Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Matías se expone analizando sus extraños fetiches narrativos, y Gonza evangeliza sobre las bondades de las antologías.
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A la caza de la Gran Ballena Feteada: Bondades y milagros de las revistas de antologías
Por Gonzalo Ruiz
Esto lo sabrá explicar mejor una persona que lo haya vivido en el lugar y tiempo indicado, pero a pesar de haber nacido quizá demasiado tarde, lo puedo contar porque estas cosas a la larga se saben: en la década del 80 hubo una invasión de revistas de antología, no solo de las producidas en Europa que llegaban de manera importada, sino de las realizadas en nuestra patria. Un formato que, por otro lado, ya era harto conocido en este país debido a que era la única forma (o más bien, la predominante) en la que se publicaba historieta de la mano de las gigantes Columba, Récord y en menor medida, Frontera. En España, sobre todo, uno levantaba una baldosa y salía una antología, y cada una de estas respondía a un distinto modelo estético o de época, algunas con el sostenido legado de la Métal Hurlant francesa más finoli; su contraparte yanqui más salvaje, la Heavy Metal; y otras capaz que probaban cosas nuevas que respondían al signo de los tiempos, sea de manera “cultural” o “contracultural” (podría hacer mención de la Cannibale tana, pero me la voy a guardar para un futuro newsletter, o al menos dos de sus popes).
Ahora bien, hoy todo ese material, dejando de lado las posibilidades infinitas que te deja la descarga por Internet, está recopilado en su gran mayoría en libros que contienen la historia al completo y capaz hasta con algún texto extra que siempre garpa si te interesa saber un poco más sobre lo que estas leyendo.
Pero no vine a realizar un texto histórico, sino más bien un acto de justicia.
Ante todo, soy un fiel creyente del proverbio “no todo está en internet”, y por ende, trato de ir antes que nada a las fuentes. En esta caso, al papel. Por supuesto, así como no todo está en internet, no todo está necesariamente al alcance de la mano de uno, y requiere cierto tipo de investigación y búsqueda que a veces roza lo arqueológico al nivel Indiana Jones, rascando hasta la pila más roñosa de una librería de saldos o algún puesto perdido en alguna feria. Y si hay algo que abunda en demasía en estos lugares que como bien señaló un especial de hace tres semanas, queremos mucho, son las antologías.
Por supuesto, no voy a negar que es un perno absoluto (y por momentos se convierte en un acto digno de Sísifo) coleccionar antologías que en su mayoría son no necesariamente eternas pero sí largas y, sobre todo hoy en 2021, viejas. No es realmente habitual que uno encuentre de un tirón 20 números al hilo, generalmente los encontrás sueltos, sin correlatividad y hasta incluso con la posibilidad de, en el caso de las antologías importadas, enterarte que los números más bajos capaz nunca llegaron al país. Pero ahora que estoy a tan solo un número de completar la edición española de Métal Hurlant puedo decir: no es tan difícil como parece.
Y uno podría decirme “pero muchas de las cosas que están ahí se consiguen en otras ediciones/en Internet” o hasta incluso una certera frase: “no todo el contenido está bueno”. Y si bien ambas afirmaciones son ciertas (al margen de cualquier subjetividad, es virtualmente imposible que todo el contenido de una serie larga esté en todo momento en un alto nivel, tarde o temprano la cosa tiene que caer, más cuando en tus primeros 10 números están Mœbius, Druillet y otros Humanoides jodidamente buenos que no van a figurar siempre), tienen en iguales cantidades un componente de verdadero y otro componente de falso cuyo equilibrio lo dispondrá el lector, a su propio favor o contra al momento de elegir que comprar/coleccionar.
Un ejemplo algo arbitrario dentro de la comparativa:
Verdadero: no todo es esencial y/o bueno, no todos los artistas trascienden a cierto panteón de genialidad y hasta es muy probable que sean de mediocres para abajo. La mejor manera de darse cuenta por qué se cancelan algunas revistas es cuando en los últimos números, la calidad baja y bastante, de golpe son pocos los nombres que podes rescatar, y que capaz tampoco están en su mejor momento.
Falso: sorprende la cantidad de cosas que no están recopiladas, tanto en su idioma original como en traducciones licenciadas, y en el peor de los casos, fueron recopiladas y reeditadas también en un tiempo pretérito tan alargado que es virtualmente imposible de conseguir, y en un caso aún peor, se consigue a precios irrisoriamente caros. ¿Sos fan de Yves Chaland? Capaz te sea más fácil leer Albertito en la retiración de contratapa de la MH que rastreando algún libro recopilatorio en español. O incluso cosas del maestro Serge Clerc, que tiene una gran cantidad de su laburo recopilado… en su Francia natal. Salvo que te pongas a aprender francés (y tengas muchas ganas de dejar sueldos enteros en un par de libros carísimos), la manera más práctica y económica de leerlo es rastreando a morir las Métal Hurlant.
Hasta acá las bondades, es hora de los milagros.
Como dije, Argentina también tiene una cantidad GIGANTE de antologías. Algunas, al igual que la Métal Hurlant española, son “covers” de otras antologías existentes, en la gran mayoría provenientes de Italia como la Skorpio (aún vigente en la península itálica) y que amalgamaban material importado con cosas nuestras (en el caso de la Skorpio, algunas de las historias eran material que primero se había publicado allá). Y créase o no, hay material que acá tampoco se ha recopilado por completo, o peor aún: se hizo de manera parcializada e incompleta. Y, de hecho, los rescates se realizaron más acá en el tiempo, son pocas las recopilaciones existentes en los años 80.
Pero hay algo interesante en muchas de las antologías de acá y es la curaduría que manejaban.
Los primeros números de Fierro, capaz los más difíciles de conseguir (pero no imposibles, aunque si algo caros) serializaron la mágica Arzach, titánica obra muda de Mœbius, un material que, si uno se pone a pensar, no tiene una edición reciente y de fácil acceso en todo sentido (rapidez en obtenerla y con un precio módico).
Ok, capaz este no sea el ejemplo más feliz, pero voy cerrar con el verdadero milagro, uno que creí imposible hasta que me di cuenta que lo pude resolver en, literalmente, dos días.
En una búsqueda sobre información de la mitológica saga Love and Rockets, me encontré con un dato emocionante (Al menos para mi): algunas pequeñas historias de los Bros. Hernández fueron publicadas en Argentina dentro de Puertitas, la antología curada por el maestro Carlos Trillo en los 90. Pero esto se pone mejor. Puertitas SuperSexy, la contracara porno, publicó integramente Birdland, la historieta ultrazarpada de Beto Hernández, fuera de continuidad dentro de la saga Palomar pero que aún así involucra a algunos de sus personajes, a lo largo de cuatro números (concretamente del 9 al 12). Una historia que si hoy quisieras conseguir la edición original a través de un dealer, no se puede porque no está disponible en los habituales catálogos de compra yanqui y hace muchísimo que Fantagraphics no la reedita.
Así y todo, la encontré entera en una mesa de saldo a un precio que ni con la vuelta del 1 a 1 conseguiría para la edición original.
No se si hay alguna moraleja al respecto, ustedes tranquilamente me pueden decir “Birdland la podes leer gratis online y en su idioma original” y es una afirmación cierta. Pero a las obsesiones hay que acompañarlas y en lo posible, seguirlas cual corazonada, porque te pueden llevar por el camino correcto. Bueno, les puedo dejar una moraleja: háganse amigo de las checklists que puedan encontrar de estas revistas y revísenlas a fondo, nunca saben con qué se pueden encontrar. Capaz está ese Santo Grial que tan esquivo te fue y al final estaba durmiendo la siesta en una librería de calle Corrientes. Capaz hasta es más fácil revolver entre pilas que pagarte un hardcover imposiblemente caro que solo sirve para chapear en una biblioteca. Y además, quién te dice, en esa antología perdida capaz hasta descubrís un autor que te puede gustar (y cebar) mucho más. Las posibilidades son infinitas.
(Dedicado al Profe Facundo Vázquez, otro demente de las antologías y el que me habilitó la información necesaria para conseguir la “edición nacional” de Birdland -¡perdón si te quemo diciendo esto!-)
Enamorándose de la noche con Yofukashi no Uta
Por Matías Mir
Voy a confesar que tengo un fetiche narrativo medio específico que siempre me engancha en ciertos mangas y es cuandoe siguen la siguiente premisa: una pareja, heterosexual casi siempre, usualmente adolescente, arranca una extraña relación no romántica pero que bordea lo sexual (ya sea que ella controla cuándo él puede pajearse —Sundome de Kazuto Okada—, que él la usa como modelo para hacer una muñeca de tamaño real —Ibitsu, también de Okada—, que descubren que compartiendo fluidos pueden entender los sentimientos del otro —Nazo no Kanojo X de Riichi Ueshiba—, etc.) que tienen que mantener oculta por razones de la trama. Es súper morboso y siempre termino leyéndolas muy animado, y eso seguro dice más de mí que de las obras.
En cualquier caso, me encontré con otro ejemplo de ese estilo al cual entré por el morbo y me quedé por su tratamiento de temas sobre romance, sexualidad adolescente y el mundo nocturno del Japón no céntrico.
En Yufukashi no uta, de Kotoyama, la cosa va de un pibe llamado Kou que se desapega de su vida diaria, abandona la escuela, deja de dormir y de tener sueño, y sale a patear la noche de su ciudad medio desértica en algún cinturón industrial medianamente lejos de Tokio. Se termina cruzando con Nazuka, una piba que le dice que él ahora es un caminante nocturno, gente que al perder la relación con su vida diurna salen a vivir la noche desierta (en un evento similar a la procrastinación nocturna vengativa). También, la mina resulta ser un vampiro que lo toma como su presa.
El giro es que resulta que la sangre de Kou es demasiado buena como para dejarlo seco y buscar otro, y él se engancha con el tema de los vampiros y lo ve (como bien haríamos todos) como el escape definitivo a la sociedad diurna, a las expectativas sociales y al capitalismo, así que le pide que lo convierta. El tema, y acá viene el otro giro, es que para hacerte vampiro tenés que enamorarte del vampiro y que te chupe la sangre.
En esencia, la historia le agrega una dimensión romántica al concepto de lo vampiros, porque entonces cambia toda la dinámica. Los vampiros, para crear sirvientes o atraer presas, tienen que ser atractivos y seductores bajo estándares actuales y tienen que establecer una relación real con sus víctimas, además de (como en varias otras historias de vampiros es más sutilmente representado) agregarle un elemento sexual explícito a todo el concepto. Chupar sangre no solo equivale a alimentarse, sino también a coger.
En la historia (tanto la de los protagonistas como algunas subtramas de personajes secundarios), esto lleva a un montón de conversaciones interesantísimas acerca de la naturaleza del amor, sobre bisexualidad (¿pueden un humano y un vampiro no congeniables sexualmente empezar una relación de este estilo?), la promiscuidad, la hipercosificación de las mujeres y particularmente de las adolescentes, los acosadores y, principalmente, cómo funciona todo esto para el prota, que tiene que forzarse a enamorarse de alguien para cumplir su sueño. ¿Podés OBLIGARTE a amar a alguien?
Así, Kou tiene la pubertad más intensa de todas en esta historia que funciona apoyada solo en los personajes y sus relaciones interpersonales (hasta que el autor parece quedarse sin ideas y mete peleas, búsquedas de reliquias, cazavampiros y otras boludeces) con un arte muy expresivo, un humor muy moderno y personajes muy bien logrados.
La atmósfera que plantea, esta “noche” que más que un momento del día es un mundo paralelo medio onírico, capta muy bien esta sensación de ambigua intensidad que tiene la nocturnidad para con las cosas, como cuando una charla de noche, en un banco de plaza, puede ir por caminos imposibles de charlar durante el día. Ser un vampiro, abandonar para siempre las necesidades terrenales, es la forma de adueñarse por completo de esa noche, y que eso funcione a través de una historia de amor entre dos platónicos funciona demasiado bien. Quizás escribiéndolo ahora veo que puede llegar a ser medio bizarro todo el concepto, pero, de nuevo, si lo leés bien a la noche tiene todo el sentido del mundo.
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