complicaciones legales y las opiniones divididas de los participantes que este libro no se haya seguido reeditando para siempre, porque me parece loquísimo que alguna vez todos esos nombres hayan participado entre las mismas dos tapas y no sea un imprescindible recomendado en todos lados y publicado en varios países. En efecto, la Argentina sigue estando en pedazos, pero al menos las historietas están intactas.
El humor como parte de la idiosincrasia argentina
Por Gonzalo Ruiz, en colaboración con Christian Di Pasquo1
¿Es el humor un factor clave entre nosotros, los argentinos? De manera gráfica nos acompaña no solo desde los albores de la producción historietística local, sino incluso desde los albores de la fundación de este país. El humor funciona de muchas maneras como un catalizador para la protesta, como una observación de las pequeñas delicias de la vida cotidiana. Sea en una revista especializada, un diario o Instagram, el humor siempre está acompañando.
Los primeros esbozos de humor gráfico en estas pampas datan de marzo de 1779, cuando un anónimo repartió un pasquín donde se lo veía al Virrey Vertiz, junto con el contador Francisco de Cabrera, en un burro camino a la horca, un acto de protesta en base a un aumento de impuestos. El humor como protesta política surgió durante los años de la independencia argentina, donde se repartían volantes humorísticos de los criollos peleando por la independencia o españoles que defendían su colonia.
Estos primeros años contaban con Fray Castañeda como protoreferente, quien en 1815 fundó una escuela de dibujo y llegó a dirigir y escribir siete periódicos a la vez. Desde su creatividad, atacaba al gobierno de turno hasta que, en un claro ejemplo de censura, fue desterrado. Otro precursor fue Henry Meyer, de origen francés, fundador de El Mosquito en 1863, diario de sátira política que fue publicado a lo largo de 30 años. Esta publicación seminal dio paso a PBT y la Caras y Caretas, probablemente una de las revistas más longevas de la historia.
Como muestran estos primeros ejemplos, la historia coloca al humor como una expresión ideal para canalizar las discrepancias políticas. Por supuesto, la censura no se haría esperar demasiado, siendo Juan Manuel de Rosas uno de los precursores. Posteriores dictaduras y gobiernos democráticos siguieron protegiendo sus intereses en contraposición a historietas que se encargaban de ridiculizarlos.
La imposibilidad de contar algo que podría considerarse políticamente incorrecto permitió el avance de un humor más costumbrista y hasta picaresco. Con el campo dominado por personajes unidimesionales, como Rico Tipo de Divito o Avivato de Lino Palacio, entre otras publicaciones de los 40 y 50. La efervescencia de los años '60 da paso a Tía Vicenta de Landrú (en la que dio sus primeros pasos Caloi), donde se retoma el humor político como punto central, hasta la llegada del nefasto onganiato, que nuevamente cortaría las alas de la expresión política.
Los 70 trajeron un crisol de nombres que hasta el día de hoy son recordados. Desde Córdoba aparecía la Hortensia (donde Fontanarrosa presenta a Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso); y en Buenos Aires, Andrés Cascioli codirigió primero la Satiricón (junto a Oskar Blotta) y Chaupinela, dando paso a la Hum®. Para este entonces, los partícipes ya tenían su nombre tallado en oro dentro de la historia del humor gráfico. A los ya mencionados hay que sumar a otras figuras que venían apareciendo desde la década anterior: Crist, Alberto Bróccoli, Quino, Carlos Garaycochea como los más destacados. Para elevar la importancia del humor gráfico, muchas de estas figuras tomaban por asalto las últimas páginas del diario Clarín, permitiendo la expansión de sus popularidades mientras aprovechaban la libertad que las revistas dedicadas al género les daba.
Los años 80 y 90 dieron la bienvenida a la revista Fierro y luego a la independencia del fanzine y publicaciones locales de baja tirada, además de la aparición de revistas de información como la Comiqueando. Esto permitió un crecimiento exponencial de nombres que hoy ya tienen su lugar dentro del bálsamo de la historieta argentina. Figuras como Liniers, Niño Rodriguez, Gustavo Sala, Max Aguirre o Podeti militaron la historieta desde lugares humildes hasta conquistar las contratapas de los diarios más importantes del país, para ser quienes hoy porten la bandera del humorismo gráfico moderno.
De alguna manera u otra, el humor siempre está presente, como un canalizador para expresar inconformidad o como un espejo que refleja lo que vemos en lo cotidiano de nuestra vida. Hay otras maneras, aparte de la disconformidad política, de expresión, que se fueron sumando con el correr de los tiempos, como por ejemplo la parodia exacerbada.
El marplatense Sala marca la cancha desde los años 90, haciendo comentarios punzantes sobre dos de los sectores más serios y conservadores: los consumidores de historietas y la música. A través de Comiqueando, se presentaron los "historetipos", arquetipos completamente ofensivos de aquellos que consumían cierto tipo de cómics. Y, más cercano en el tiempo, el Bife Angosto del Suplemento No que publica Página 12, donde no se salvan músicos, consumidores de música o vendedores de discos, todos reciben la atención que merecen (o no, dependiendo lo que juzgue cada uno). El dibujante empuja esa frivolidad o delicada solemnidad hacia la nada y la hace desaparecer. Lo mismo hace Esteban Podetti, deconstruyendo no solo a las generaciones modernas y sus costumbres, sino también a la cotidianidad a través de La Caja.
Para el humor nada es sagrado, ni la política ni los deportes ni los seres humanos. Atraviesa cada una de nuestras cuestiones y vivencias para parodiarlas, para bien o mal nuestro. Será tal vez, las idas y venidas que ha tenido la historia argentina las que nos han dado la capacidad de reírnos de nosotros mismos todos los días. Ojalá nos siga durando.
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Agradecimiento especial a Christian Di Pasquo por la investigación. Christian es cofundador de la red de podcast Lunfa, donde cocondujo el programa Supercast (dedicado a historieta) entre otros. Además, difunde el humor gráfico a través de Twitter con el Archivo de Humor Gráfico Argentino (@AHGArgentino).