Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En esta entrega Gonzalo se toma un descanso mientras Matías recomienda dos novelas gráficas recientes de autores canadienses.
Sobreviviendo al capitalismo en costas canadienses
Por Matías Mir
Ya sumergido en el invierno más profundo, empecé a darme cuenta de una cosa: cuando parto para el trabajo, apenas acaba de amanecer, y el sol tímidamente se asoma desde el horizonte y entre las nubes y los árboles y los edificios. Para cuando salgo de la oficina, ya se está poniendo, si es que no es directamente de noche. Cuando era chico, incluso en mi ignorancia, no era tan iluso como para no saber que iba a tener que renunciar a algunas cosas cuando eventualmente ingresara al mundo laboral. Lo que no me imaginaba era que iba a tener que renunciar al sol.
Olivia claramente sí la vio venir. La protagonista de The Gulf, la novela gráfica que publicó el canadiense Adam de Souza a principios de este año, es una adolescente a punto de terminar la secundaria que es muy consciente de lo que pretende el mundo de ella: su participación en el mundo adulto, comercial y capitalista, su complicidad en la explotación de recursos naturales, en el imperialismo, en la desigualdad que en el peor de los casos la perjudica y en el mejor la favorece a costa de otros. Mientras en la tele cuentan los muertos en la Guerra de Irak y en su colegio es víctima de una campaña de acoso misógina, toma la firme decisión de no ser parte de esa sociedad y prepara su escape.
Ya hemos hablado de Adam de Souza, principalmente de su tira digital Blind Alley, una de las pocas razones que me quedan para seguir entrando a las redes sociales con regularidad. Con ese trazo de pluma tan personal y una paleta de colores limitada y cambiante, en The Gulf va desarrollando, a su ritmo y sin limitaciones de espacio, el viaje de Oli y un par de amigos desde su pueblo portuario hasta una isla bien perdida de las Islas del Golfo para encontrar una comunidad autosuficiente que vive al margen de la sociedad organizada. Antes de que terminen las clases, prepara su mochila y se escapa de casa con la firmeza de que está haciendo lo correcto. Esa voluntad de hierro, por supuesto, es lo único que va a poder sostenerse para bancarse esta travesía en la que ocurre lo obvio: que tres adolescentes runaways sin experiencia viajando solos se tropiezan con todos los problemas esperables.
Se nota mucho que Adam venía pensando en una historia como esta desde hacía años, porque se pone incómodamente detallista en su desarrollo de los quilombos en los que se meten estos pibes. Entre que se hacen mierda en el bosque, se quedan sin plata, se desorientan, quedan varados en medio de la lluvia, los busca la policía... The Gulf es un desafío para los personajes y también para el lector, que sufre con ellos a medida que las cosas se les complican, mientras que en el fondo uno, el adulto, empieza a sospechar que al final del camino no haya nada más que desilusiones.
También esta historieta es un desafío para su autor, claramente movilizado por las mismas frustraciones que su personaje, por buscar darle una respuesta a sus inquietudes. ¿Qué puede ofrecerle a Oli al final que la haga sentir mejor? ¿Qué palabras son suficientes para alguien que tiene razón cuando te dice que el mundo es una mierda y nadie con el poder para resolverlo tiene interés en hacerlo? Los personajes adultos van apareciendo y regalando su perspectiva, pero ninguno parece tener la clave para darle esperanza a alguien que la perdió demasiado pronto. Eso era lo que más me intrigaba de este libro hermoso y grandote desde la página uno: cómo iba a resolver el autor su propio problema, y a lo largo de doscientas y pico de páginas hermosas, viaja por el archipiélago más al Oeste de Canadá para encontrarle la vuelta. Pero hay que leerlo para descubrirla.
En la otra exacta punta de Canadá, al Este, nació Kate Beaton, una historietista más conocida por su trabajo en webcómics1 pero que ganó notoriedad en los últimos años con la publicación de Ducks: Two Years in the Oil Sands, una versión pulida y extendida de una historieta web autobiográfica que había hecho varios años antes. En esta nueva novela gráfica, un verdadero ladrillo de más de 400 páginas, narra su experiencia entre 2005 y 2008 trabajando en varios pozos petrolíferos para pagar sus préstamos estudiantiles. Con su dibujo simpático y sencillo, presenta un diario muy jodido de su experiencia laboral recién salida de la universidad, uno que le ganó un par de premios Eisner en 2023 y, sobre todo, la cimentó como una gran autora dramática del noveno arte.
El viaje de Kate es curiosamente opuesto al de Olivia. Si en The Gulf la libertad y el escape estaban yendo hacia el mar, en Ducks la opresión y la angustia están descendiendo al centro del continente. Kate nació y vivió en Cape Breton, un pueblo costero tan hermoso como económicamente inviable, y al igual que muchos otros canadienses en búsqueda de buena plata a costa de su salud física y mental, se entrega al entonces pudiente mercado del petróleo en tierras tomadas a comunidades originarias.
A Kate no le quedan muchas opciones si pretende sacarse de encima sus deudas rápido y no vivir acosada por intereses durante décadas. Con una mano adelante y otra atrás, se manda a conseguir lo primero que encuentra en uno de estos pozos, un trabajo legalmente insalubre de esos que tienen turnos de doce horas y que te quitan toda vida por fuera de ellos. A lo largo de esos dos años, va moviéndose por distintos pozos, cambiando de compañeros de trabajo y de puestos en el sistema, pero en ningún momento logra zafar de todo lo que implica esa clase de vida. Hagamos una lista: problemas de salud, cansancio físico, acoso laboral, deterioro grave de la salud mental, maltrato empresarial, abuso sexual...
Estos trabajos tan demandantes y explotadores absorben las vidas de sus empleados. En algunos casos, incluso viven en asentamientos cerca del pozo, y son una sociedad fantasma al borde de ciudades y comunidades “reales”. Un mundo de hombres lejos de sus hogares, cansados y sin regulación real, donde superan a las mujeres 50 a una. Ese es el mundo en el que se inserta Kate al principio de esa historia, cuando se despide de su preocupada madre, a la que intenta tranquilizar y decirle que no le va a pasar nada malo. Para cuando regresa, dos años después, abraza a su mamá con el peso de todo lo que tuvo que atravesar y sufrir para pagarle una deuda a un banco.
Además de las literales consecuencias físicas, hay muchas escenas de este libro que impactan por cómo van erosionando la voluntad y la fortaleza mental de Kate, como cuando su hermana aparece en uno de los pozos para trabajar porque tampoco tiene plata, y ella tiene que, de algún modo, explicarle por qué acá las mujeres tienen el trabajo extra de soportar a los hombres que las rodean por todos los flancos; o cuando se empiezan a acumular las evidencias del daño ambiental irreparable que causa activamente su trabajo en tierras apropiadas. Animales desfigurados, empleados enfermos, patos muertos.
Pero lo que más me fascina de Ducks como obra, y que me sorprende con cada lectura, es lo honesta que es Kate con la experiencia. Con todas las cosas horrendas que le pasan en esos pozos, cualquiera caería en hacer un libro sensacionalista y trágico. Pero dos años son mucho tiempo, y la autora tiene la altura para también mostrar el otro lado.2 Hay gente que no es una forra. Hay momentos buenos de camaradería. Incluso en una noche de invierno bajo cero en medio de Syncrude pueden aparecer las auroras en el cielo. Los buenos momentos, los recuerdos amables, son el contrapeso que hace a la experiencia más frustrante: este mundo podría ser un mejor lugar, pero elige no serlo.
Un montón de personas atrapadas simbólica y físicamente todas juntas lidiando cada una con su propia mierda y lastimándose unas a otras. La clase exacta de mundo del que Olivia, de The Gulf, busca escapar, y la clase exacta de mundo del que Kate Beaton no pudo zafar, pero del que sobrevivió y volvió para contarla en una obra que es tan bueno que exista como es malo que exista. Como le dice su hermana cuando vuelve a los pozos después de unos meses fuera: "I'm glad you came back but I also wish you had left for good". Perder el sol es una tragedia insignificante, pero todos tenemos un sol al que renunciamos cuando llega el invierno. La única salida, aparentemente, está en la costa, en las playas y en el mar.
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¡Nos leemos!
Seguro conocés este meme, que en realidad sale de una historieta de Kate:
De hecho, es durante esos años que Kate empieza a desarrollar Hark! A Vagrant, el webcómic que la catapultaría a la fama de internet de principios de siglo.