Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonza habla del unitario The Long Tomorrow y Matías analiza el último one-shot de Tatsuki Fujimoto.
El mañana nunca se sabe: La (breve) ciberepopeya de The Long Tomorrow.
Por Gonzalo Ruiz
Resulta increíble pensar cómo un proyecto megalómano inconcluso generó varios vástagos con el correr del tiempo. En 1973, un productor le ofreció al director de cine Alejandro Jodorowsky (que mojó bastante con las historietas desde los 60, más recordado por El Incal) hacer una película sobre Dune, la novela de Frank Herbert. En un rapto de locura, el chileno decidió convocar a legiones de artistas que estaban en la cresta de la ola por esos años. Sin ahondar demasiado en ese fructífero período (recomiendo a morir el documental Jodorowsky’s Dune) hay dos nombres que nos interesan: Dan O’Bannon y Mœbius.
Dan O’Bannon es de esos nombres que en el mundo del cine quizá no sean excesivamente resonantes como George Lucas o Steven Spielberg. Sin embargo, entre que su “sello” se puede encontrar en Alien, Star Wars y Dark Star (la película/tesis facultativa de su amigo John Carpenter) entre otras, su debut como director fue con la magnífica Return of the Living Dead. Le debemos tanto y no lo sabemos. Mœbius, por su lado, ya venía de ahondar en la experimentación de su trazo dentro del western Blueberry. Durante el trabajo en la película, O’Bannon le mostró a Mœbius una historia que él mismo había escrito y dibujado. Al dibujante le fascinaba lo auténticamente noir del guion, ya que como admirador del género policial sentía que su condición de francés no le permitía generar una historia sin parecer una parodia. Finalmente, The Long Tomorrow fue editada en 1976 por Métal Hurlant, la publicación creada por Les Humanoïdes Associés, de la cual Giraud fue parte.
The Long Tomorrow es un interesante policial negro ubicado en un tiempo y espacio incierto. Protagonizado por el detective privado Pete Club, residente en el piso 97 de una ciudad gigante donde las clases más bajas ocupan los pisos más bajos, quien recibe un encargo de una mujer residente en el piso 12. Haciendo uso de una generalidad del policial negro, lo que siempre parece ser un trabajo sencillo siempre termina escalando más allá, en este caso llegando hasta el mismo presidente. La historia gustó tanto (fue replicada en la Heavy Metal yanqui y en nuestra propia revista Fierro) que Mœbius pidió una secuela, pero quedó desilusionado ante el guion que le entregó O’Bannon (según Giraud, no aportaba nada nuevo a lo que ya había mostrado en el primer capítulo) y nunca la dibujó.
Serializada en las revistas 7 y 8 de Métal Hurlant, para muchos esta historia es considerada el germen del cyberpunk. William Gibson, uno de los padres del género y autor de Neuromancer, reconoce parte de su influencia en esta historia, más que nada en las visiones futuristas que Mœbius ofrecía para la ciudad donde transcurre la historia. Gibson no fue el único alucinado con las imágenes ofrecidas. Ridley Scott también tuvo en cuenta esto al momento de diseñar Blade Runner, película donde el director convocó al dibujante para trabajar, pero éste se rehusó debido a estar ocupado con Time Bandits (a posteriori, él se lamentaría de no haber participado en la obra de Scott, ya que le había gustado). Otro que mamó de esos imposibles dibujos fue Carlos Ezquerra, quien no solo se asemeja en las texturas y entramados de Jean Giraud, sino que también lo hace en su concepto y diseño de Mega City-One: la distópica ciudad donde ocurre la gran mayoría de las aventuras de Judge Dredd hereda bastante de The Long Tomorrow. Otro alucinado fue George Lucas, quien copió algunos diseños para droides en The Empire Strikes Back.
Nada mal para una breve obra creada en los largos momentos pausados durante la producción de una película que nunca se hizo, sobre todo para una historia que puede ser leída en la actualidad y que resultó disparadora de varios íconos reconocibles de la cultura pop y que no acusa recibo de un envejecimiento. Es para destacar que la brevedad del guion (16 páginas divididas en dos) obliga a la historia a moverse con velocidad, pero sin dejar cabos sueltos o una necesidad de saber qué pasó o quiénes son ciertos personajes. La intención está y el germen fue plantado con éxito.
Puertas, cines y manga: “Look Back” de Tatsuki Fujimoto
Por Matías Mir
Esta semana, lo único en lo que puedo pensar en materia de historieta es en Look Back, el one-shot masivo (¡140 páginas!) de Tatsuki Fujimoto, publicado en la plataforma digital Manga Plus. Debo haberlo releído parcialmente ya dos o tres veces, y sigo enganchadísimo con sus elementos, sus juegos narrativos y la forma en la que Fujimoto se sienta a contar una historia, así que desarrollemos un poco (y sí, lo voy a spoilear, así que léanlo que es gratis).
La historia básica de Look Back es la de Fujino, una estudiante que dibuja un yonkoma (manga cómico de cuatro viñetas; una tira cómica, bah) en el modesto periódico infantil de su clase. Las tiras tienen un arte infantil e inexperimentado pero a nadie le importa porque todos se ríen, hasta que aparece una segunda tira en el periódico con dibujos detallados y profundos y con un aire más atmosférico que cómico. Esta segunda tira la firma una tal Kyomoto, y a partir de la comparación entre ambas tiras empieza la historia de estas dos chicas y sus vidas en el mundo del dibujo y el manga.
Hay varias aristas por las que entrarle a Look Back. Arranquemos por el nombre. “Look Back” es en sí un juego entre dos conceptos. El primero, la traducción correcta, de “mirar hacia atrás” o de “retrospectiva”, en relación al clímax de la historia, cuando Kyomoto muere en la masacre en la academia de arte y Fujino, recordando todo lo que vivieron juntas, “mira hacia atrás” en arrepentimiento por haberle pedido que hicieran manga juntas, pensando que se habría salvado si ella no la hubiera sacado de su aislamiento. El segundo concepto, una traducción más literal y cabeza sería la de “mirar la espalda”, que se relaciona directamente con el elemento gráfico más predominante de todo el one-shot. Páginas y páginas y páginas enteras de mirar a Fujino sentada en el escritorio (nuestro “poner el culo en la silla”) mientras el tiempo pasa a su alrededor. La espalda encorvada sobre la mesa de dibujo como representación de qué implica realmente el trabajo del mangaka: poco glorificadas horas de encorvarse sobre el papel. Un título, dos conceptos: uno referente a la historia y otro referido a la narrativa gráfica, la misma dualidad que presentan las dos protagonistas, y que sintetizan al unirse para hacer manga juntas.1
También, “Look Back” hace referencia a la canción “Don’t Look Back in Anger” de Oasis, como lo representa en el juego que hace en la primera página (cuando el pizarrón de la clase de inglés dice “Don’t”) y la última (cuando el libro tirado al final de la página dice “in Anger”). Acá no me pidan una interpretación compleja sobre cómo conectan el tema con el manga más allá de que ambos son re bajoneros. Eso pregúntenselo a los melómanos como Gonza.
Siguiendo con la idea de la dualidad sintetizada en la creación de manga, otro enfoque interesante: cuando las chicas empiezan a publicar, lo hacen bajo el seudónimo de “Kyo Fujino” (o sea, el “Kyo” de “Kyomoto” y apellido de Fujino), nombre que Fujino sigue usando incluso cuando serializa ella sola Shark Kick. El chiste acá es que otra forma mucho más orgánica de combinar los dos apellidos es, por supuesto, “Fujimoto” (mismos kanjis y todo), el de nuestro autor, lo que potencia la idea de esta historia como una profundización personal acerca de lo que implica la carrera de mangaka. Pero después volvemos a eso.
Otra referencia escondida en kanjis está en ese “Kyo”, que también es el mismo de Kioto (la ciudad) y de Kyoto Animation, el estudio de animé conocido por su nivel estético y de animación y por un montón de animés que me encantan (si no vieron Koe no Katachi entonces les falta algo en sus vidas). El estudio también es conocido desafortunadamente por haber sido víctima de un atentado en 2019 en el que murieron más de treinta personas víctimas de un pirómano en lo que se confirmó fue la peor masacre en la historia japonesa post-Segunda Guerra Mundial2. La mención no es azarosa: Look Back se publicó el 18 de julio de 2021, el día del segundo aniversario de la tragedia, y trata, también y en parte, de una masacre en una institución dedicada al arte por parte de un loquito que asume que le plagiaron sus ideas. El homenaje es crudo pero claro: Fujino (¿Fujimoto?) pierde a alguien importante en la tragedia y, en su dolor, imagina una realidad en la que pudo hacer algo al respecto, tanto en su mente como, al parecer, en sus tiras cómicas.
Otra cosa que me parece interesantísima es cómo Look Back repite un par de elementos de los mangas más populares de Fujimoto. El primero, casi su marca personal, es el cine. Ya en varios espacios mencionó su amor por las películas y el cine como experiencia. Sin spoilear mucho, el centro semántico de Fire Punch pasa por el cine, por tratar de recuperar la tradición de contar historias en la pantalla en medio del apocalipsis, representado tanto en la historia como, de nuevo, en la puesta en página, en esas escenas de acción cinematográficas de cámara estática y en viñetas “widescreen”. Imposible no pensar también en el capítulo (¡importantísimo!) de Chainsaw Man de la cita de Denji y Makima yendo todo el día a ver películas. En el one-shot, por supuesto, no podían faltar las chicas yendo al cine.
Otro elemento, mucho más profundo, es el de las puertas. La relación de Fujino y Kyomoto arranca con una puerta de por medio, la del cuarto de Kyomoto. Esa puerta, y la decisión de abrirla o no, es lo que define las dos realidades que muestra Look Back. Kyomoto vive encerrada en su casa dibujando, y es Fujino la que la fuerza a abrirse gracias a esa tira en joda sobre “la final del mundial de quedarse encerrado”. Cuando Kyomoto muere y Fujino vuelve a esa misma puerta, parte en pedazos esa tira, enojada, y solo un pedacito pasa del otro lado en la realidad paralela: la que dice “¡no salgas!”. Todo ese juego narrativo es hermoso, y es entendible por qué mangakas como Inio Asano salieron a tirarle flores al one-shot después de leer algo así.
Siguiendo con las puertas, si yo te digo “Fujimoto” y “puerta”, probablemente pienses instantáneamente en Chainsaw Man, en Denji y la puerta en sus pesadillas que Pochita le dice “no la abras” (¿les suena?). Una puerta en un callejón que está ahí para sellar una realidad oculta. Y si el paralelismo de las puertas no era suficientemente obvio, en la realidad paralela, el día del atentado, Kyomoto estaba pintando una pieza enorme de, sí, la puerta del callejón de Chainsaw Man.
Pochita y Fujino, dos personajes que insisten en no abrir puertas, en no pasar al otro lado. En Look Back, también, la puerta se abre. ¿Qué implica abrir esa puerta? Una vez que se abre, en ambos mangas, ya no puede volver a cerrarse. En el caso del one-shot, abrir esa puerta implica tirar el primer dominó de la vida que las dos chicas compartieron juntas, al menos por un tiempo. Implica cambiar sus vidas para mejor y poder ambas convertirse en las artistas que siempre quisieron. Implica felicidad, pero también dolor. Fujino se arrepiente de la felicidad porque implica también ese dolor, pero no puede tener uno sin el otro.
Al final, todo orbita el concepto mayor de producir manga, de vivir por el manga. ¿Para qué? Eso es lo que se pregunta Fujino después de la muerte de Kyomoto. ¿Para qué estuvo sentada en ese escritorio durante años dibujando yonkomas y one-shots y su serie en la Jump? ¿Lo hacía porque le gustaba? ¿Porque la hacía sentir especial entre sus compañeros? ¿Para competir contra Kyomoto? ¿Como forma de permanecer juntas? Incluso cuando ambas se separan, sigue dibujando, ¿para qué?
El planteo me hace acordar al de otro manga publicado por Shueisha hace poco: Time Paradox Ghostwriter, que iba de un artista fracasado que le llegaba una Shonen Jump del 2030 y se ponía a copiar el mayor hitazo del futuro. En ese manga (que tomó unos giros extraños, no resolvió mucho casi nada de su historia y termina rarísimo, completamente cancelado), el protagonista es una persona que ama el manga con todo su corazón pero que no es capaz de dibujar nada que tenga onda porque no tiene en su vida nada que contar, nada que poner en el papel. La cosa se expande a un debate entre él y la autora que en el futuro va a hacer la serie que él ahora le copia sobre para qué hacer manga, cuál es el propósito de los mangakas. Pero en donde TPG fracasaba con su ciencia ficción interesante pero poco explorada y eventualmente pinchada y sus personajes sin alma, Look Back triunfa.
Con personajes tridimensionales, expresiones complejas, una narrativa precisa y guion al hueso, Fujimoto reflexiona sobre cómo la historieta puede servir como vehículo para cambiar las vidas de las personas, los que la leen y los que la hacen3. A pesar de la tragedia y del arrepentimiento, al final, Fujino entiende que el manga fue lo que las unió a ella y a Kyomoto, tanto así que en dos realidades en las que había abandonado el manga, volvió a él por ella. De vuelta en el presente y en la realidad, vuelve a sentarse en su silla, de espaldas al lector, y no mira más hacia atrás.
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También hay otro juego con la "espalda”, que es donde Fujino le da su autógrafo a Kyomoto cuando se conocen. La marca de esa amistad queda sellada en la espalda de ese pijama que Fujino observa después de la muerte de su amiga.
Recomiendo mucho este video en homenaje al estudio luego del incidente.
En esa misma línea, es inevitable no recomendar también “Reiraku” de Inio Asano, la historia de un mangaka demasiado Asano que pierde la conexión con su trabajo y acaba por odiar el manga que definió su vida.