Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En esta entrega, Gonzalo cruza la obra de Bruce Wagner y Mati le grita a la nube.
Bruce Wagner y sus polaroids de la locura hollywoodense
Por Gonzalo Ruiz
“Es el fin
del infinito en Cinerama.
Es el fin
de este programa,
tiempo de meditación”.
Serú Girán - “Canción de Hollywood” (1979)
Si Strangehaven, historieta de la que hablé hace un tiempo largo (y a la que en cualquier momento voy a volver, porque ya tengo en mis garras digitales el final de la serie, un pendiente histórico que empezó a cerrarse hace unos años), agarra los tropos de “pueblo chico, infierno grande” influenciado obviamente por Twin Peaks, esto de lo que voy a hablar ahora se agarra de otro recurso narrativo presente en la serie, uno menos obvio pero palpable: la decadencia.
El plan original de David Lynch y Mark Frost (o más bien, la idea que los unió por primera vez) era una película basada en la vida de Marilyn Monroe con el tentativo título de Venus Descending. Sin embargo, no le encontraron la vuelta, y finalmente en Warner se la dieron de baja. Aun así, el concepto de la rubia linda con una doble vida un tanto turbia se metamorfoseó en Laura Palmer. La cara visible de la decadencia ya no era esa estrella de Hollywood vinculada con el poder sino una prom-queen/prostituta adicta a la cocaína cuyo trágico final es lo que da inicio a la serie de televisión. Hay algo que obviamente nos perdimos que es lo que realmente motivaba a David y Mark, que es la decadencia de Hollywood, de un star-system con un lado B perverso, psicótico, totalmente volatilizado por los excesos. Esta obsesión también la comparte un autor un tanto peculiar: Bruce Wagner.
Wagner es un nombre que no dice nada en el mundo de la historieta porque solamente publicó una, Wild Palms. Pero si estás al tanto de las novedades editoriales de literatura, seguramente lo viste al pasar más de una vez, porque Walden Editora publicó El universo maravilloso: Historias de origen. Esta novela es la culpable (o una de las tantas culpas/excusas) de mi falta de contenido historietístico últimamente, porque el compromiso que te pide un libro de 500 páginas es total. Y valió la pena el viaje, no solo porque es una maravilla, sino porque me permitió volver a esta historieta marginal, una rara avis que necesita a gritos un poco más de atención.
¿Qué tan raro es esto? Para empezar, se publicó de a dos páginas por mes durante 1990 y 1993 en Details una revista de interés masculino. No en una antología o bajo una editorial comiquera, sino en una revista tipo Para ti pero centrada en los hombres. Wagner, como dijimos, es un novelista que ofició de guionista para este trabajo; y el dibujante es Julian Allen, un ilustrador… ¡que también publicó solo esto y nada más! Parece una locura, pero hay una gema oculta noventosa que fue hecha por gente que nunca más hizo un cómic en su vida.1 Encima fue recopilado en libro a mediados de los 90 en Estados Unidos, España (bajo la colección de tapa dura Co & Co, se saldó acá hace un par de años) y eso fue todo.
Harry Wyckoff tiene una vida soñada con su mujer bonita, dos hijos, una carrera meteórica como abogado en Hollywood y nada que perder. Sin embargo, y perdón la repetición, nada es lo que parece en ningún momento de su vida, ni siquiera su mujer y sus hijos. De golpe se ve en medio de la puja de poder entre dos facciones ocultas, una que mueve los hilos en la ciudad, y la resistencia. En el medio, un Wyckoff que no sabés qué posición va a tomar por “culpa” de estar entre fuegos cruzados.
Y si bien uno puede acusar de trillada la idea de un grupo de famosos escondidos en las sombras repletos de perversiones, el guionista pela chapa al construir diversos clímax (recordemos que salían solo dos hojas por mes, una miseria que siempre terminaba con una viñeta efectista y ganchera), inserta giros narrativos sorpresivos… y sabe escribir, mucho y con ganas. Hay páginas que tienen tanto texto que uno pensaría que es una novela de Bruce (o una historieta de Columba), un texto que está en primera persona (desde la óptica de Harry), acompañándonos en la lectura. Por supuesto, vemos lo que él ve en el mismo momento, la sorpresa es mutua.
Wagner detesta Hollywood y su star-system, eso queda bien claro no solo en Wild Palms sino en El universo maravilloso. Todo lo que vemos es, por un lado, gente enferma de (y con) poder, capaz de actuar de la forma más vil posible por el bien propio; y por otro, gente miserable con ansias de ese mismo poder, de dejarse corromper por la maldad que se esconde en Los Ángeles.
Recomiendo enfáticamente leer El universo maravilloso, sobre todo si leíste Wild Palms. Es material del mismo autor y que se consigue con facilidad en nuestro país, a diferencia de la historieta previamente saldada y que hoy no se consigue. La novela se divide en tres partes, cada una centrada en un personaje distinto y que se cruzan de formas arbitrarias durante la lectura. En la primera parte, una joven actriz, Ali Neil, con ELA conmueve al mundo a través de las redes sociales, y gracias a este boom logra contacto con “The Fat” Joan, heredera de una fortuna incalculable porque sus padres fueron asesinados brutalmente. En la segunda, una pareja de estafadores buscan cometer un golpe maestro, el robo de sus vidas. En la tercera, un productor cancelado busca volver al stardom después de demostrar la falacia de sus denunciantes. Wagner deja la vida en cada bloque, e incluso enriquece la atención al darle una personalidad propia a cada historia. Si Wild Palms promete (y cumple) cruces hollywoodenses con conspiración y teorías gibsoneanas que involucran inteligencia artificial, El universo maravilloso promete cruces con intrigas policiacas, realismo mágico, más conspiraciones. Mucho de lo que pasa en Wild Palms se repite en El universo…, pero con otra mirada, con otro nivel de desarrollo si pensamos que el cómic se serializó por tres años y de a dos páginas por número. La novela le permite expandirse con ganas (son 504 páginas de lectura ininterrumpida y vertiginosa), y esas obsesiones/miradas desagradables con “los famosos de Hollywood” tienen ahora un sesgo más irónico, casi lamentable en lugar de más disruptivo.
Hay una cosa muy divertida en el nivel alto de cameos que presenta El universo maravilloso. Si bien en Wild Palms se disfruta porque se permite dibujar conocidos (haciendo memoria rápido, están Carrie Fisher, Ray Bradbury y seguramente algún actor menor de esa época), acá hay una facilidad para mezclar a Billie Eilish con Kim Kardashian o Hugh Jackman, entre otro nivel de nombres que están para mostrar un mundo (un universo) totalmente cerrado, endogámico y que se fagocita a sí mismo. La novela, al igual que el cómic, es absolutamente oscura, irónicamente hermética pero no porque no se entienda lo escrito sino porque todo lo que presenciamos son situaciones y pensamientos muy personales de gente con la cabeza cagada por el star-system, por las ansias de llegar a algo que en realidad no existe.
Si en Twin Peaks la decadencia está representada en un cadáver joven y bonito, tanto Wild Palms como en El universo maravilloso, está presente en un entorno completamente envenenado del que no hay escapatoria, cuyas salidas están pensadas solo de formas maquiavélicas y ventajistas, muy bien representadas en el personaje de Bud Wiggins (de los mejores en la novela). Quizás podemos considerar que Wild Palms se adelanta a cierta aura de The Return, esa tercera temporada devenida en película de 18 horas donde presenciamos al querido pueblo en decadencia, sin la algarabía presente incluso en los momentos más dark. En The Return está todo mal, y en Wild Palms también, todo es parte de un plan maestro orquestado por alguien que no sabés quién es. Y nunca lo vas a saber, porque está tan bien contado este cómic que ni en la última página le podés encontrar un sentido total a lo que pasa (spoiler: el cómic termina mal).
Es una guachada lo de Wagner. El nivel de confusión y giros que mete te obliga a hacer una relectura urgente apenas se termina de leer el tomo recopilatorio (de poco más de 70 páginas). Hay una historia clara y lineal, pero es muy metafórica y reposa mucho en la rareza del tópico y de los diálogos, que por momentos parecen esos haikus desconcertantes de Twin Peaks que explican todo y nada a la vez.2 Nada parece ser del todo cierto hasta que lo es. Al igual que en Twin Peaks.
Preferencias del sistema de Ugo Bienvenu
Por Matías Mir
“Cómo queré que nadie pueda vivir con eso cachivache, decía, no comprendé que el mundo marcha adelante y que vo te empeñá en mantener esa ruina porque sí, porque te da la real gana, no te da cuenta que la gente quiere velocidá y eficiencia, decía, que el mundo tiene que ir cada vez más rápido, decía. Y cada una de esa palabra era como un cuchillo”.
—Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbras.
En cierto punto, te acostumbrás a que tu computadora siempre te esté diciendo que se quedó sin memoria. A que ningún formateo o back-up sea más que un parche temporal. A que las cosas anden mal. Todo lo contrario a una falla, es exactamente lo que se supone que pase, porque la solución a estos problemas es solo comprar otra cosa, más nueva y mejor y que ande mal más rápido. Es mejor para el sistema que las cosas improductivas se rompan rápido y que haya que darles plata a las nuevas. Pasa con la tecnología y también con la gente.
Ugo Bienvenu ya la pensó cuando se sentó a dibujar Preferencias del Sistema (2019 por Editions Denoël, 2024 por Hotel de las Ideas), una historieta acerca de cómo, en el futuro cercano, el espacio de almacenamiento universal simplemente se acaba, y hay que empezar a borrar el registro digital de la humanidad. Es un problema inminente y exponencialmente acelerado, y para Yves, el protagonista, una situación desesperada que lo pone contra la espada y la pared. ¿Puede solo hacer su trabajo y eliminar de la existencia la cultura y el arte de siglos de humanidad solo para hacer lugar para nueva basura de streaming y millones de posteos de redes sociales?
El planteo de Bienvenu es el de una obsolescencia programada completamente salida de las manos, una producción de contenido digital tan arrolladora y feroz que no se la puede contener, hecha para una sociedad tan desesperada por cosas nuevas que no le importa deshacerse de todo lo que vino detrás. Una serpiente que se va comiendo la cola y que se está quedando sin cuerpo.
La historia empieza con el funeral del padre de Yves y trata, a su vez, del inminente nacimiento de su hija. Una generación que muere antes de que nazca la siguiente. No me parece azaroso. Y cuando sumás que la bebé directamente está siendo incubada dentro de un robot “embarazado”, ya no queda lugar para sutilezas: la tecnología superó tanto a la humanidad que ya ni siquiera es su producto, su hijo, sino su padre. En palabras de uno de los personajes: “Al confiar cada vez más en la I.A., con el fin de desarrollarnos cada vez más rápido, creamos nuestra propia fecha de caducidad”. En palabras de otro: “Todo se va al carajo”.
Todo el concepto es increíblemente bradburyano: Yves se pone a hacer copias ilegales del contenido a destruir y a guardarlas en su robot, Mikki, el mismo que está incubando a su futura hija. Su objetivo eventual es, de algún modo, escapar de esta claustrofobia tecnológica y vivir una vida lo suficientemente alienada como para no depender de las bases de datos y poder, simplemente, disfrutar de la naturaleza y de la cultura que la humanidad se está esforzando por destruir. Eso lo convierte en un criminal ante los ojos de la ley y moviliza la desesperada trama de su escape.
Me fascina todo este futuro de Bienvenu, lleno de androides, robots embarazados, gente siempre metida en sus cascos inteligentes, sin ninguna clase de sistema de conservación no-digital a la vista, ni un papel, nada. Se ve que a él también le fascina, porque viene expandiéndolo en diferentes libros, ilustraciones comerciales y animaciones. Mikki, el robot, ya es su mascota, y lentamente va expandiéndose por otros medios.
Lo más interesante de Preferencias del Sistema es que no cae en ser una simple queja ante el potencial de la supremacía tecnócrata. Hay mucho de eso, claro, pero su contrapunto es igual de fuerte: que, ante la marea de contenido insulso y descartable, hay quienes todavía quieren seguir experimentando la cultura humana con el ritmo que imponga la naturaleza y no el mercado. Y para ellos, el arte nunca va a tener fecha de vencimiento.
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¡Nos leemos!
Nobleza obliga, Allen no tuvo muchas oportunidades de hacer algo más: murió de cáncer en 1998.
Vale decir que El universo maravilloso es todo lo contrario: su lectura será larga y con pasajes muy mala onda, pero es bastante ligera.
Gracias a esa primer imágen de Preferencias del Sistema me vengo a enterar que "soñador, sentire el frescor en mi pies..." NO era solamente la letra de la canción de los créditos de Alejo y Valentina, sino un poema francés. Que ignorante me siento de golpe.