Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este contacto rellenamos febrero con otro par de rescates de ensayos publicados lejos y hace tiempo a los que les hacía falta una republicada. Quizás ya los leíste, quizás no te interesan, pero no queríamos que faltasen en nuestro querido O/2.
La odisea delirante de Madman
Por Gonzalo Ruiz
Este texto salió publicado originalmente en el quinto número de la Comiqueando Digital, en 2022.
En octubre de 1990, la editorial michiguense Caliber Press publicó el número uno de Creatures of the Id, una antología con historias de Jeffrey Lang, Bernie Mireault y un joven mormón llamado Michael Dalton Allred que, antes de buscar la profesionalización artística, había sido DJ en su Oregon natal, locutor y reportero televisivo para las Fuerzas Armadas de su país y hasta verdulero. Su contribución para la revista fue “For the record”, una historia corta sobre un joven que, tras un accidente brutal, ve su cerebro trasplantado al de un monstruo humanoide. Pese a su terrorífica apariencia, su único deseo es el de cualquier adolescente de esa época: comprarse el EP “Come on pilgrim” de Pixies. ¿El nombre de este híbrido? Frank Einstein.
Muertos vivos y melomanía, así comienza a cimentarse Madman.
Hay una pregunta que siempre surge al momento de comentar o catalogar al personaje: ¿es Madman un superhéroe? Y… él, su historia y sus aventuras tienen un cierto contacto con el género, pero queda claro que estos elementos oscilan entre el sentido homenaje hacia una época y la parodia, algo inocente por momentos. Frank Einstein, tal es el nombre de civil de nuestro amigo muerto vivo, tiene una gran agilidad y uso corporal que superan la media, además de poseer habilidades precognitivas como elemento sobrenatural, y utiliza algunos gadgets para combatir «el mal», pero no es que viva en una encarnizada lucha contra el crimen capítulo a capítulo. Encuentros con fuerzas antagonistas los hay, pero él elige como primera medida evitar cualquier confrontación con puños y patadas. Este recurso lo utiliza solo cuando no le queda otra, el punto perfecto en el que el homenaje a la Silver Age se despega y da paso a la parodia, sobre todo cuando utiliza un arma que dispara tazos de plástico para lastimar al enemigo.
La locura general que tiene todo el universo Madman es muy autoconsciente, algo que quizás no ocurría en los años 50 o 60, cuando las obras apuntaban a un público menor de edad al que, en pos de hacerle las cosas simples, le otorgaban un delirio sin pies ni cabeza. Acá todo tiene una razón de ser, pero está puesto de una manera frenética, como queriendo ser algo de una época pretérita aunque con la frescura propia de finales de los 90. Allred utiliza los elementos clave que hacían a la historieta de superhéroes pero para desenmascarar lo ridículamente naif que eran. Sin embargo, la óptica adulta que utiliza no pertenece a la de aquellos que optaron por separarse de ese estilo con ultraviolencia, sino más bien es una mirada propia de alguien que disfruta de ese período y trata de hacer algo moderno, liberándose de cierto olor a naftalina.
Bienvenidos a un mundo donde conviven el amor por Jack Kirby y Bruno Premiani, el Plastic Man de Jack Cole, las invasiones inglesas musicales del 60, el pop-art… y los muertos agradecidos.
PLEASE MR. GRAVEDIGGER: THE ODDITY ODYSSEY
De finales de los 90 en Caliber nos vamos a marzo del 92 a la editorial Tundra, donde ve la luz la primera miniserie del personaje, titulada simplemente Madman (posteriores reediciones le agregarían el subtítulo The Oddity Odyssey). Una gestión posible gracias a la generosidad de Kevin Eastman, fundador de Tundra, que vio potencial en Allred. Para este momento, Mike ya era un nombre resonante en cierto nicho underground: había debutado solista con Dead Air, intentó meterse con las antologías autorales con Grafik Muzik… pero la idea de los muertos vivos regresó con The Everyman, un prestige publicado para Epic Comics en dupla con su amigo Bernie Mireault. A la obsesión que sentía por sus colegas del underground como los hermanos Hernández o Chester Brown, el dibujante quería hacer algo que sus hijos pudieran disfrutar, producto de un “ataque de nostalgia” que tuvo por ese entonces. Acá están, entonces, todos los ingredientes que formaron ese ponche de ácido lisérgico que es Madman.
Un título que arranca con nuestro protagonista/héroe comiéndose el globo ocular de un atacante. Así de una, sin medias tintas. Un momento completamente descolgado dentro de toda la carrera de un personaje (Allred confesará que mucha gente le dijo que casi abandona el título después de ver esa escena) terriblemente naif, que explica cuáles son esas influencias nostálgicas de Allred, la nunca bien ponderada Silver Age. Así y todo, falta para la psicodelia: el título está en impreso en blanco, negro y grises.
En este debut están todos los cimientos sobre los que se construye la mitología madmaneana: están los doctores Boiffard y Flem, padres en cierta forma de Madman; el doctor Monstadt, lo más cercano a un villano recurrente en toda la saga; el amor de su vida Joe; la Snap City; y lo más importante, la búsqueda de la identidad de este cadáver reanimado que se hace llamar Frank Einstein debido a su fanatismo por Frank Sinatra y Albert Einstein (aparte de ser un gran juego de palabras con “Frankenstein”). Todo empujado por este inocentón que busca salvarle la vida a su maestro Boiffard, presuntamente asesinado por una conspiración debido a sus habilidades de resurrección.
¿De dónde viene esta obsesión con la muerte y volver de la misma? Según el creador:
“Puede que sea por culpa de mi educación, aunque realmente no sé de dónde proviene esa sensación, pero me encuentro desgarrado entre vivir mi vida al límite y tomar decisiones que respondan a mis propios términos éticos. (...) ¿Qué necesitamos hacer ahora para que esa vida sea la mejor posible? Si el caso es al contrario y no hay vida después de la muerte… ¿deberíamos vivir nuestras vidas tan intensamente como nos resulte posible? De esa pregunta es de donde proviene todo, de esa gran pregunta: ¿Qué es la vida? ¿Por qué estamos aquí? (...) Y podría seguir y seguir con muchas preguntas parecidas. Son las grandes preguntas acerca de nuestra existencia. Sencillamente no puedo obviarlas, pero por lo menos en Madman he sido capaz de romper con esa angustia existencial, con esa obsesión, y he podido empezar a divertirme con el personaje”.
Demasiada presión para un personaje/idea que venía a romper con el arquetipo canónico del supermacho duro y oscuro. Estas tres revistas, incluso en su glorioso blanco y negro celebran la colorida edad plateada, la idea de un cómic para todo público completamente divertido y desbocado. Pero esto es solo el inicio.
Dato de color: a Madman nunca le dicen “Madman” en esta miniserie, la siguiente ni la regular, después cada tanto lo llaman así, pero no porta ese nombre como un “alter-ego” heroico. El por qué de ese nombre tiene una justificación tan sixties que duele: un reportero lo vio hacer piruetas arriesgadas en un circo donde trabajó tras los eventos de Oddity Odyssey y lo trató como un demente (“madman”).
OH! YOU PRETTY THINGS: MADMAN ADVENTURES
En 1993 sale, también en Tundra, otra miniserie de tres números. La idea original del artista era publicar álbumes autoconclusivos en la onda de Tintín (serie de la que Allred estaba fanatizado en ese entonces). Pero la gente de Eastman quería algo distinto, y le instó al bueno de Mike a que realizara comic-books. Eso sí, finalmente le llegó el color al personaje gracias a Laura, la mujer de Mike.
Tres números, dos historias “largas”, autoconclusivas que no se interconectan pero que dejan pistas y conceptos que explotarán más adelante. Los primeros dos números están enfocados en una máquina del tiempo que el Dr. Flem inventa con ayuda del Madman del futuro. ¿La intención del doc? Registrar hitos de la historia mundial. Por supuesto, sale mal y el pobre Frank queda atrapado en el período jurásico. La segunda es una fumarola absoluta con aliens, el sentido de la vida y conspiraciones gubernamentales, todo en medio de una salida al campo para que Boiffard afloje con una droga que utiliza para expandir su inteligencia que, por supuesto, también sale mal.
Es clara la intención de Allred con su personaje: acá vale todo, puede pasar cualquier cosa y no importa si hay una historia global que se continúa o no. Fiel al estilo sesentoso, las historias, por más complejas y extendidas que sean en comparación a las del período homenajeado, terminaban ahí y listo. La idea de ser un universo maleable a los gustos de su creador están respetadas al pie de la letra.
Para el momento del final de Adventures, Madman era todo un suceso: la mini anterior había ganado un Harvey como “mejor serie nueva” y Allred crecía cada vez más como artista. Pero a la vez, las cosas en Tundra se enrarecían. Kevin Eastman le estaba soltando la mano a su editorial mientras pegaba onda con Heavy Metal (de quién se había convertido en dueño y editor); también se estaba complicando la mano en Kitchen Sink, quiénes habían republicado The Oddity Odyssey y Adventures como trade paperback. Allred se quedaba en bolas con un título ganador que gustaba mucho.
Una prueba del hito de Madman fue que, en los años que el título no salió, Allred fue tentado a vender su personaje para la realización de una película. Eran tiempos en donde las Tortugas Ninja y The Crow pegaban su salto a la pantalla grande, y Madman, siendo el segundo título más vendedor de Tundra, parecía la opción lógica para continuar con este raid cinéfilo que comenzaba un lento declive tras las incomodidades de Warner luego de Batman Returns. Recién en 1998, con este título consagrado, se habló de una idea más concreta cuando Robert Rodriguez adquirió los derechos del personaje. Por supuesto, no pasó nada, y hace algunos años Allred ya desestimó la idea, prefiriendo tener el foco en su trabajo historietístico.
THE NEXT DAY: MADMAN COMICS
Con 20 revistas en su haber, esta es la serie más longeva del personaje, y la primera. Esta vez, la editorial es Dark Horse gracias a las gestiones de Bob Schreck, director de marketing que era uno de los fans del personaje, al punto que se convirtió en el editor de Allred. Si bien hay un cambio de casa, la historia continúa con cierta lógica argumental planteada en Adventures. Estamos en abril de 1994, la cosmogonía historietística aún está en shock por la muerte del Rey Kirby, a quién Mike le dedica este tercer primer número.
Durante la primera mitad del título, la trama gira alrededor de dos puntos que se resolverán en los números siguientes: la identidad real de Frank y la salud del doctor Boiffard. En el medio, tiene que resolver conflictos con diversos robots conscientes creados por Gillespie Flem, que aparecen a lo largo de la historia, con el foco puesto en el robot denominado “Astroman” (cuyo nombre y diseño hacen un llamado directo a la creación máxima de Osamu Tezuka), que posee en su base de datos un back-up completo de las memorias de Frank, inclusive su vida previa a ser un “John Doe” (el “Natalia-Natalia” norteamericano).
Por otro lado, Boiffard, quien ahora aparece convertido en una masa deforme debido al abuso de drogas para aumentar su capacidad craneal, es secuestrado y movido de acá para allá por diversas organizaciones que buscan un propio rédito por sobre el conocimiento del doctor y su habilidad para “dar” vida. En el medio se expande más la mitología del personaje, al aparecer la organización secreta Third Eye, que tendrá mucha relación con el origen real del protagonista, incorporando también elementos sobrenaturales como la aparición esporádica de un demonio con varios ojos que clama a Frank como «uno de los Tres».
Si bien los veinte números arman una saga que termina más o menos de forma redonda, cada revista culmina con una historia resuelta, dando paso a un cliffhanger en la última página para anticipar lo que ocurre en el próximo número, aunque a veces comience abruptamente en un lugar distinto al que los personajes se encontraban al final del episodio anterior. Gracias a gestiones del maestro Frank Miller, Madman Comics comienza a publicarse en el imprint Legend, coordinado por John Byrne y Mike Mignola. Este segundo hogar propició cruces con otros personajes estrella del sello, tales como el Hellboy de Mignola mismo (número cinco) y el Big Guy de Miller y Geoff Darrow (números seis y siete). ¿Otro dato de color? Esta es la primera aparición de Big Guy en cómics. Esto se debe a que Allred, que conocía la existencia del personaje y también de la prodigiosa lentitud de Darrow, le preguntó a la dupla si les dejaba usar al personaje aún cuando no era conocido. Felizmente, ambos aceptaron. De hecho, Miller oficia como dialoguista.
Es notorio el clima altamente intimista que hay en la historieta, basado en la relación romántica de Frank y Joe. Para él, su chica es todo y está por sobre todas las cosas, un hermoso sentimiento mutuo. Ella por su lado no está hecha para funcionar como damisela en peligro, menos que menos como una “chica de heladera”, demostrando una valentía que sobrepasa a la de su pareja, sobre todo cuando este no busca el conflicto. Entre los dos se sostienen, sin que haya un desequilibrio donde uno es más que el otro. En cuestiones de género, Madman Comics tiene una mirada poco falocéntrica del superhéroe (casi nula, diría), que si bien no la convierte en una historia feminista, al menos logra un gran avance en comparación con la figura del supermacho con armas gigantes que tanto abundaba en la década.
La mención al pasar de la Silver Age es adrede, ya que es conocida la afición de Michael por esa época comiquera, pero el artista aprovecha para mostrar que su obsesión con los años 60 no se queda solo en los cómics, sino en varias corrientes artísticas, como la música. El primer número presenta al alien Mott del planeta Hoople (homenaje a la banda Mott the Hoople), los hermanos cirqueros que aparecen en los números 3 y 4 llevan por nombre a los cuatro integrantes de The Who, además del apellido Bewlay (Bewlay Brothers, canción de David Bowie). Por fuera de estas referencias musicales, el noveno número es una parodia a la película de Jack Arnold, The Incredible Shrinking Man (1957), incluyendo una pelea con una araña gigante. En otra sintonía, hay un despliegue paródico pero no humillante de las contraculturas, al incluir una pandilla de beatniks y a un agente asiático del Third Eye, quienes hablan con poesías inconexas.
Y por supuesto, el homenaje más evidente es el que reside en el dibujo. Si uno compara a Allred con quienes eran sus compañeros dentro de Dark Horse en ese momento, o incluso con otras editoriales, se ve a un artista que está fuera de su tiempo. Las historias poseen una agilidad asombrosa, llevada a cabo mitad por las puestas en páginas con pocas viñetas y por el dibujo suelto armado con trazos redondeados y bien gruesos, tan característicos del dibujante que pese a esto no escatima en detalles, y hasta pela un fino diseño retrofuturista con los diversos robots que aparecen a lo largo del título. Y por supuesto, todo esto funciona a la perfección gracias a Laura y su paleta de colores estridentes a lo pop-art, que es tal vez aquello que los cómics originales de los 60 jamás pudieron tener debido a las limitaciones tecnológicas.
El número once es probablemente uno de los puntos más altos de toda la serie. Titulado como “The Truth About Everything… and All the Rest!”, Allred plantea su propia versión del origen del universo, cuya forma fue dada a través de “la nota” (una negra, para ser más exactos). Mientras observamos esta teoría sobre la creación basada en moods musicales, Frank Einstein continúa atrapado dentro de sí mismo, consecuencia de lo ocurrido en el número anterior. Así, comienza a revelar poco a poco quién fue en su vida pasada, de quién es el cadáver realmente y qué es esta misteriosa organización llamada Third Eye de la cual vemos pequeñas apariciones.
Pero antes, algunos cambios puntuales, tanto dentro del título como en Dark Horse. En 1998, se cierra el imprint Legend en el que Madman se publicaba. El reemplazo, en cierta manera, fue Maverick, coordinado por Diana Schultz. Acá se publica, por ejemplo, Sin City de Frank Miller, quien de paso “cede” el nombre Maverick, perteneciente a un personaje de su mítica serie noir. En el caso de este título, el traspaso se da a partir del número 16, donde también baja la calidad de impresión, pasando de un papel ilustración a uno más rústico. Además, a partir del número 12 y hasta el 16, a la serie se le integran back-ups a cargo del amigo Bernie Mireault. El título además abandona esa cuestión unitaria para, en sus últimos nueve números, desarrollar dos arcos argumentales.
La primera de estas sagas es “The Exit of Dr. Boiffard”, que va del número 12 al 15. Frank está completamente contrariado por la desaparición de su creador, por lo que emprende un viaje por su cuenta luego de una pelea contra el Dr. Flem. En el camino se cruza con The Moth y The Silencer, creaciones de Steve Rude para Dark Horse, que también buscan al Boiffard para sus propios beneficios e intereses. Frank logra escapar, terminando en una isla desierta donde convive con un náufrago y su mujer, una criatura marina con forma femenina.
Los capítulos más intimistas de la serie son estos cuatro números, a los que se les puede sumar tanto el anterior como el que sigue. Completamente alejados de la impronta de acción, aunque hay algunas trompadas en el número 13, Allred escribe y dibuja en un registro casi alienígena si se tiene en cuenta que pasaba en la historieta en esos años salvajes. Frank tiene mucho diálogo interno y con su pareja, Joe, que se afianza más como sostén de la relación y una mujer completamente fuerte e independiente, que incluso puede resolver ella sola sus propias peleas a puño. Además, si bien la incógnita de su real origen sigue presente, él entiende que el doctor Boiffard le otorgó con su resurrección una nueva vida y oportunidad, darle la posibilidad de ser alguien más aparte de un exasesino a sueldo dentro de una extraña organización.
Estos números reafirman la discusión si el título es o no uno de superhéroes, pero ya trascendiendo a la idea de parodia u homenaje al hacer algo completamente distinto, más similar a un slice of life dedicado a un cadáver reanimado con algunas habilidades excepcionales. Cuando se suele decir que, en sus inicios, Marvel Comics superó a DC por cómo retrataban a los superhéroes, sacándolos del pedestal de “dioses” para bajarlos un poco más a tierra, acá Allred retoma esas mismas ideas, pero maximizando las apariciones de momentos íntimos tanto del personaje por su cuenta como con sus relaciones. Es más clave qué pasa con Frank y su vida que contra quién pelea número a número.
Ya en la recta final de esta serie, los últimos cuatro números se centran en el concepto de los “G-Men From Hell”, que se relacionan con Mattress y Crept, los maltratadores jefes de Joe que odian a Frank y que originalmente eran agentes del FBI de dudosa moral víctimas fatales en un trágico accidente, y que buscan cierta “redención” para evitar caer en el Infierno y llegar al Cielo. El tono de la historia cambia abruptamente al dejar de lado la mirada intimista para ser un cómic de espionaje con ribetes esotéricos.
A diferencia de los números anteriores, estos están cargados de acción y pelea y tal vez son los más flojos del arco. Y en cierto punto, inconsistentes, ya que la historia a partir de acá se centra en ellos, y si bien se muestran y cierran algunas puntas de la historia (como qué pasa con el doctor Monstadt, histórico antagonista del personaje desde sus inicios), éstas se hacen de manera apresurada, mientras el foco está en dos personajes que aparecían esporádicamente con ojos rojos pero de golpe pasan a ser el centro de atención. Sin embargo, estos números se aprovechan para mostrar el dibujo de Allred completamente abocado a la acción y al movimiento, dejando bien clara la versatilidad del dibujante en la puesta en página.
YOUNG AMERICANS: THE ATOMICS
Llegó un punto en el que Allred se “cansó” de Madman. El nuevo milenio coincidió con el final del primer título del héroe, y Mike quiso divertirse un rato con un concepto que creó al pasar. Mencioné antes a la pandilla de beatniks radioactivos que acechan a Frank desde Oddity Odyssey y que se terminaron convirtiendo en superhéroes estrambóticos, ahora mejor conocidos como The Atomics. Este cambio de personajes también propició un cambio de casa editora: chau Dark Horse, hola AAA Pop Comics. Allred debuta como su propio editor.
No quiero ser polemista, pero The Atomics me parece, de todos los títulos y miniseries mencionados, el más logrado y el que mejor sintetiza el imaginario Allrediano, el que mejor tributa ese período mágico sucedido entre finales del 50 y principio del 70, la cúspide de lo naif y la ridiculez que, como bien dije antes, Allred moldea a su gusto y piaccere y vuelve totalmente consciente de lo que realmente es. ¿Qué tiene de superior Atomics a Madman Comics? Principalmente que se saca de encima cierta veta existencialista/humanista que presentaba el personaje (más que nada en los últimos números) y finalmente se larga hacer una historia 100% superheroica. Pero tampoco es una cabeceada pueril llena de machaca, hay todavía una necesidad de crecimiento para los personajes, pero esta idea convive muy bien con otras más alocadas.
Lo más divertido de todo es que acá Allred se sacó la leche de hacer su propio Plastic Man con el líder del grupo, Jack Pomade (aka Mr. Gum o The Booger según a quién le preguntes), un personaje cuya habilidad es poder estirarse. Entre el resto de los personajes podemos encontrar algunas analogías, como con Dorrie Lopez/The Slug una chica linda que se convierte en babosa y que cubre la “forma trágica” que tienen The Hulk o The Thing; Adam Balm/Metal Man, que vive dentro de un traje onda Iron Man pero que sirve para esconder su fealdad (y que acá también podemos vincular con Ferro Lad de la Legion of Super-Heroes, que nunca mostraba su cara por supuestas malformaciones, aunque los motivos reales son más racistas); Boone Gehr/Zap Man, que pasa tranquilamente como un Star-Lord (que es de otra era, sí, pero vale para la analogía); Philip Lepew/Black Crystal que, al igual que Nana Romy/Lava Lass cumplen la cuota de héroes que se convierten en materia (Philip en cristal, Nana en fuego); y por último la pequeña Luna Romy/It Girl, que es la Rogue buena onda porque no mata a nadie al tocar pero sí puede convertirse en eso que toque. Una curiosidad: It Girl llegó a tener su título propio, It Girl and the Atomics, publicado en Image en 2012, escrito por Jamie S. Rich, dibujado por Mike Norton y con portadas de Allred, que obviamente dio el visto bueno. Pero como no está desarrollado por él, cumplo en la mención y listo. Capaz me esté perdiendo la última bomba de la historieta indie norteamericana, pero bueno, que la historia me juzgue…
Otra cosa que cambia es que, a diferencia de buena parte de Madman Comics, The Atomics tiene arcos argumentales que se van encadenando unos con otros, con historias que duran dos o tres issues y se avanza hacia otra cosa, pero siempre con algún llamado a lo que pasó previamente para mostrar cierta continuidad, algo que en el título anterior no ocurría pero sí se intuía. Otra forma de mantener una estética similar a los comic-books es cómo la narrativa se simplifica: hay muchos menos cuadros por página, las puestas son bastante clásicas con no más de seis viñetas, al menos un splash o doble splash por número… el buen Mike realmente fue a fondo con su homenaje a la edad plateada, pero con una sensibilidad moderna que lo convierte en algo no necesariamente novedoso pero sí necesario para un momento de la historieta en el que buscaba sacarse de encima las influencias anabólicas de Liefeld, Lee y McFarlane.
Esencialmente, The Atomics es el primigenio X-Men pero mejor hecho, con la onda que Stan The Man y Jolly Jack no les supieron poner a sus también mutantes. Los jóvenes beatniks obviamente no quieren saber nada, ni con sus nuevos poderes, ni con esa apariencia deformada llena de pústulas y granos que les quedaron tras las diversas mutaciones sufridas por la contaminación subterránea de Snap City. Es acá donde el rol de Frank Einstein muta, deja de ser la estrella para funcionar como mentor de los chicos y como un personaje invitado cada vez que pinta una machaca grupal.
El delirio más grande es, sin dudas, agarrarse de una cosa que parecía menor que ocurre al comienzo de Madman Comics y hacerla totalmente trascendente. En el segundo número de MC, Mott es perseguido por una mujer alienígena, Zenelle, que buscaba tener relaciones sexuales para después comérselo, tal como sigue la tradición. Zenelle se termina llevando a uno de los beatniks, y estos tienen un hijo que resulta ser Zap Man. Este vuelve a la Tierra para entrar en contacto con su herencia paterna, mientras que deja atrás una suerte de revolución/guerra civil que transcurre en su planeta de origen que, por supuesto, va a terminar siendo una excusa para meter algunas aventuras loquisimas de los Atomics… ¡en el espacio interior! Porque sí, por si hacía falta más delirio, Allred decide que este lugar extraterrestre no está cruzando la estratósfera, sino que es un terreno completamente subatómico. Aliens, superhéroes y algún que otro supervillano variopinto y loco, una habilidad apabullante para diseñar todo tipo de trajes coloridos y especiales… Realmente considero que Atomics es de las cosas más divertidas y especiales. Además, el salto de calidad que pega el dibujo en comparación es notorio, con un acabado más redondito, suave, un entintado de grosor importante, y como siempre la fiel Laura dejando la vida con los colores.
Quince números duró The Atomics, tal vez con un final algo abrupto, medio resuelto a las apuradas y que incluye cameo de Savage Dragon (una devolución de gentilezas, ya que Madman había aparecido años anteriores en el título emblema de Erik Larsen), pero que al menos no dejó cabos sueltos. Estamos a finales del año 2001. Unos pocos meses atrás, Estados Unidos había sufrido un violento atentado y Allred estaba en boca de todo el mainstream comiquero después de revolucionar por completo X-Force, el último estandarte de la ultraviolencia noventosa convertido en otra alegoría pop-art bastante similar al título recién mencionado. Parecía que Frank Einstein volvería a su tumba para no salir de ella.
STATION TO STATION: MADMAN ATOMIC COMICS
El sueño de los justos fue interrumpido una vez más a finales de 2007 cuando se empieza a publicar Madman: Atomic Comics, el regreso triunfal del hijo pródigo. En todo el lapso ocurrido entre el final de The Atomics y este título de 17 números, Allred nunca dejó de pensar qué caminos seguir con este personaje
Nuevamente tenemos un cambio de editorial. Esta vez le toca a Image Comics ser hogar de Madman, donde además se harán diversas reediciones cuidadas y completas y varios jams especiales. ¿Por qué Image después de la experiencia de la autoedición? Porque el personaje lo ameritaba, según Allred. Necesitaba un espacio para un gran relanzamiento, algo que solo podría hacer una editorial con mejor estructura. También seguía con las esperanzas, algo muertas para ese momento, de realizar la película del personaje a cargo de Robert Rodriguez, y solamente una editorial grande podría hacerse cargo de cualquier tipo de explotación a nivel comercial para con su serie. ¿La mano amiga que invitó al astro? Erik Larsen.
Y así como The Atomics arrancaba full superheroico, acá la cosa se pone full existencialista. Desde el vamos, empieza de manera descolocante, con un Frank que salta a la acción en una Snap City con habitantes muertos. Sí, de golpe Allred abandona todo tipo de esperanza pop para meter algunos números recontra mala leche, agarrándose nuevamente de algunas cositas mencionadas al pasar en la Madman Comics (sobre todo el chamuyo esotérico/conspiranoico del Third Eye) para seguir agigantando al cosmogonía. Nuevamente hay otra guerra espacial, probablemente de los números menos inspirados de la serie, que desemboca en un giro drástico: la muerte de Joe. El amor de su vida muere de forma súbita frente a los ojos de Frank y sus queridos Atomics. Aunque como siempre en las historietas, la muerte nunca es del todo segura, y varios átomos de ella son absorbidos por It Girl, presente en la funesta secuencia.
El dibujante mormón buscaba plasmar en Atomic Comics todo el conocimiento adquirido desde el momento que salió a la calle Creatures of the Id. Cuenta Mike que su participación en la revista de antología Solo (DC Comics, coordinada por Mark Chiarello) le sirvió para probar cosas nuevas, pero quería más, necesitaba seguir moviéndose para adelante, lo cual explica esos impactantes primeros números, que llevan más allá la carga humanística que siempre estuvo pero al menos en un contexto algo más aniñado. Acá la mano se pone más oscura y adulta, o al menos hasta cierto punto, donde las cosas se aligeran un poco.
Todos enloquecimos con el número del Silver Surfer de Dan Slott basado en el concepto de la cinta de Möbius, pero acá también pela unas ideas recontra dementes. El tercer número, el más pesado a nivel profundidad filosófica, Mike aprovecha esa cosa de Madman tratando de buscarse a sí mismo para meter homenajes a todas sus influencias artísticas en cada viñeta: Desde Alex Toth, Jack Kirby, Bruno Premiani y las luminarias de la EC hasta Chester Brown, Dan Clowes, los hermanos Hernandez, pasando por Charles Schulz, Charles Addams, Frank Frazzetta… una fiesta si sos fan de las referencias gráficas. Y la frutilla del postre está en el número 9, donde TODAS las páginas son doble splash page (en total son 14 doble splash) que, combinadas, forman un lienzo gigantesco. Una hiper mega demencial grossa viñeta widescreen que muestra una secuencia de combate contra unos aliens. Algo así ya había hecho Bryan Hitch en The Ultimates 2, pero eran menos páginas en comparación a esta brutalidad.1 Hay también un número mudo, medio como el Nuff Said! marvelita del 2001 donde participó con X-Force, acá pelando una gran habilidad para la narrativa.
Hay algo que tienen en común todas las series largas del personaje y es que sus respectivos finales, además de estar pensados (nunca le bajaron el pulgar a ninguna serie, eso hay que dejar claro), suelen ser bastante atípicos, carecen de la espectacularidad que cualquier otro autor les suele poner a los cierres. Allred siempre mete un freno de mano a la carga de la historia para hacer cositas más tranquilas. Para el número 15, donde varios de los conflictos presentados se cierran, las cosas se ponen más extrañas y sin el contexto de lo que veníamos leyendo. Una aventura graciosa contra un asesino serial que atrapaba víctimas en una bola de nieve, y un final que lo cuento porque no tiene nada de revelador: los Atomics se convierten en una banda de rock que termina tocando en la luna junto a ¡Red Rocket 7! El Allredverse cierra su círculo como siempre, con rock y delirio.
Y así terminan, de momento, las aventuras. Sí, habrá homenajes por aniversarios y nuevas recopilaciones donde el ídolo despunta el vicio y mete algunas historias cortas inéditas, pero no hay intención por el momento de volver con algo largo y mensual. Son hasta el día de la fecha 58 issues (esto sin contar los crossovers y especiales que vienen a continuación) que no alcanzan a los 102 soñados por Allred, tal como le había confesado al Comics Journal al poco tiempo de empezar con Adventures. El número no es azaroso: la cifra viene de los 102 números que dibujó Jack Kirby para Fantastic Four, serie que Mike considera obra maestra.
Igual tuvimos bastante material del ídolo, con la creación de un nuevo título para Vertigo (iZombie), con la última, a estas alturas ya mítica, serie larga del Silver Surfer y una novela gráfica sobre David Bowie. Tal vez sea momento para que los aposentos de Frank Einstein se cierren de una vez por todas, pero la última palabra no está dicha. Capaz, cuando menos lo esperemos, se vengan esos 44 números restantes para cumplir el sueño del pibe.
Y eso es todo por hoy. Si te interesa recibir cada quince días el newsletter, podés suscribirte con el botón de abajo. Además, todas las entregas anteriores pueden leerse en el archivo.
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¡Nos leemos!
Vale mencionar que, para ese entonces, no había salido el número de Nightwing de Bruno Redondo narrado de forma similar.
Hace tiempo leí todo el material de Frank Einstein anterior a Atomic Comics. Unas joyitas de un artista espectacular. Ojalá algún día pueda concretarse un regreso triunfal de Madman, y claro, un crossover con el Hunter Rose de Matt Wagner, que no estaría mal