Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio (¡llegamos a los dos dígitos!), un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Matías reseña las aventuras en solitario de un personaje de Hirohiko Araki, y Gonza se pregunta ¿hay lectores de historietas? .
¿Quién lee historietas?
Por Gonzalo Ruiz.
Desde que estoy metido adentro del barro de la divulgación de la historieta, conocí a gente de todo tipo que tiene algún grado de separación con la “realización” de historietas: dibujantes, guionistas, correctores (como el señor que escribe abajo mío), otros colegas y editores. Con cualquiera sean las partes, suelo hablar de cuestiones relacionadas al medio, y generalmente las discusiones se van “complejizando” de tópico. Con esto quiero decir: de una pregunta común siempre se escala y se llegan a debates “filosóficos” como el de la pregunta de este cyber-fanzine.
¿Quién es lector de historietas hoy? Uno creería que la respuesta es sencilla, pero tampoco es tan así (y hasta capaz algunas de las ideas que pueda decir acá ya las conocen porque mi querido colega con quien comparto espacio hizo un texto que más o menos tiene algo que ver con esto).
Voy a empezar dando por sentado que todo aquel que lea esto asume que la historieta EN Argentina (clave la diferencia entre las preposiciones “en” y “de” en esta oración) hoy por hoy le pertenece a un nicho reducido que, a medida que vayamos refinando en un hipotético microscopio donde cada cambio de lente es un cambio de género/formato/idioma/etc., se hace todavía más chico. Si bien oferta hay y para varios gustos, esta es bastante reducida en cantidad a licencias que se imprimen a un costo y que, a medida que sube el dólar, se van volviendo más de élite. Por supuesto, a mayor costo de inversión, menos es el riesgo que se toma, y editar a lo seguro tal vez sirva para un lector “anestesiado”, sin ganas de salir de lo que te puede ofrecer una editorial de licencias. Aquel que busca salir de lo convencional se encuentra preso de la dependencia del material importado o la digitalidad legal (queremos creer, pero acá nadie juzga a nadie y hasta tienen mi aprobación con el consumo ilegal de historieta extranjera, Support your local artist).
Y, a titulo personal, la historieta en Argentina es de nicho pero no en un sentido de “tribu urbana”, sino por una cuestión económica: hoy comprar un comic es caro, casi sin importar si es una edición nacional o importada. Los insumos dolarizados hacen que la impresión sea un “deporte de riesgo”, con valores que pueden cambiar de buenas a primeras, y el sueldo no sube acorde a dicha escalada, lo cual hace que a medida que salgan las novedades, uno termine eligiendo qué comprar, porque el bolsillo pide un respiro cada viernes o miércoles, si la semana hábil termina en feriado. Y algo que observo, y que en un poco apoya mi teoría, es que un alto porcentaje solo consume en papel y no tiene acostumbrada la lectura digital. O a lo sumo la tiene acostumbrada para lecturas más descartables, como la revista que es novedad en Estados Unidos y no mucho más, no está para clavarse un omnibus de Batman. Lo cual hace que la única opción de esa gente sea vaciar los bolsillos. Después podemos ver si cada una de esas personas tiene un mayor o menor caudal de dinero que sirva para sostener mejor o peor ese vicio, pero ya con esto tenemos una reducción bastante importante de gente.
Ahora sí podemos pasar a hablar de la historieta DE Argentina. Pensemos en aquellos tiempos más o menos felices que había antes de la pandemia, donde los libros se podían presentar en comiquerías/lugares afines con presencia del artista acompañado de un presentador y su editor. Suponé que un viernes vas a una presentación y el sábado vas a otra, seguro lo hiciste, y si sos algo atento, habrás reparado en que algunas caras se repiten. Y seguramente, esas caras a medida que las vas conociendo y reconociendo, las unís con una profesión que seguramente tiene algo que ver con la historieta por fuera de ser solo consumidor. Son otros artistas, son divulgadores, son editores… ¿Pero cuántas de esas personas se dedican solamente a leer y nada más? ¿A comentar en un foro y nada más? Hago esta distinción porque es necesaria. Nosotros los divulgadores (me niego a reconocerme como “periodista” de momento, no sin un título que lo avale, es una cuestión muy personal y subjetiva) servimos de cierta manera como un nexo entre autor y lector, hay un compromiso ahí, distinto al compromiso del autor con su arte, pero compromiso al fin. No tenemos una cosa más “ligera” que tiene aquel que solo lee y comenta en su círculo de amistades o afinidades más cercano.
Y acá sí, también, podemos tener una distinción de “tribu urbana”, tal vez más salvaje. Están los exégetas de Robin Wood y las totémicas editoriales Columba y Récord. Están aquellos que abrazan el viejo “nuevo canon” que Juan Sasturain quiso instaurar con Carlos Trillo a la cabeza, la llegada de Fierro a los kioscos. Y lo que ocurre a nivel producción en los últimos 30 años que también produjo una cantidad grande de no necesariamente caudillos pero si figuras con el mismo reconocimiento dentro del ámbito que el de los dos citados. Y todo esto si es hace extensivo a la tercera entrega de este newsletter, dentro del apartado de Mati Mir.
Habrá quienes agarren una de estas tres divisiones algo azarosas y la haga propia. Habrá algunos pocos que elijan dos o más, o incluso propongan un propio canon, o directamente decidan no aceptar esta idea. Pero pase lo que pase, el lector como figura se va dividiendo, pero esta división, a diferencia de lo que pasa con algunos organismos multicelulares, no sirve para generar nuevos lectores, sino que cierra filas con los que ya hay. De golpe, están los lectores de Alcatena, los lectores de alguna editorial en particular, los lectores de historieta autobiográfica*, los lectores de fanzines, de la renovada Fierro (que en cierta manera engloba casi todas estas tribus).
Pero ¿y el lector DE historietas, alguien que se dedique exclusivamente a esta actividad y no a otras relacionadas? ¿Existe? Esta variante del lector, creo yo, está en peligro de extinción, y así como la desaparición de las abejas puede traer consecuencias trágicas para el ecosistema del planeta Tierra, la desaparición de este tipo de lector puede traer consecuencias trágicas para el ecosistema del planeta “comiqueros en Argentina”. Por supuesto, necesitamos de los artistas que hagan las historias, y necesitamos de los divulgadores que hablen y expliquén por qué una obra está buena.
Pero estas dos figuras necesitan de una todavía más importante, que es el lector como consumidor final. Si no, terminamos haciendo obras para nosotros y haciendo reseñas para nosotros, todos atrapados en un círculo sin fin que solo se hace más chico y no más grande.
Hay que salir del agujero interior.
*Es para discutir en algún otro momento la ausencia marcada de géneros dentro de la historieta en los últimos años. Lo prometo, en caso que interese.
Redescubriendo a Hirohiko Araki a través de Rohan Kishibe.
Por Matías Mir.
Todo empieza cuando, en 1997, durante la publicación de la parte 5 de Jojo’s Bizarre Adventure, a Hirohiko Araki sus editores le piden que produzca una historia unitaria. Las condiciones eran que tuviera 45 páginas o menos y que no fuera un spin-off de otra serie, tenía que ser algo 100% autónomo para los lectores. Ante esa directiva, Araki produce los primeros bocetos de “Confesionario”, y convence a sus editores de que la historia se potenciaría si incluía a uno de sus personajes, el mangaka Rohan Kishibe, quien había sido parte del reparto de héroes de la parte 4, “Diamond is Unbreakable”. Esta versión es aprobada y se publica en el #30 de la Weekly Shonen Jump de 1997.
En esa historia, Rohan viaja a Italia y por un malentendido termina escuchando las confesiones de un hombre que tuvo que enfrentarse a una presencia sobrenatural buscando venganza. La historia es ridícula y muy intensa, como suelen ser los capítulos de la serie principal, y la característica más curiosa es que Rohan está solo de espectador. Como el one-shot había sido pensado sin él, apenas enmarca el conflicto y ni siquiera usa su stand, Heaven’s Door, en ningún momento.
Tuvieron que pasar más de 10 años para que Araki tuviera la oportunidad de volver a jugar con Rohan. En 2008, JJBA ya se había pasado de la Shonen Jump a la Ultra Jump, una revista mensual que apuntaba a una demografía seinen, y atravesaba su parte 7. Sin embargo, fueron los editores de otra revista de Shueisha, la Jump Square, otra publicación mensual, los que solicitaron un one-shot para su ejemplar de enero. Araki decidió volver a usar a Rohan, seguramente sin sospechar que estaba empezando una tendencia que en el futuro tendría publicaciones en tankoubon, adaptaciones al animé en Netflix y al live-action, pero no nos adelantemos.
Esa segunda historia es “Mutsu-kabe Hill”, una terrorífica aventura inspirada en obras del género como “El corazón delator” de Poe, en la que una mujer tiene que lidiar con un cadáver que no deja de sangrar.
Al año siguiente, en 2009, se produce EL evento que posiciona a Rohan como el eje alternativo de la mayoría de las futuras historias de Araki por fuera de su magnum opus, y al mismo tiempo lo legitima como uno de los artistas de historietas con más proyección internacional de todos los tiempos. El Museo del Louvre en Francia organiza en 2009 la exposición “Le Louvre invite la bande dessinée” en la que se interpelan las obras de artistas clásicos expuestas en el museo con historietas comisionadas y producidas expresamente para la ocasión. Los artistas seleccionados son cuatro europeos (Nicolas de Crécy, Éric Liberge, Marc-Antoine Mathieu y Bernard Yslaire) y, ante la sorpresa del público, Hirohiko Araki. Las primeras páginas de Rohan au Louvre, una historieta de 100 páginas íntegramente a color, se exponen en el museo, y al año siguiente son publicadas en un volumen en tapa dura que ya fue licenciado en varios países, incluyendo la edición española de 001 Ediciones.
Ni lentos ni perezosos, los editores empiezan a pedir más historias de Rohan. En 2011, Araki consigue su primera colaboración con la marca Gucci, cuya indumentaria y sus modelos inspiraron muchísimo de la estética de JJBA, y produce una historia de Rohan enfocada en su visita a una tienda oficial de la marca para resolver el misterio de una cartera maldita, y que se publicó en la revista de moda SPUR. También, entre 2012 y 2013, publica dos one-shots más de Rohan, “Pesca furtiva en la costa” y “Donde viven los millonarios”. Todas las historias hasta ahora mencionadas (excepto la del Louvre) se recopilaron en un volumen titulado “Thus Spoke Kishibe Rohan” en 2013.
Lejos de terminar, Araki siguió produciendo historias de Rohan cada vez que había que rellenar algún hueco o satisfacer algún pedido editorial entre otros trabajos. En 2014, para la publicación digital Shonen Jump+, produce “Observando la luna con la familia Mochizuki”, otra historia en la que Rohan solo es una excusa para contar la historia de otros personajes, en este caso una familia caótica muy similar a los Higashikata que paralelamente estaba escribiendo para la parte 8 de JJBA.
En 2016, produce otra historia de Rohan para la Jump Square, “Pronóstico para el lunes: lluvioso”. En 2017, es la Bessastsu Margaret, una revista de shoujo, manga más orientado a lectoras jóvenes, la que le pide una historia al sensei, y así Rohan se ve metido en “D.N.A.”, un relato sobre amor que supera a la muerte y sobrevive en los genes. La última historia de Rohan hasta el momento fue “La carrera”, de nuevo para la Shonen Jump, en la que Araki puede volver a divertirse dibujando músculos exageradamente contorneados durante varias páginas como no lo hacía desde los 80. Esta segunda tanda de historias se publicó en 2018 en un segundo volumen de “Thus Spoke Kishibe Rohan”.
Aunque no fueron escritas por Araki, también vale la pena resaltar que entre 2017 y 2018, otros autores japoneses escribieron historias en prosa de Rohan que se recopilaron en dos volúmenes de “Thus Spoke Kishibe Rohan: Short Story Collection”.
Quizás lo más interesante de todas estas historias es el hecho de que le permiten a Araki probar cosas nuevas fuera de la lógica de JJBA. Jugando con elementos sobrenaturales pero sin tener que enmarcarlos como stands, presentando personajes nuevos por fuera de los escenarios en los que suceden las distintas partes o recuperando viejos personajes favoritos aunque en la continuidad de la serie ya no aparezcan. Ese es el caso de varios habitantes de la ciudad de Morioh de la parte 4, principalmente Tonio Trusardi, el chef con el poder de Pearl Jam, a quien se profundiza muchísimo en “Pesca furtiva en la costa”, dándole un pasado y una razón para haberse instalado en Morioh, donde la maldición de los usuarios de stands quizo que se cruzara con Josuke y sus amigos.
Si bien a esta altura ya es parte del estilo de Araki, igual es llamativa la cantidad obscena de conflictos con la continuidad que plantean todas estas historias de Rohan, no solo incompatibles con la narrativa principal de JJBA (¿en qué universo está ocurriendo esta historia con tecnología del presente pero donde los personajes no envejecieron desde 1999?) sino entre sí. En algunas historias se plantea que Rohan no puede leer a los muertos con Heaven’s Door, pero en otras hace exactamente eso. También se aclara en la ficha del personaje del volumen 1 que no puede leerse a sí mismo, pero en la historia de Louvre usa su stand consigo mismo para enfrentarse al enemigo. En esa misma historia también vemos cómo un Rohan adolescente utiliza su stand, aunque la cronología nos dice que sería recién en Morioh a fines de los 90 que obtendría este poder. Y quizás el conflicto más confuso de todos: en “Pesca furtiva en la costa”, Araki incluye un extraño easter egg en el que las costas a las que entran ilegalmente pertenecen a la familia Higashikata, quienes no pueden ser otros que los de la parte 8, en el segundo universo de JJBA, pero en ese mismo capítulo, luego hacen un cameo varios personajes de la parte 4, incluyendo al propio Josuke (!).
Más que críticas, estas son observaciones divertidas de alguien que pasó demasiados años leyendo a Araki y le causa mucha gracia cómo sus historias se pisan todas entre ellas. Por suerte, la gloria de Jojo’s Bizarre Adventure no pasa por una férrea arquitectura de la continuidad, sino por la magia en historieta y la pasional construcción de personajes que pasan por sus páginas.
(Además, por alguna razón, las historias de Rohan están tituladas como si fueran episodios aislados de una serie en desorden. Según sus propios títulos, el orden en el que se publicaron es 16-2-5-6-4-7-8-9).
En los últimos años, algunas de las historias de Rohan fueron adaptadas a otros medios. En Netflix podemos disfrutar de 4 OVAs animados: “Confesionario”, “Mutsu-Kabe Hill”, “Donde viven los millonarios” y “La carrera”, dirigidos, producidos y animados con muchísima calidad por el mismo estudio encargado del animé moderno de la serie principal, David Production, quienes hace pocos días anunciaron que pronto tendremos la adaptación de la parte 6, “Stone Ocean”.
También salió en diciembre de 2020 una adaptación de tres episodios con actores de carne y hueso en NHK. Esta nueva serie de Rohan adapta “Donde viven los millonarios”, D.N.A.” y “Kushagara”, siendo esta última una de las historias en prosa del autor Ballad Kitaguni. Esta adaptación es BUENÍSIMA. Issei Takahata interpreta a un Rohan gancherísimo, los escenarios, la dirección y la producción tienen un laburo enorme arriba, la forma en la que adaptan las historias para convertirlas en aventuras de una hora y logran conectarlas parcialmente entre ellas funciona muy bien. El enfoque de esta adaptación separa a Rohan completamente de JJBA (aunque referencias no faltan), los stands son reemplazados por “habilidades” (es decir, no hay personificaciones fantasmales) y pasa a ser lo que siempre debió haber sido: las aventuras de un mangaka enfrentándose a distintos misterios sobrenaturales en el mundo editorial. Un detalle fantástico es que, en la serie, Heaven’s Door no solo permite abrir a la gente como libros para leerlos y escribirles cosas, sino que para hacer eso tiene que “interpretarlos” como impresos, por lo que vemos cómo serían las personas si fueran libros, en un trabajo de producción innecesario (bien podrían haber sido todos páginas del diario como en el manga) y hermoso. Como todos, le tenía recelo a una adaptación live-action, sobre todo por que el último intento de hacer algo así con Jojo fue bastante deplorable, pero esta serie se redime completamente.
En cualquier caso, experimentar las historias de Rohan en cualquiera de sus versiones es una excelente forma de redescubrir a Araki y verlo moverse en ambientes más frescos. Por supuesto, hay otros bizarros spin-offs de Jojo, y seguro en otras entregas hablemos de ellos, pero no hay con qué darle: Rohan Kishibe es Rohan Kishibe.
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Super interesante el newsletter, como siempre. Está muy bueno que reflexionen sobre la producción y lectura de historieta. La división en nichos cada vez más marcados y la especificidad es un movimiento que atraviesa no solo a la lectura de historieta, sino a la recepción/consumo de muchas otras artes. Pero, más allá de que la historieta argentina es un nicho específico, está bueno pensar en todo un público posible que no lee en este momento historieta, pero que tranquilamente podría hacerlo. Y ahí entra en juego el rol de editores, divulgadores, periodistas, y también de la inclusión en instituciones diversas (como la escuela, las universidades o ciertos sectores del Estado). Por suerte, creo que, de a poco, se va prestando más interés a la producción y difusión de historieta, y espero que, a la larga, este nuevo interés produzca nuevos lectores, divulgadores y productores.