Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En esta entrega Matías se toma un descanso mientras Gonzalo alucina, cuando no, con una trilogía de historieta española.
Borja González y las tinieblas del romance
Por Gonzalo Ruiz
Creo yo, las sorpresas culturales se dan, no cuando leés algo que está muy bueno, venga con recomendación o no, sino cuando te sorprende algo que viene de un palo que no es el tuyo. No soy particularmente fan de los crossovers de géneros, siento que en algún momento aparece un eslabón débil que hace que la trama se desarme o ponga en duda a la necesaria “suspension of disbelief” que uno tiene activada cuando lee ficción. Por otro lado, tampoco tengo mucho acercamiento empático para con historias protagonizadas por adolescentes. Es por esto que la trilogía “Las tres noches” del español Borja González me partió la cabeza en veinte millones de pedazos. Por eso y porque el dibujo es una maravilla, pero vayamos por partes.
En 2018, bajo el ala de Reservoir Books (luego se iría a Dargaud pero siendo republicado en español por la primera editorial), apareció The Black Holes, una historieta en dos tiempos que hablan de lo mismo: adolescentes que son ninguneadas por lo que expresan. En el pasado, 1856, está Teresa, una joven de familia acaudalada y culta cuyas poesías evocan figuras e imágenes terroríficas bastante lovecraftianas. En el presente, 2016, está Laura, completamente loca y acomplejada (se viste con disfraces) que escribe poesías que mezclan terror y teoría científica que sacó de un libro de Stephen Hawking. Poesía que aporta para una banda punk llamada “The Black Holes” formada por tres chicas: Laura, más escéptica, Gloria y Cristina. En ambas puntas históricas, hay una sensación de descompresión por parte de sus entornos por ser freaks. Es muy divertido observar a Teresa y cómo desconcierta a su gente con su fascinación por el gótico y por las cosas extrañísimas que pasan a su alrededor. No es un spoiler porque así empieza esta primera historia, pero si Teresa es capaz de hablar con el esqueleto de una persona muerta, es por algo.
Una gran parte de la gracia del libro está en el paralelismo de Teresa y Laura. Si bien hay diferencias culturales propias por cada época, ambas chicas tienen intereses que podríamos calificar como outsiders o contraculturales (Teresa vive referenciando una historia escrita por ella que es un guiño a “El color que cayó del cielo”, cuento de Lovecraft) que terminan por molestar al resto, porque el pecado es, fue y será siempre el mismo: ser distinto a los demás. Dicho esto, el hilo rojo que une a esta trilogía es cierta angustia que causa ser un paria para propios y ajenos. Esto se explora de mejor manera en Grito nocturno.
Mamita, que cómic perfecto es Grito nocturno. Un motivo por el cual no soy fan de las historietas referenciales (en primera o en tercera persona) protagonizadas por adolescentes o jóvenes menores de 30 es porque no logro identificarme ni sentir empatía por ciertos rasgos de ese angst adolescente por momentos maníacos, por otros más pendejos. Y a veces no hay un personaje capaz de cachetear al protagonista y decirle “mirá, la vida no es solo joda, hay que crecer”. Acá González mete esto con un giro fantasy muy divertido. La protagonista es Teresa (no la misma del primer libro, aunque los nombres se repiten constantemente), dueña de una tienda de libros especializados en magia negra, ocultismo, etc. También edita un fanzine donde recomienda escritores y películas del género. La tienda es un fracaso absoluto, su única clienta es Matilde, una pibita que tampoco tiene mucha guita como para comprar todo el tiempo, pero ahí está, rondando a Teresa hasta su hartazgo. Hartazgo que se condensa cuando convoca a una demonia que se hace llamar Laura. Para hacer más interesante a este nuevo trío, Borja le da una personalidad teen a Laura, cuyo deseo como súcubo es ser convocada en Japón. Sí, es terrible otaku.
Un mundo deprimente, donde hay chicas que desaparecen del pueblo sin dejar rastros, donde parece que no existen adultos o más personas que ellas tres, atrapadas cada una en su mundo (bah, Teresa y Matilde). Cuando la primera convoca a Laura, le confiesa que en realidad no sabe qué desear, lo cual “obliga” a la segunda a que se quede con ella hasta que sepa qué pedir. Hay una apatía que se convierte en la cuarta compañera. La dinámica entre las chicas es perfecta: Cuando Laura conoce a Matilde, le pide que la lleve a conocer el pueblo, le ayude a comprar ropa y, además, le recomiende mangas. Cada una complementa a la otra como si fuera un círculo vicioso que se (retro)alimenta de angustia, desinterés, introversión y cultura/contracultura. Y chicas (más un súcubo) que se aferran a estas cosas para escapar de la aburridísima vida de pueblo. El tratamiento, la forma en cómo se desarrollan y dialogan los personajes, hace que me haya enganchado fuerte a esta “segunda parte”1.
Este tipo de lecturas, que te agarran por sorpresa, te hacen dudar de tus propias reglas a la hora de leer y te corren de lugar los prejuicios son las que a) hacen que valga la pena el buscar cómics/artistas desconocidos para mí; y b) los que más me motivan para escribir sobre cómics acá. Quiero que ustedes también lo disfruten.
La última parte es la onírica y terriblemente gótica El pájaro y la serpiente, absolutamente climática. Tal vez el menos favorito de los tres, aunque esto no signifique bajo ningún concepto que sea un mal cómic. Borja se desembaraza por completo de la trama de adolescentes medio punks para volver al pasado, aunque sin especificar si es la misma “línea temporal” del 1800 que vimos en The Black Holes. Nuevamente hay una Teresa protagonista, que se pasa toda la historia en silencio, como si estuviera en estado catatónico, lo que da un clima de exasperante tensión mientras el resto se mueve alrededor sin entender que pasa por su cabeza.
Tal vez lo que más me despistó en la primera lectura es que no hay una trama clara, o al menos no hay una intención de parte del artista de querer contar algo medianamente lineal que empiece y termine con una explicación lógica y que resuelva todo. Acá todo pasa por lo climático, muy apoyado en el dibujo (un poco de esto en el próximo párrafo, prometo) y su coloreado. Hay una sensación de encierro amplificado por el silencio de la protagonista y las habladurías con mala leche que hay a su alrededor. Un mundo de mujeres misteriosas y apasionadas por el arte que no permiten espacio a la boludez. Más misteriosa que las partes anteriores, quizás genere un cierre anticlimático (y no es que en The Black Holes y Grito nocturno pasen cosas explosivas) pero quizás más que necesario para poder representar de forma elegante esa sensación de apatía, palabra muy repetida en esta nota.
Hablé mucho de climas, sensaciones, de lo expresivo que tienen estos cómics. ¿Pero saben que es lo más loco? Borja González no dibuja una puta cara en las más de 400 páginas que representan estos tres libros. De verdad, no hay ojos, bocas, cejas ni arrugas… todos los personajes tienen la cara completamente en blanco… ¡y aún así las historietas logran transmitir un montón de sentimientos! Más allá de las primeras dos partes donde abundan los diálogos y ciertos grados de introspección (en la tercera parte se habla, mucho menos, pero se habla), el dibujo habla mucho más. El mejor alumno de Mike Mignola es sin dudas Borja, que utiliza unos trazos punzantes, quebradizos que parecen un boceto sin terminar, con la diferencia que González le aplica magia barroca, sobre todo en las historias que transcurren en el “pasado”, con castillos, cuartos enormes, vestidos ampulosos… y bosques, muchísimos bosques. Mucha naturaleza. Y encima de todo, cada cómic tiene su identidad visual, aportada por la paleta de colores. En The Black Holes predomina el verde, y en Grito nocturno y El pájaro y la serpiente, el azul y el beige, además de muchos momentos con claroscuro pero sin recurrir al clásico blanco y negro. Las sombras también suelen tener su protagónico en varias páginas. De nuevo, es de no creer cómo un cómic que no tiene una sola cara sepa ser tan expresivo, cosas que pasan cuando sabes contar bien una historia, desde el guion y desde otros elementos del dibujo.
Me resulta una locura que la trilogía de “Las tres noches”, siendo que está editada por Reservoir, no haya llegado al país mediante la distribución. Dudo que se pueda tener una edición nacional porque este monopolio editorial debe tener los derechos para América Latina… pero podrían mandar un pallet con un par de copias. Es un garrón que sea muy complicado tener estos tomos en nuestro país, más ahora que el “folk horror” tiene una suerte de segunda o tercera vida gracias a la literatura y el cine. Estas tres obras que tranquilamente pueden llevar esa etiqueta con orgullo deberían ser más conocidas acá. Borja González es un ídolo en España y bien podría serlo acá. Terror, bosques, súcubos, chicas adolescentes a la deriva… un buen combo.
Lo digo yo, que me cuesta tolerar cualquier historia de gente a la deriva. Así que así de buenas son estas historias.
Y eso es todo por hoy. Si te interesa recibir cada quince días el newsletter, podés suscribirte con el botón de abajo. Además, todas las entregas anteriores pueden leerse en el archivo.
También nos podés dejar un comentario acá:
Como si esto fuera poco, ya está a la venta el libro que recopila lo mejor de nuestro primer año en la web. Editó Rabdomantes Ediciones y se consigue a través de la editorial o en comiquerías especializadas.
Y también podés seguirnos en nuestro Twitter o Instagram.
¡Nos leemos!
Si bien se la considera como trilogía, la verdad que estos libros se pueden leer de forma standalone sin ningún tipo de problemas. Si me preguntan por mi favorito de los tres, sin dudas es Grito nocturno, me parece un lugar idóneo para entrar a este mundo precioso.