Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonza se queda solo nuevamente para hablar de… bueno, ya saben.
Amor e (y a las) Historietas (o Love and Rockets parte cuatro de Dios, esta pesadilla no termina nunca)
Por Gonzalo Ruiz
Hay una anécdota que sirve para explicar mucho de lo que voy a contar hoy, y que creo mencioné al pasar en algunas de las entregas anteriores… pero como el público se renueva y hay que llenar caracteres, la voy a decir igual: la matriarca Hernández era muy fanática de los cómics durante su tierna juventud, pero tenía como traba a su madre, que le tiraba las revistas a la basura. La frustración se revirtió en algo positivo, y cuando ella pudo vivir sola (y posteriormente con su marido), no solo entretenía a sus seis hijitos dibujándoles a sus personajes favoritos de la Golden Age, sino que, cuando el mayorcito, Mario, comenzó a comprar sus propios cómics, ella trató de ponerse al día con lo que ocurría durante la Silver Age. Con ese panorama hogareño, logró inculcar ese amor a sus hijos. Hoy sabemos, tres de ellos (uno abandonaría el barco al poco tiempo de empezar, como bien sabemos) fueron más allá con el asunto1.
Y ese más allá nos traslada a mediados de los 90. Sale el número 50 de Love and Rockets y con éste, el final de la serie que como había adelantado, era algo falso porque Jaime y Beto se largaron al poco tiempo con diversas miniseries que sirvieron como “puentes” entre el primer volumen y el segundo que comenzaría en 2001. Las que ahora nos importan son las ambientadas en el macroverso Locas, que son dos (plus un one-shot a todo color): Whoa, Nellie!, una carta de amor a otra de las aficiones de Jaime y la descomunal Penny Century.
Los tres números de Woah, Nellie! ponen el foco sobre Xochitl Nava, prima de Maggie cuyo pasatiempo es ser luchadora semi profesional, con aval de su tía Vicki Glori (si, el componente familiar es crucial para esta historia - y para casi todas las de L&R de hecho -), quien tiene un peso importante dentro del circuito de luchadores de catch. Por supuesto que, fiel al estilo dramático de Jaime, la historia gira alrededor de las relaciones humanas, en este caso dentro de un contexto deportivo/artístico. Detrás de ese circo coreografiado/show business hay un sistema perverso que marca la agenda a seguir sobre quiénes son ganadoras y perdedoras, cuándo son buenas o malas y cómo se arreglan las victorias en general. Cuestiones burocráticas que se entremezclan con un intento de dinastía familiar que Vicki, la más cercana a ser “la voz de la razón” dentro de esta saga, quiso mantener a toda costa.
Jaime se luce como un gran narrador de conflictos personales. La pequeña trama de los arreglos entre los agentes de catch obviamente afecta de manera directa o indirecta los sentimientos de los personajes y sus intereses propios, sus ganas de ir más allá dentro de este pseudo-deporte. Los momentos íntimos son pocos, pero como siempre son fuertes y funcionan para motivar las acciones de las protagonistas. Xo y su compañera de lucha, Gina, fiel al estilo Hernández, se conocen de toda la vida, crecieron juntas pese a la diferencia de edad y siempre motivadas por las mismas ganas de llegar lejos dentro del circuito de luchas, casi como su único escapismo dentro de su realidad chicana.
Pero entre los vistazos de una vida casera y los tongos están los combates, los momentos donde Jaime demuestra todo el poderío de su dibujo y su narrativa. En Woah, Nellie! vemos esa parte de la herencia Silveragesca que en sus historias más “coming of age” no figuran: los combates cuerpo a cuerpo, la «machaca» que distinguen a los super héroes. El artista se hace cargo de su fanatismo por Jack Kirby, pero no en la dinámica sino en el armado de páginas, con solo una plantilla de cuatro o seis viñetas (a veces combinadas entre ellas), donde da rienda suelta a un glorioso manejo de poses, encargadas de dar vida a los movimientos. Porque lo interesante del dibujo, es que no hay apoyo por parte de las líneas cinéticas para demostrar movilidad, los dibujos están completamente estáticos, como si de poses para una fotografía se trataran. Cada viñeta es un movimiento distinto, y entonces se agolpan tres o cuatro páginas completamente mudas y detenidas en el tiempo, pero que leídas de corrido muestran un combate agitado, cargado de trucos, trampas, trabas y alguna que otra piña a traición, porque el show lo demanda. Lo dinámico descansa en las expresiones faciales, si movilizadas por el acto en cuestión y también en cómo se van doblando los cuerpos, tal vez una de las aristas más importantes en Jaime, encargado de dibujar figuras poco hegemónicas, corpulentas y curvilíneas, que se estiran, se contraen y se contorsionan.
Tras el Maggie and Hopey Color Fun (una historia simpática entre nuestras ídolas, el hermano de Hopey y su pareja, toda una excusa para ver por primera vez una historieta full color de Love and Rockets) llegan los siete demoledores números de Penny Century.
Fiel al estilo de la revista original, que incluía varias partecitas de una historia que se completaba al leerse todo de corrido, esta mini tiene dos partes troncales bastante interesantes. Por un lado está el ensayo de una respuesta a la pregunta que todo el mundo se hizo: ¿quién carajo es esta super bomba sexual cuyo deseo es ser una superheroína con poderes, está loca de verdad o se hace? ¿Y qué le pasa a los hombres que logran su máxima calentura, que es estar con ella bajo sábanas? Esto está representado por los “capítulos” protagonizados por Ray Dominguez, que repasa su fracasada vida amorosa marcada por esos inolvidables garches que solo tenía con Penny. Ah, y por si fuera poco, Jaime se convierte en el rey absoluto del claroscuro. Ya para esta época Sin City estaba explotando en mil pedazos de popularidad… pero toda esa magia que Miller le imprime a su obra personal ya la manejaba nuestro homenajeado artista, y acá viene para hacernos recordar que él sigue siendo el Rey.
Pero la verdadera bomba, el momento en el que Jaime Hernández se consagra como el Máximo e Indiscutido Líder/Rey/Genio de la narrativa comiqueril es “Everybody loves me, baby”, incluída en el séptimo y último número de Penny Century. De golpe, al dibujante se le ocurre contar que Maggie se casó con Tony Chase, un punk que conoció en su juventud… y un personaje que JAMÁS vimos en ningún momento, ni en flashbacks o en el presente. Acá aparece por primera (Y única) vez, en el momento que la pandilla celebra… ¡El divorcio de Maggie y Tony! Años de amor condensados en varias páginas, absolutamente emotivas y cautivadoras, un catalizador que encontró Jaime para explicar no solo lo especial que es esa relación, con sus idas y vueltas, que tienen las amigovias Maggie/Hopey, sino también para explicar muchas de las situaciones extrañas en las que ambas se encontraban. Claro, Maggie le ocultó (gran jugada de guión) a su mejor amiga que estaba casada, de golpe algo que parecía legal en los papeles terminaba siendo completamente clandestino. Probablemente uno de los puntos más altos en la carrera de Jaime dentro de este universo.
Penny Century (y acá me refiero por supuesto al super tomo de La Cúpula que reúne todo lo mencionado y que usé como referencia para este texto) es la suma perfecta de todas las obsesiones que definen a los hermanos. Está el punk, la lucha de catch femenina, el amor, las historietas… y el amor a las historietas.
Y si, por supuesto que esto seguirá en algún momento.
Bienvenidos al volúmen dos de Love and Rockets.
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En varias entrevistas, los Bros. Hernández confesaron que, gracias a esta crianza materna-comiquera, por mucho tiempo pensaron que leer/dibujar comics era algo cool. Hasta que llegaron a la secundaria y la realidad fue distinta. Así y todo, a Dios gracias nunca cambiaron su idea de hacer cómics.