#76: La crítica, una vez más // Cerebus (V)
(Todavía) más divagues, lecturas degradantes e historietas
Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonza vuelve de sus “vacaciones” y Matías mete acelerador (y se enoja bastante) en su diario de lectura de Cerebus.
La guía Oficio al Medio para el crítico moderno
Por Gonzalo Ruiz
No, esta entrega no pretende ser una escuelita de crítica o de periodismo, el título es solo un homenaje a un compilado de King Crimson puesto simplemente porque nunca se cómo titular correctamente estos “divagues intertextuales”, que siempre empiezan por un lado y terminan por el otro. No porque me cueste desarrollar un texto (ojo, a veces sí…), sino porque elijo acumular diversas ideas/opiniones/choques personales que me surgen cuando leo una historieta.
Parte de lo de hoy me sale debido a un podcast que coconduzco, Distinguida Competencia, que actualmente analiza títulos de DC de principios del siglo XXI. Andrés Accorsi, el otro coconductor y quien me ayudó a elegir los 52 títulos que vamos a repasar, eligió varias cosas, entre ellas ongoings de personajes que nunca me interesaron leer. Esto viene a colación de un episodio publicado en enero donde hablamos de un personaje y un guionista de los cuales estoy lejísimos de ser fan. El personaje es Superman y el guionista Geoff Johns. Hay una cosa clara: cuando leemos “porque sí”, porque disfrutamos de una lectura sin la necesidad de convertirla en una nota, a veces optamos por cosas que están en nuestra zona de confort o por descubrir algo nuevo que viene por algún tipo de recomendación, que generalmente vienen de personas a quienes les confiamos esa complicada labor de “recomendar” (más de esto en breve). En este estadio de lectura, las cosas que no nos gustan o interesan quedan lejos.
Pero ¿cuando el laburo llama? A veces no es opción esquivar el bulto. Es decir: decirle a Andrés que no me interesaba leer el ongoing de Johns en Action Comics no es un camino fácil. Porque podría haber hecho una contrapropuesta, pero cuando tenemos la intención de hacer un repaso por “lo mejor” de un período, a veces hay que comerse sapos. Y esto, claro está, es un gran peso de subjetividad que a veces no se tiene que aplicar, más allá de que el podcast no es de un excesivo rigor periodístico/investigador. Es difícil esto último igual, sobre todo en un elemento tan relajado como el podcast, que roza con la informalidad de los modos de expresión que salen (no me refiero en cierto puñado de chistes verdes que se tiran, obra y gracia de mi coequiper). La obra completa del entintador y su coyuntura (sic) no nos interesa cuando lo mencionamos, nos basta con decir que es grosso (o no), capaz para una información más detallada hay otros tipos de podcast o sitios web incluso.
Pero bueno, sigo.
El “no me gusta” dentro del oficio no es una opción. O sea, lo es, pero es una que nunca voy a elegir. La idea de crítica negativa no me gusta, no sé si hablé de esto acá o no, pero en resumidas cuentas, me vale decir que encuentro una pérdida de tiempo hacer una nota o un podcast con la intención de salir a matar una obra/personaje/artista, me parece al pedo. A lo sumo puede haber “peros” cuando toca reseñar algo (no todo lo que existe es una obra maestra), pero nada que defina por un “a favor” o “en contra”. En esos casos, donde la lectura es una cagada (que las hay, lo puedo asegurar), me parece más sano obrar con el silencio. Pero como justamente el “no me gusta” dentro del oficio no es una opción, menos lo es el prejuzgue, termino leyendo en cantidades casi exactas cosas buenas y malas. Lo mejor pasa cuando te sorprenden, y a esto voy con la anécdota que dio pie a este texto. En dicho podcast me tocó leer unos cuatro trade paperbacks de Superman, donde la gran mayoría rozaban, a mi criterio, el embole. Excepto por un tomo, probablemente la sorpresa más grande que tuve, porque encontré algo que jamás esperaba ni de Superman1 ni de Johns. Escape from Bizarro World es una maravilla coescrita por Johns y Richard Donner, el director de la primera película de Superman devenido en guionista de cómics. La historia es tan perfecta que tiene esa virtud (o pecado, según como lo quieras ver) de que si sacas a Superman, Bizarro o Pa Kent de la ecuación y los reemplazas por figuras similares, funciona igual de bien. Básicamente estos tres números son una huida de un mundo pseudozombie que tiene una misión con mucho corazón en su desenlace.
Y voy a ser honesto, este libro que quiero recomendar enfáticamente (si esto lo leen en tiempo y forma, el próximo martes quizás entre en mi columna Papa Fina en Comiqueando Online una reseña) aunque solo llegué por la obligación que me generó el oficio. En este caso, un podcast. Sin ese empuje, nunca hubiese llegado a esto, y capaz me perdía un cómic que me hacía cambiar de opinión con respecto a Johns (no lo logró, de todos modos). Y a veces nuestra subjetividad combinada con el prejuicio es un pecado en el que incurrimos todos al momento de elegir una sorpresa o incluso de atender una recomendación externa. Es decir, mi tarea hoy, o más bien el martes que viene, es de convencerte de alguna forma de que este libro es una masa, que ojalá no te lo pierdas si no sos fan de Superman o Johns. No cometas el error que cometí yo. Pero bueno, a mi me convenció el laburo, ¿a vos te convence una lectura de reseña? ¿Cómo se logra eso? No se si nosotros los divulgadores nos ponemos a pensar en este tipo de preguntas al momento de escribir/grabar, en cómo carajo hacemos para convencer al que nos lee/escucha. Nuestra tarea es la de extender los puentes que unen al lector con su lectura, pero vender algo que le es ajeno al otro es difícil.
Recomendar es difícil, más de lo que uno piensa. Me pone nervioso cuando alguien me pregunta por un disco, película, cómic. ¿Cómo carajo hago que alguien empiece a escuchar a Frank Zappa, que tiene más de 100 discos donde ninguno es parecido al anterior y que por ende no tiene una etapa “accesible”? ¿Cómo podés hacer que alguien entre a William S. Burroughs, por los libros pulp que son más aburridos o por los experimentos lingüísticos traducidos así nomás? Obvio que Naked Lunch es un libro seminal, pero también es difícil. Por supuesto que en nuestro ámbito principal es un poquito más fácil, pero ni tanto. Ok, le podes dar a alguien Year One, Man of Steel, etc. Pero ¿después de eso? ¿Vamos a relegar al futuro lector a que elija solamente tomos más o menos autocontenidos? La situación de recomendar historietas es la misma que sacarle la correa a un perro en medio de un descampado: puede salir disparando para cualquier lado. Porque después condenás al pobre cristo recomendado a que elija algo que tiene más de 80 años de historia. Capaz sea más fácil el manga, que una historia podrá tener 100 tomos, pero es una historia que va en una incólumne línea recta que chocará con su final en algún momento. Pero de nuevo, es convencer a un lector de un sistema editorial muy diferente al regular (para empezar, se lee “al revés”). Después está el páramo de las “novelas gráficas”. Sí, detesto el término, pero para no hacerla difícil: Le das un Maus o Watchmen a alguien más “adulto”... ¿Y después? Justo son obras que no tienen parte dos2, y después encontrar novelas similares es una tarea muy difícil. Digamos, agarrar a un novel que leyó la mítica obra de Moore para después mandarlo a leer Maximortal o Brat Pack es como sacar a un tipo del Teatro Colón y largarlo en un festival de powerviolence de La Cultura del Barrio (antro donde me comí las mejores piñas de mi vida, but I digress…). El arte de recomendar es bastante picante, a veces uno tiene que estar preparado no solo para recomendar LA OBRA, sino para seguir indicando en el mapa cuál es el camino a seguir.
Y eso es más difícil que saber por dónde empezar. Por lo menos así lo veo yo. Ojalá, por lo pronto, que estos espacios nombrados sirvan para una recomendación sana. Tarea difícil y algo ingrata si la hay.
Aunque, como dirían los Stones, I like it.
Cerebus V: Madres e hijas
Por Matías Mir
Quién poronga me manda a mí a leer esto.
Sigo a paso firme con la intención de completar una meta comiquera que me impuse hace ya unos años: leer la totalidad de Cerebus, la demente obra del aún más demente Dave Sim. Con la excusa de escribir estos diarios de lectura, avanzo a la segunda mitad de la epopeya y me encuentro con los pasajes más complicados y con muchas razones para no seguir leyendo. Irónicamente, la historieta está cada vez mejor. Para entender esta dicotomía, hay que meternos de lleno en...
Madres e hijas
Este arco argumental (#151-200, octubre de 1991 a noviembre de 1995) es casi tan grande como Iglesia y estado, pero acá Sim tuvo la buena idea de partirlo en cuatro libros en vez de solo dos para hacerlo un poco más rentable y, sobre todo, transportable. Ojalá eso lo hiciera también accesible, pero Mothers & Daughters es una selva impenetrable para el lector incauto… y por más de una razón.
El primer libro, “Flight”, continúa inmediatamente donde nos quedamos la última vez, con Cerebus saliendo de su catatonia para agarrarse violentamente a los espadazos con las Cirinistas, este ejército de ocupación matriarcal fascista que tomó Iest por la fuerza. Completamente desatado, furioso y enloquecido, Cerebus aprovecha no solo su fuerza sino su influencia en el pueblo para despertar una insurrección solo con un buen discurso incendiario (como en sus días de papa) y se va todo bien a la mierda.
Mientras tanto, el salto del protagonista a la acción marca un quiebre cósmico en la realidad que pone en movimiento un montón de subtramas, algunas de hace más de cien entregas. Si uno no venía leyendo con atención, tranquilamente se pierde en el complejo entramado que va armando Sim. Fue colocando piezas y repartiendo cartas durante años para, finalmente, arrancar con la partida más grande y complicada de la historia. La metáfora lúdica no es azarosa, porque “Flight” es medio una paja narrativa en la que el autor nos quiere convencer de que todos los eventos que ocurrieron hasta ahora funcionaban como movimientos de un juego cuyas reglas solo él conoce. Mitad ajedrez, mitad tarot, mitad truco, todo avanza mientras Cerebus viaja oníricamente hacia un literal tablero de ajedrez cósmico donde juega una partida con Suenteus Po, ese personaje cuya voz psíquica viene apareciendo desde el principio de la serie y acompañando a nuestro cerdo hormiguero cada vez que necesita una revelación astral.
Después de esa secuencia reveladora, bajamos de vuelta a tierra para la segunda parte, “Women”, en la que ya el conflicto empieza a sacar chispas. Mientras las subtramas siguen alcanzando puntos impensados (y el Roach pasa por un par de transformaciones más, incluyendo PunisherRoach y Swoon, la parodia de Sandman), la cosa se va definiendo como un inminente enfrentamiento entre tres facciones: Cirin (con sus Cirinistas), Astoria (con sus Kevillistas, la rama rebelde del matriarcado) y, por supuesto, Cerebus. De una u otra forma, los tres buscan el mismo objetivo: alcanzar alguna clase de nirvana, de iluminación definitiva, y moldear el mundo a su imagen. Con todos los signos místicos indicando que el momento de la ascensión definitiva está por caer, las tres líneas confluyen en un mismo punto… con un invitado sorpresa. El mismísimo Suenteus Po, de carne y hueso, se les aparece, y estos cuatro personajes cargados de intencionalidad narrativa chocan en una misma sala.
No sé si lo dije hasta ahora, pero Suenteus Po es un cerdo hormiguero. También Cirin. Ninguno es pariente del otro, sino que es más como una suerte de mutación/existencia fortuita que los conecta a fuentes de magia y explica muchas de las situaciones sobrenaturales que le fueron pasando a Cerebus a lo largo de toda la serie.
Pero volviendo: Cerebus. Astoria. Cirin. Suenteus Po. Mes a mes, la trama iba acercando estos tres puntos, picándose con cada entrega, con giros y contragiros, con revelaciones, atentados, idas y vueltas que solo cargaban más de tensión este encuentro como si fueran pólvora y fósforo. Se juntan por primera vez todos ¡y entonces…!
Y entonces Dave Sim te clava CATORCE PÁGINAS de una novela ilustrada que no tiene nada que ver con lo que veníamos leyendo. Lo repito por las dudas: CA-TOR-CE PÁGINAS de texto corrido y algún dibujo. Sim le fue agarrando el gusto a la prosa a lo largo de la serie, y fue encontrando nuevas formas de incorporarla a la trama para expandir y profundizar escenas o información clave. Acá, sin embargo, tensa al límite la paciencia del lector interrumpiendo uno de los puntos de mayor manija de su propia historia para ponerse a contar una historia paralela sobre un alter ego de él mismo dentro del universo de Cerebus.
Resulta que empezamos la tercera parte de esta historia, “Reads” (algo así como “lecturas”, que es el nombre coloquial de los libros de ficción en este mundo), en la cual Sim decidió que ya no le basta con sus largos editoriales o responder el correo de lectores o todas esas páginas extra que le mete a la revista en la que expone su derecho a réplica de cosas que no le preguntaron. No, la gente definitivamente compra Cerebus para leer su prosa (¡a doble columna!), así que ahora es parte de la historia.
Para ser justos, esta novela, que alcanza las 56 páginas de revista (incluyendo ilustraciones), no está para nada mal. En ella, el escritor Victor Reid lidia con las consecuencias de renunciar a la corpo editorial para hacer su proyecto soñado de una serie de novelas históricas de diez entregas (parecido a cierto autor canadiense de nuestro mundo) pero que termina firmando su perdición al hacer negocios con otra editorial, una que le prometía libertad creativa y control sobre su arte y que al final lo caga y lo fuerza a ser comercial y repetitivo (parecido a lo que tanto predica el propio Sim en su militancia por la historieta independiente). Al igual que las “reads” en el universo de Cerebus, la tragedia de Victor Reid es, en definitiva, propaganda. Y estaría incluso más interesante SI NO ESTUVIERA CORTANDO EL RITMO DE LA PUTA HISTORIETA QUE VENÍAMOS LEYENDO.
Mientras inevitablemente nos salteamos toda la novela para ir a los bifes (posta, qué frustrante debieron haber sido esos meses de esperar la revista, pagarla y que de historieta haya solo cinco páginas), estos cuatro jugadores se encuentran y empiezan a saltar las chispas. Suenteus Po, el más iluminado de los cuatro, dice lo que tiene que decir, les desea suerte a todos y se va, quizás para siempre de la trama. Astoria decide que su verdadera jugada maestra es solo dejar de jugar el juego de Cirin y, simplemente, renuncia a la partida. Pero ellos dos eran personajes inteligentes, maduros, libres de las cadenas de sus ideologías. Por otro lado, Cerebus es demasiado estúpido y Cirin es demasiado dogmática, ambos testarudos en su propia visión, así que el choque resulta inevitable.
No puedo hacer el suficiente énfasis en lo INCREÍBLE que es esta pelea. Cerebus jamás se enfrentó a nadie como Cirin. Es un choque de masas y sangre que dura cuatro issues sin ningún diálogo, solo espadazos, golpes y forcejeos. Es pura fuerza y resistencia, dos masas de carne viendo cuál cae primero. Incluso si no pensás jamás leer esto, recomiendo mucho hojear estos capítulos (#180-183) para disfrutar de una brutalidad hermosa narrada con una puesta en página alucinante.
Lo que no recomiendo para nada es leer lo otro que ocurre en esta segunda mitad de “Reads”. Si te molestaba la novela de Victor Reid, entonces definitivamente no te va a gustar el soliloquio de Viktor Davis. Durante la pelea, la cámara se aleja para mostrarnos a un análogo de Dave Sim dibujando ese mismo issue, y entonces entramos en una nueva sección de puro texto dentro del contenido de la historieta. Viktor Davis es otro análogo de Dave Sim, pero esta vez es un historietista de nuestro mundo que cuenta anécdotas de Dave Sim y habla como Dave Sim y comenta cuestiones de la producción de Cerebus como Dave Sim y es, básicamente, Dave Sim con otro nombre por razones que solo él entiende. El autor se para frente a la pantalla que estás viendo, la señala y dice “¿sabías que yo hice esto? Hablemos de mí un rato”.
Estos segmentos, también extensísimos, funcionan como un tren de pensamiento demencial en el que el autor divaga, a veces casi sin sentido, sobre lo que sea que se le pase en la cabeza al momento de escribir. Esto no es parte del guion de Cerebus, no moviliza la trama en nada (exceptuando algún que otro cameo en prosa de un personaje que interrumpe el discurso) y tiene todo el sabor de una improvisación absurda. Desgraciadamente, los pasajes inentendibles son los mejores, porque los que se entienden están cargados de una estupidez asombrosa, de una misoginia enferma, supurante y resentida con más red flags que la tribuna de un partido entre China y la Unión Soviética. 50 páginas que podrían haber sido la historieta son ocupadas para que el lector sepa, esté enterado, de que Dave Sim cree que (ojo) el universo está basado en una suerte de violación cósmica del “vacío femenino” a la “luz masculina” y que eso define a nuestra sociedad como una distopía en la que la emocionalidad femenina domina a la razón masculina. Uno tiene que leer cosas como que el patriarcado no existe y vivimos en un “matriarcado”; que estuvo bien que las mujeres no tuvieran derecho a voto por tantos años; que una pareja casada es equivalente a un hombre con un parásito de metro y medio agarrado y que es “natural” que los divorcios favorezcan a los hombres… Una mezcla de desvaríos arrogantes con hombres de paja que Dave Sim arma para discutirles y demostrar lo grosso que es al ganarles. Es simplemente… agotador. Terminé de leer “Reads” completamente agotado, molesto, frustrado por haberme fumado los desvaríos que un pelotudo escribió hace treinta años bajo mi propia necesidad de lectura completista. Podría habérmelo salteado, como me recomendaron. Podría solo no haberme sometido a la tediosa lectura de un proto-Ben Shapiro ridículo que flashea “facts and logic” con la retórica de un nene que cree que escribir usando muchas palabras y adverbios lo hace parecer “razonable” en lugar de “emocional”.
Para cuando cerré esa tercera parte, tomé la decisión de no leer una sola palabra más escrita por Dave Sim por fuera de las páginas de historieta de Cerebus. Nada de los editoriales, nada de las cartas de lectores, nada de esos extras que profundizan el contexto de publicación de la obra y la guerrilla de Sim y los autores independientes contra las grandes editoriales. Lo lamento mucho, pero después de esa sobredosis de mala leche abyecta, no puedo soportar una sola palabra del tipo que no salga de la boca de Cerebus o el resto de los personajes.
Pues QUÉ CAGADA, porque entonces, en la cuarta y última parte, “Minds”, Cerebus y Cirin son ascendidos cósmicamente y en medio del espacio, separados, encuentran las respuestas que buscan; Cirin, en creer que es la elegida por su diosa Terim; y Cerebus, en la aparición psíquica de NADA MÁS Y NADA MENOS QUE EL MISMÍSIMO DAVE SIM Y LA CONCHA DE LA LORA. Porque no era suficiente con los editoriales y las respuestas a los lectores y todos los extras y meter cien páginas de texto puro sobre cómo su vieja nunca lo abrazó, nadie va a evitar que nos olvidemos que este es su show, incluso si hace falta robarse la idea que Grant Morrison tuvo apenas cinco años antes en Animal Man #24-25.
Sí, Cerebus se pone a hablar con Dave Sim, quien le revela que es su creador y se pone a responderle todas las dudas que tuviera sobre la trama hasta ahora, tanto a él como a los lectores. Yo estoy leyendo estas páginas con mucha bronca, pero la realidad es que está bastante bien cómo hila toda esta secuencia, y (aunque de forma artificial y hasta bruta) resuelve muchas interrogantes, hila varias cosas sueltas y en general le da un sentido de satisfacción a esta lectura que tantos años y dólares les quitó a sus lectores originales. Quizás el mayor problema es que resuelve que la razón por la que Cerebus es relevante para la trama es simplemente porque es el protagonista del cómic. Una paradoja medio pelotuda en la cual varias cosas solo se explican porque sí.
Lo más intenso de todo este último trayecto, ya casi cerrando la saga, es cuando Cerebus se pone a pedirle a su dios que lo ayude a tener el futuro que desea, incluso con Sim insistiendo en que nunca va a estar satisfecho si solo obtiene lo que quiere por arte de magia. Varias páginas se dedican a explorar estos futuros posibles, tramas oscurísimas, muy tensas, perturbadoras que hasta te hacen olvidar que Cerebus en realidad estaba en el espacio flotando y charlando con su creador.
Al final, todo camino conduce al desastre, y Dave Sim procede a torturar al bicho un rato más, poniendo muy incómodos a todos los lectores, que empezamos a sentirnos un poco fuera de lugar en esta violencia casi doméstica entre creador y criatura, un diálogo de Dave Sim consigo mismo, un pedido de ayuda gráfico de un esquizofrénico que tuvo la mala fortuna de ser demasiado bueno dibujando historietas.
Y, unas cuántas páginas después, “Mothers & Daughters” termina. Termina después de resolver todas las dudas reales que pudiéramos tener sobre la serie. Termina con casi todos sus personajes relevantes alcanzando un clímax narrativo y avanzando hacia sus futuros con paso decidido. Termina con un chiste de Bugs Bunny (¿o de Groucho Marx?) metanarrativo a expensas del protagonista. Finalmente, termina, y termina tan redondo que es imposible creer que todavía queden 100 capítulos de esto. Desgraciadamente, esto no termina hasta que el cerdo chille.
No se dan una idea de lo cansado que estoy. Cerebus expone todo mi autodesprecio, mi baja autoestima. ¿Por qué me hago esto? ¿Por qué pierdo horas de lectura y espacio mental en el desvarío psicótico de un femicida en potencia? ¿Vale tanto la pena la trama, la excelente puesta en página, el original uso de los recursos, la narrativa adelantadísima a su época, los fondos magistrales de Gerhard? ¿Vale la pena saber qué va a pasar con Cerebus ahora? Seguramente, muchos lectores de la época se hicieron las mismas preguntas que yo entonces, a mediados de los 90. Y, como algunos de ellos, los más valientes, avanzo. Si Dave Sim estuvo lo suficientemente del orto como para escribir 300 capítulos de esto, yo no voy a ser menos y quedarme sin leerlos. Chupame la pija, Dave. Nos vemos en el final.
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Ok, leí Man of Steel (la mini de Byrne) y es buenísima. Hasta ahí llego. De Johns no puedo decir nada bueno. Bah, se que se copó mucho firmando libros en Rosario el año pasado, eso lo banco. Nada más.
Digan lo que digan, Watchmen no tiene ni secuelas ni precuelas. Cualquier cosa aparecida después del número 12 de Watchmen, por más que diga Watchmen o tengan una estética similar a la de Gibbons, no es Watchmen. Que ironía, empecé hablando de Johns y terminé hablando de Johns.