Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Matías analiza dos mangas que adaptan una misma novela y Gonza siguen con ya saben qué.
Indigno de ser leído: Osamu Dazai y sus adaptaciones al manga
Por Matías Mir
Hace unos años, conocí la obra de Usamaru Furuya a partir de encontrarme con su manga Indigno de ser humano, adaptación de la novela homónima de Osamu Dazai. El manga, compilado en tres volúmenes, me pareció una cosa fantástica. Una historia oscura, bien emo, con un protagonista completamente falto de empatía que sufre tener que vivir en la sociedad moderna, maldito por el hecho de que, al parecer, la gente de a pie se siente atraída por esa clase de bichos raros. No es muy difícil ver los paralelismos entre Yozo Oba, el protagonista, y el propio Dazai, y Furuya busca en su adaptación una suerte de homenaje al autor que lo impactó tanto en su adolescencia, según comenta en su epílogo.
Desde entonces, me quedé con mucha manija por leer la novela original de Dazai, y no fue hasta este año que conseguí una edición local y pude leerla. En un rapto de honestidad, solo puedo definir la experiencia como una decepción. Quizás la obra estaba resumida, quizás la traducción era mala, quizás lo elemental de la prosa de Dazai no se traslada bien fuera del japonés, o quizás solo no estaba en el mejor momento de mi vida para leer una obra así, pero la realidad es que me terminó pareciendo una cadena de párrafos muy intensos mezclados con un montón de sinsentidos, que se enfrascaba en detallar cosas aburridas pero casi se saltaba describir las escenas clave. Espero que ningún fanático venga a buscarme por esto, pero en cierto punto solo leía el libro para terminarlo.
¿Cómo podía ser que la adaptación fuera tan buena pero el original no me moviera ni un pelo? Revisitando mi primer acercamiento a la obra, noté un par de cosas. Primero, que Furuya hace una adaptación alterada, moderna, más al estilo de sus otras obras. Segundo, que sus intertextualidades con Dazai están filtradísimas. Agarra los mejores pasajes y los conecta con su manga de tal forma que me vendió que toda la obra tenía la intensidad de sus mejores párrafos.
Otra cosa interesante que hace Furuya es que agarra el concepto de la obra original de que lo que leemos es solo los diarios encontrados por un narrador (quizás el propio Dazai) y se lo apropia para contar la historia de él mismo, Usamaru Furuya, que encuentra el diario de Yozo Oba en un sitio web oscuro y lo usa para dibujar su manga. Cumple todos los requisitos para ser una adaptación que se sostenga por sí misma aunque uno no tenga idea de que el original existe.
Con el mal sabor de boca después de haber leído la obra de Dazai, estaba dispuesto a cerrar el capítulo de mi experiencia con Indigno de ser humano, pero la curiosidad me pudo y tuve que entrarle de nuevo una última vez. Con el conocimiento de que Junji Ito, a quien todos ya conocemos bastante, había hecho su propia adaptación por el 2017, me lancé a esa lectura.
Decir que es una obra tremenda es quedarse corto. No me tiembla el pulso para decir que debe ser mi libro favorito de Ito por mucho. Lejos de sus famosos monstruos y conceptos terroríficos, acá Ito dibuja algo muchísimo más horroroso: lo crueles que pueden ser los seres humanos y lo alienante que puede ser la sociedad cuando a uno le falla el chip de la empatía. Al igual que Furuya, en tres tomos narra su versión de la novela original pero le agrega pasajes, toca algunos eventos para sorprender incluso al que ya hubiera leído la obra de Dazai, dibuja unas páginas increíbles, creativas, muy fuertes, y se consagra con su juego de intertextualidades al meter al propio Dazai como un personaje de este drama horrendo.
Lo que más me fascina de la versión de Ito es que captura muy bien el elemento más atractivo del original, aquello que queda con el lector incluso cuando uno ya se olvidó de qué iba la trama, y es lo abyecto, lo asqueroso, lo ruin de la condición humana, y lo terrorífico de tener que compartir el mundo con ese montón de monstruos en un concepto tan maquiavélico como lo es la “sociedad”. Es una lectura atrapante acerca de cómo morirse puede ser lo mejor que te puede pasar si lo comparás con toda la mierda que te puede ocurrir en la vida.
Insisto en el apartado artístico. La versión de Furuya es visualmente interesante, pero al final del día se ve como el resto de sus mangas. Ito, por otro lado, en su versión moderna más evolucionada, más estilizada y con más herramientas a su disposición, arma una narrativa excelente, crea tensiones, hace paralelismos interesantísimos. Cuando el protagonista produce sus pinturas “de fantasmas” tan icónicas, Junji Ito es poseído por el espíritu de Alberto Breccia y dibuja unas piezas increíbles.
Lo único que le criticaría es que en cierto punto sentía que la trama se estiraba demasiado, sobre todo en el descenso al infierno metafórico del personaje, páginas y páginas de metáforas visuales de pesadilla ilustradas genial pero que no hacían que la trama avance ni un centímetro en esta obra de como seiscientas páginas.
Claramente una obra como la de Dazai es atractiva para los historietistas japoneses en particular, sobre todo dado el hecho de que el mismísimo Oba labura de mangaka durante gran parte de la historia. Estas dos no son ni de cerca las únicas adaptaciones que se hicieron de la novela que, aparentemente, más supo captar las ansiedades de los japoneses, sobre todo los jóvenes, tanto en la posguerra como en el mundo moderno. Quizás ciertos mangakas no pueden evitar la autoindulgencia de adaptar algo tan icónico y que los “representa” tanto, y quizás ciertos lectores no podemos evitar la autoindulgencia de meternos una y otra vez con la misma obra depresiva cuando nos sentimos, como Oba, poco aptos para sobrevivir en sociedad.
Seguramente haya mejores análisis, más completos y mejor planteados, de esta obra cumbre de la literatura japonesa y sus adaptaciones gráficas. No me gasté en leer ninguno antes de escribir el mío, a ciegas, claramente indigno de ser leído.
El duro oficio de crecer (o Love and Rockets parte cinco de muchas, muchas más aunque creo que ya sé en qué número cierran)
Por Gonzalo Ruiz
Y sí, esto es así: hay que seguir después del lloriqueo de la quincena pasada (un desperdicio de newsletter, pero me hizo bien ventilar esas dudas que se posan sobre mi cabeza) se viene la prometida quinta parte de este análisis/conjunto de reseñas/anotaciones sobre sensaciones que hago sobre Love and Rockets. Porque sí, trato de hacer un híbrido imperfecto sobre estas cosas, con alguna información concreta y útil para la googleada, trato de contar y desentrañar qué pasó… y sobre todo contar qué es lo que me pasa con la lectura. Porque, al menos la parcela de Jaime Hernández, me parece una obra tan sensorial, tan atada a los sentimientos de los personajes que me resulta inevitable relacionarlo con dos cosas: lo que me haya pasado a mí al tener edades similares a Hopey y Maggie, y también en cómo se sienten ellas, más ahora que entramos al segundo volúmen, donde queda atrás la adolescencia.
Vamos a esos datos duros, primero. Tras el final de las varias miniseries que Jaime y Beto hicieron para continuar sus propias historias, en 2001 salió un nuevo número 1 de Love and Rockets (como siempre, para Fantagraphics), dejando atrás el formato magazine para pasarse al querido y bondadoso comic-book. En este formato salieron solo 20 números, el último en 2007. En cuanto a las recopilaciones, la historia troncal de Locas1 ocupa solo dos libros: Ghost of Hoppers y The education of Hopey Glass. Cada uno de ellos se enfoca, por separado, en Hopey y Maggie. Por supuesto que no van a faltar los cruces entre ellas y el resto del star-system chicano, pero el foco del desarrollo se posa exclusivamente sobre cada una de ellas.
Desarrollo es la palabra clave no solo de estos libros, sino de los que vendrán. Porque, como conté alguna vez y si no lo digo ahora, Love and Rockets (o más bien, su autor) crece a la misma par que los personajes. Es decir, a más recientes son las historias, más viejas están las protagonistas. Si bien no hay una edad específica, gracias al glorioso Companion que salió para el 30 Aniversario que establece una línea de tiempo canónica, sabemos que estamos en el año 2001, y que Maggie y Hopey tienen 36 y 37 años respectivamente. Ya está, ya no son momentos de andar de joda punk/hc a lo largo de la costa oeste gringa, la madurez que tanto las atormentaban (sobre todo a Maggie al final del primer volúmen) las alcanzó y es hora de hacer algo con ello. También hay una cosa de hacerse cargo de la vida desordenada que ambas tuvieron y si realmente quieren mantener ese estilo o sentar cabeza. Ghost of Hoppers es la que se encarga de ponerle los patitos en fila a las protagonistas, Maggie más que nada, que le toca vivir una vez más situaciones escabrosas que ya no se banca más por culpa de Vivian, un personaje nuevo que, detrás de ella, vienen los problemas. Este debut es todo un hallazgo, porque aparte de la mufa que carga, es un minón de esos que Jaime disfruta dibujar y que logra despertar la (bi)sexualidad de Mag, lo cual hace que no se la pueda sacar de encima, seguirla en todos sus bardos y tener que poner la cara por momentos. Muy difícil eso de tener calentura por un personaje completamente molesto.
Los fantasmas de Hoppers no son solamente un figura retórica para hablar de cómo las boludeces que hacía de más chica las continúa acechando, sino hace referencia a un regreso de la hija no-pródiga Chascarrillo a su pueblo natal, motivada por un nuevo desborde de Izzy, su amiga bruja que también se le pega a nuestra ídola en medio de un raid de delirio border. En fin, que el pasado está demasiado encima, y este trip a Hoppers solo empeora las cosas a nivel ficcional, porque esas últimas páginas de la saga son gloriosas en todo sentido. Qué se yo, me parece algo muy redundante hablar entrega tras entrega de lo infinitamente grosso que es Jaime, pero algo que dije al pasar una vez y que nunca más toqué es su habilidad con el glorioso claroscuro. Unas ideas de sombreado que están a la altura de Risso o Miller, algunos de los semidioses de la técnica, pero que nunca son destacadas. Es cierto que tampoco las utiliza demasiado, pero cuando quiere generar algún tipo de efecto dramático, pela una chapa grosera que es placentera de ver. Ni hablar de cómo elige plantear la página, la “posición de cámara” de cada viñeta. Mucho se habla de la genialidad que despliega con los lápices, pero todo lo que viene antes y después es completamente elogioso.
Después de un hermoso final, toca ver qué pasa con Esperanza Leticia, el personaje más picante de todo este universo. Completamente libertino, impredecible, jodida pero de un corazón enorme, y tal vez la representación más clara de una inmadurez bancada y sostenida, porque mal que mal, Maggie estaba incomodísima con sus decisiones de mierda. Hopey se bancaba su estilo de vida de manera estoica, cagándola más veces que su exnovia, pero siempre lograba caer parada. Así y todo, el enderezamiento nos llega a todos, pero a ella le cuesta más que a cualquiera. Los momentos más conmovedores del personaje, por el momento, están acá, acompañados con algunos flashbacks que demuestran lo dura que siempre fue. Si a Maggie le toca hacerse responsable de muchas vidas, a Hopey le toca manejar chicos de un jardín, algo que no se esperaría de una muchacha punk. Y hay algo de eso en cómo se siente ella frente a semejante responsabilidad, completamente desbordada, que además es testigo del derrumbe de su noviazgo, algo que la atormenta por partida doble porque, a pesar de todo, no puede olvidar a Maggie.
Parrafito aparte para la segunda mitad del libro The education…, que corre el foco en Hopey para centrarse en la problemática Vivian, con el regreso de Ray Rodriguez. No le bastaba ser un terrible fracasado con la gloriosa Penny Century como para encima perder la cabeza por alguien que está más loca que nuestra superheroína wannabe. Por unas pocas páginas, vuelve el culebrón chicano, demostrando la versatilidad que pela Jaime a nivel historia. A partir de ahora, las cosas se vuelven un poco más chiquitas, pero no quiere decir que el genio no tire un par de puntas para otros lados. Algo de eso habrá la próxima.
Hasta acá llega el volúmen dos. No falta mucho para cerrar la etapa de Locas, vaticino dos notas más… y ahí volver a foja cero con el otro hermano.
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Un dato no menor es que las revistas de Love and Rockets (todas, no solo las de este volumen), además de desarrollar por su lado Locas y Palomar, también incluían historias cortas. Varias de estas, por el momento, no están recopiladas (solamente las del primer volúmen y algunas pocas de Beto de la época de las miniseries). En España solo salieron dos libros de Fulgencio Pimentel que recogen las historias de Rocky (Jaime) y Errata Stigmata (Beto).