Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este contacto, en camino a los 100 primeros mails, a Gonzalo le toca estar solo para hablar de dos cómics distintos que, a su manera, hablan de un mismo personaje.
Dos observaciones muy interesantes sobre la biografía de Howard Phillips Lovecraft.
Por Gonzalo Ruiz.
Cómics inspirados en la obra literaria de Lovecraft hay, en palabras de mi amigo Andrés Accorsi, fantastillones. Adaptaciones, reinterpretaciones, reutilizaciones de los miles de conceptos creados, tributos, homenajes… En fin, se puede hacer de todo con un corpus no solo amplio, sino variado y original. Que los cultos, los pulpos gigantes, el terror indescriptible que viene del espacio, de las profundidades, desde tiempos inmemorables… Probablemente eso haga de la figura de H.P. una muy idónea para contar algo. No debe existir ningún dibujante/guionista de cómics de terror y de todas las latitudes del mundo que no tengan en su haber al menos una historia corta lovecraftiana que sea adaptación o inspiración o… bueno, me voy a repetir con lo que dije en la segunda oración.
Por supuesto que semejantes particularidades solo vienen de personas particulares. Howard venía de una familia bien que comenzaba a tambalear. El padre murió de sífilis después de estar varios años internado y aislado, una madre sobreprotectora le inculcó sus primeros racismos y un abuelo (el verdadero sostén económico) lo incentivó con la lectura. Todo un caldo de cultivo que explotaría en la segunda década del siglo XX dentro de la antología de narrativa Weird Tales. Lo que vino después no hace falta decirlo, ya todos sabemos.
En fin, tanta imaginación dentro de un tipo recontra particular y hasta polémico, ¿no es ideal para hacerle una película? Supongo que en eso pensó Hans Rodionoff, guionista. En algún momento de los años 90, Hans armó un guion cinematográfico que pensaba cederle a John Carpenter, no solo uno de los directores de terror más salvajes que existen, sino alguien que ya había coqueteado con lo lovecraftiano en la gloriosa In the mouth of madness (1994). La película nunca se llevó a cabo por motivos que desconocemos, pero el guion quedó por ahí, hasta que Hans se lo dio a Keith Giffen para que lo adaptara a historieta. Así llegamos al año 2003, cuando Vertigo publica Lovecraft, con dibujos de nuestro crédito local Enrique Breccia, en absoluto estado de gracia.
Lo que Rodionoff/Giffen/Breccia proponen es una biografía alternativa, donde las cosas que mencioné pasan por un filtro de delirio, valga la redundancia, lovecraftiano. Algo más hay detrás del fallecimiento del padre, algo más hay detrás de lo introvertido de Howard. Rodionoff, conocedor de los mitos y milagros del escritor, los incorpora naturalmente a medida que avanza la lectura. Están Arkham, Innsmouth, los Antiguos1, todo se entremezcla con el inicio de H.P. como escritor, sus dudas con respecto a donde publica, su aislamiento tras la muerte de su mamá. Y por supuesto, somos testigos del mcguffin más grande de la historia: el Necronomicón, el mítico libro del Árabe Loco pensado para destruir la brecha entre el mundo real y uno pesadillesco, repleto de criaturas reptiloides devoradoras de carne.
La tensión, cómo se filtra entre los momentos más mundanos, biográficos (los momentos de Howard con el editor de la Weird Tales en Nueva York son espectaculares) con los delirios que muestran lo mal del bocho que estaba, te hacen desear que salga la película de Carpenter ya. Sobre todo cuando llegamos al tercer acto que, por supuesto, es una aventura por Arkham, con las barreras entre lo real y lo ilusorio están totalmente difuminadas e imprecisas, y Breccia aprovecha para humillar, para mostrar que es uno de los dibujantes más impactantes e importantes de las últimas décadas. El mes pasado, el Churrique estuvo de visita en nuestro país, un hecho inédito dado que vive en Italia, y aprovechó para dejarse entrevistar en la Biblioteca Nacional2. Entre el público extasiado estaba un dibujante que, me confesó, “a mi me gusta más Enrique que Alberto”. Y semejante frase se justifica con este libro.
Hay, por lo menos, tres registros artísticos distintos. Uno más grisáceo, el principal, con un laburo de lápiz y sombreado muy detallista. Luego entra el color directo, unas acuarelas lisérgicas, bien fuertes que resaltan la diferencia entre los universos. Después hay unos momentos full technicolor donde todo es pintura, trazo hecho con pluma, en un estilo muy impresionista, para después meter dibujos hiperrealistas (tanto de humanos como de reptiloides) ideales para hacerte cagar en las patas. ¿Se puede ser un artista tan completo y demostrarlo en una sola historieta de cien páginas? Solo Enrique, que encima te hace creer que ese horror cósmico puede ser real y tangible tan solo pelando la mejor de las chapas con unas acuarelas inolvidables e irrepetibles. Un mindfuck pensado para ser no un mal viaje, sino el peor, ese que llevó a Lovecraft a pensar en calamares indescriptibles y cósmicos que vienen a destruir el mundo.
Muchas emociones juntas, pero Giffen y Rodionoff se olvidaron de los gatos. Probablemente una de las poquitas cosas por las que Howard sintió algo de amor. Por eso saltamos al año 2019, cuando Dolores Alcatena autopublica Lovecraft y Negrito, que este año acaba de ser reeditado por Historieteca.
Dolores hace lo mismo que la historieta anterior: agarrar un dato histórico y ficcionalizarlo de la forma más exagerada y fantasiosa posible. La aventura se sitúa en la infancia de H. P., pero el hallazgo, la gran diferencia, es que Dolores despoja todo lo escabroso del escritor: es simplemente un nene que extraña a Niggerman (sí, el nombre es real, totalmente indefendible), su gato negro que un día se pierde. Como al final del cómic de Vertigo, acá todo inspira aventura, una quest de juego de rol fantasioso donde la búsqueda de un gatito perdido nos lleva a descubrir cosas perturbadoras. Alcatena pone como antagonistas a un matrimonio de viejos que asesinan gatos y que cobran entre los cuadrúpedos un status de mito terrorífico. Al igual que Lovecraft, muchas de las cosas transcurren en localidades ficticias, como Innsmouth.
El cómic está pensado más como una fábula. Los dibujos ocupan la carilla entera y hay poca narrativa, pero no por esto es de menor calidad que el anterior. Por el contrario, la vía que elige esta historieta para hablar de los gatos y su impacto en la vida del demiurgo de Providence es una que nadie exploró. Un cómic similar es Detrás del ruido: la infancia de William Burroughs de Pedro Mancini, que se apoya en lo poco que se sabe de la niñez del escritor maldito, para contar una historia de fantasía mucho más interesante que la vida real.
La falta de información de estos períodos (o información inexacta, también) son ideales para dejar volar la imaginación, explotar los tropos que poseen los escritores y aplicarlos de forma retroactiva para enriquecer aún más sus mitos y milagros. Dolores, con su dibujo a blanco y negro que interpreta a su manera lo indescriptible con una ternura gótica, se la juega yendo para un lado poco habitual al momento de pensar en Lovecraft: no agarra un camino fácil, sino que decide meter sus propias reglas y hace una historieta conmovedora y aterradora. Es ideal para que Burton haga, con su estilo, una película en stop-motion.
Para cerrar con una nota alegre: Lovecraft (el de Rodionoff/Giffen/Breccia), que hace rato está descatalogado en Estados Unidos (y su primera traducción al español a cargo de Norma es casi inconseguible) llega por primera vez con una edición vernácula gracias a Hotel de las Ideas. Al momento de escribir y publicar esto, está activa una preventa que, por si no quedó claro, recomiendo fervientemente. Y si ahora no pueden, se encanutan unos cuantos pesos para pagarlo cuando salga a la venta general. Pero de ninguna manera se pierdan esta obra. Ni tampoco Lovecraft y Negrito, por supuesto.
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Como si esto fuera poco, ya está a la venta el libro que recopila lo mejor de nuestro primer año en la web. Editó Rabdomantes Ediciones y se consigue a través de la editorial o en comiquerías especializadas.
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Gracias por tanta magia, Pato Larralde.
Fuera de programa, recomiendo mucho el registro que hizo Diego Arandojo de la charla que el Churrique dio en la Biblioteca Nacional el mes pasado. Los momentos de complicidad que se arman con Juan Sasturain a medida que avanza la entrevista son espectaculares y enternecedores, son dos viejos amigos recordando con cariño épocas pasadas. Todo un lujo.