Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En esta entrega, Gonzalo te justifica por qué le cabe tanto la violencia con un comicazo yanqui.
Johnny Ryan: No pussyfooting
Por Gonzalo Ruiz
Esta historieta que quiero recomendar enfáticamente me trajo muchos recuerdos de mi juventud. Esa efervescencia postadolescente que me generó el cine de terror más cabeza, más gutural, violento. Noches yendo al BARS a buscar la película más revulsiva. Al día de hoy no le encuentro una explicación lógica a por qué me gustaba (gusta) tanto esa onda, si hay una necesidad catártica o si soy un morboso irrecuperable. Hoy estoy más medido (¿lo estoy?), el terror me tiene que contar una historia, y además me volví más permeable a otros géneros, no soy tan tribunero como en el pasado. Creo que hay un momento de la juventud en que está bien aliarse al quilombo, a la desmesura artística y abrazar una violencia que no lastima a gente real, no tanto como una forma de rebeldía sino como una forma de estar en contacto con la parte más primal de una, la más divertida tal vez.
Todo eso pensaba mientras leía el primer tomo de “Pudridero”, el recopilatorio español de “Prison Pit” del ídolo Johnny Ryan. Que linda es la violencia gratuita a veces.
Ryan es un dibujante absolutamente revulsivo a propósito. Un chico fan de Marvel que descubrió el underground crumbeano y que lo vivían retando en la escuela porque dibujaba tetas y culos en plan humorístico. Desde temprana edad supo que su misión era realizar los cómics más incómodos del mundo. Sobre todo porque su visión de la incomodidad no es solemne, como pasa con Suehiro Maruo, Johnny elige usar la escatología y la violencia sin freno como herramienta humorística número uno. Como dijo en una entrevista para el medio español ABC:
“Mola que la caricatura de la violencia extrema sea algo así como un lenguaje universal. Incluso en tu propio país, el humor puede ser muy subjetivo, pero a todo el mundo le encanta la violencia”.
A Johnny lo descubrí en dos lugares distintos: por un lado figuraba en el star system de la última etapa de El Víbora, cuando tomó su lugar como impulsor del indie norteamericano para Iberoamérica. También supo dibujar chistes de una página para el sitio web Vice. Piensen en los chistes más básicos de caca, pis y semen, dibujados de forma tan inocentona como guarra y explícita a la vez, sin ningún tipo de filtro en lo que elige mostrar. De hecho no existe tal cosa como el filtro para un dibujante que titula sus obras como “Fat Cop” o “Fuck my son”, su intención siempre va ser la de ir al choque, tomalo o dejalo. Así también es como se ganó el corazón de grossos eternos como Dave Cooper (otro revulsivo, aunque con más banca por parte de la intelligentsia artie) o Peter Bagge (que lo invitó a colaborar en uno de los anuales de “Hate”) y el de una fan base que lo sigue a muerte.
Si tengo que resumir a esta obra colosal (Editada en España por Fulgencio Pimentel en tres preciosos tomos. Leí dos, me falta el último) en una frase, esta sería: un bicho desagradable llamado ¡Cannibal Fuckface! (El mejor nombre de la historia) se caga a trompadas con otros bichos más desagradables en medio de un páramo… y nada más. Acá es donde uno elige tomar o dejar la obra.
A diferencia de otras cosas de Ryan, acá no hay ningún tipo de elemento humorístico más allá de algunas cosas que involuntariamente causan gracia, como un bicho que crece de tamaño gracias a sus eyaculaciones. Es una historia “seria”, una licuadora donde entra la saga Mad Max, “Berzerk” de Miura (Johnny reconoce la influencia de este manga para “Pudridero”, de acá viene su mezcla de fantasía e hiperviolencia), el wrestling, MOTU, y unos cuantos cartones de ácido lisérgico. La palabra clave acá es “lisergia”, porque el “humor” del dibujante se aplica en que tan deforme va ser el próximo bicho a vencer por Cannibal Fuckface y que habilidad también deforme va a tener. Todo es un ejercicio de superación escatológica.
La otra diferencia, o desafío más bien, pasa por ser la primera serie larga realizada por el artista, dónde, y aunque no parezca, se juega por una intención de desarrollo de historia. Lo que conforma el primer tomo español se ve solamente pelea, puteadas, sangre, semen y mierda, combates sin fin. El segundo tomo genera algo que podríamos llamar como un “contexto” a este páramo tomado por pandillas que solo buscan matar y vejar a cualquiera que caiga. Es una prisión, eso entendemos por el título, ¿pero quién o quiénes la regentean? Hay un culto religioso que responde ante el Caligulón, una suerte de inteligencia colectiva… y si, este párrafo está repleto de supuestos, en parte porque no leí/tengo el tercer y último tomo, y también porque no es algo que parezca importar. Repito, el gimmick absoluto está en las formas enrevesadas y cada vez más salvajes que emplea Cannibal Fuckface (voy a poner este nombre completo siempre porque es glorioso) para asesinar lo que venga, además de tener transformaciones estrambóticas, con pies, brazos, tentáculos y pijas que salen de cualquier lado. Una versión absolutamente perversa de Pokémon. Hay mucha gracia también en el hecho que Cannibal Fuckface también la liga muy heavy con penetraciones y desmembramientos, pero igual se puede poner de pie para ser el que da la estocada final.
A mi todo esto me parece espectacular, sobre todo por la gran calidad artística y de narrativa. La imaginación de Johnny para crear bichos es impresionante, logra que siempre haya una sorpresa, que no te esperes lo que se viene y se te caiga la mandíbula al piso. Por si esto fuera poco, hay una mixtura muy elegante entre un dibujo con desparpajo, sin respeto por la anatomía y por las proporciones, pero esto tampoco importa, el diseño y la compleja carga de imágenes que hay triunfan por sobre la exquisitez y lo delicado, es otro tipo de elegancia y perfección, una que no admite tibiezas por parte del lector. El dibujo es completamente punk y nihilista, con una narración veloz como disco de thrash más picante. Como mucho hay cuatro viñetas, que oscilan entre los combates más cruentos y un stop-motion cautivador, que llama al desarrollo del morbo. Como ver un choque de trenes en cámara lenta.
“Pudridero” no es para cualquiera1. No solo hay que amar y disfrutar las artes más salvajes, sino que hay que abrazar al 100% la desconexión y entregarse por completo a ese salvajismo. Sin concesiones, sin peros. Hay que estar dispuesto a leer más de 500 páginas de combate descerebrado. Hay que transar con el goce de la violencia, de la desintelectualización más cabeza. Hay que estar listos para entrar en una Ferrari que, a toda velocidad, tiene como único destino chocar violentamente contra una pared, teniéndote de prisionero hasta ese último momento.
Recomiendo fuerte esa sensación.
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Así y todo fue un éxito que generó ediciones españolas, italianas y rusas. Además de un intento de serie animada que se puede ver en YouTube acá mismo. Un dato no menor es que el editor original es Fantagraphics.