Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En esta entrega, Gonza se queda solo y aprovecha para recomendar un librazo.
Disparen al humor blando, no al humorista picante
Por Gonzalo Ruiz
Hace ya un año hice un breve texto sobre los límites, enfocado más que nada en la violencia. Por supuesto que la idea de limitar algo se puede aplicar en muchísimas cosas, para mal por supuesto. Y hace unos meses, encontré saldado Disparen al humorista, una historieta/ensayo dedicada al humor y, por supuesto, sus límites. ¿El autor? El argentino Darío Adanti, que actualmente la descoce en España.
Quiero empezar con los elogios, porque éste es uno de los mejores libros que leí en el año. El dibujo es excelente, las ideas narrativas y las puestas en página son un delirio (capaz sea lo que menos importa, pero igual son una masa), y el tema, que tristemente sigue vigente, se toca de una manera completamente honesta, profunda y sin dejar ningún tópico de lado. Como para que se den una idea de hacia dónde va el cómic, el primer capítulo deja en claro cuál es el motor que impulsó a Adanti para realizarlo, el atentado en la redacción de Charlie Hebdo, ocurrido a inicios del 2015. Un rápido refresh que sirve para rellenar caracteres: este semanario satírico nunca le hizo asco para bardear a nada ni nadie, y la utilización peyorativa de Mahoma provocó diversas reacciones de yihadistas que, obviamente, desembocaron en los tristes sucesos del 7 de enero de 2015. Pero además, Darío hace un racconto de diversos incidentes, menos letales que el ocurrido en Francia, pero que involucran a los cuestionamientos que se le hace al humor y sus límites. A partir de ahí, Darío hace una vivisección fabulosa de lo que significa el humor, como se construye, hacia donde va, que lo moviliza, y así.
Por supuesto que este libro publicado en 2019 no descubrió la pólvora, pero sí se encarga de exponer la importancia del humor en la vida humana. No está centrado en la idea del humor negro pero sí hay un énfasis en que ocurre con las limitaciones, qué pasa cuando alguien le pone un freno a qué cosas contar. Y esta es la parte donde Disparen al humorista comienza a dialogar de manera más puntual con el lector, y cada uno hará (o no) su propio balance al respecto.
Personalmente disfruto mucho del humor negro, Creo incluso que lo único que esta variante sacada solamente ofende a los límites que tanto hablamos y no tanto a las personas, no está pensado para dañar directamente a alguien, aunque por supuesto puede ser tomado para mal en ciertos ambientes. Digamos, uno va a un velorio y siempre hay una persona que hace un chiste, seguramente no sea negro porque es de los pocos lugares donde no da hacerlo. O tal vez sí, pero capaz no es “prudente” hacer una referencia a la causa de muerte. Como de la misma manera nadie iría al pabellón oncológico del Garrahan a contar chistes sobre pibes muertos.
El límite lo puede dar o sacar el entorno. Una teoría que Adanti da a conocer (Y que suele estar atribuída a Woody Allen aunque quien la dijo por primera vez fue Steve Allen), dice “Tragedia + Tiempo = Comedia”.¿Qué tanto se aplica esta idea? Pienso en el chiste de David Gueto de Gustavo Sala, publicado en Página 12 en 2012 y que involucra los crímenes del nazismo:
El Holocausto pasó hace ya mucho tiempo y, aún así, no deja de ser una herida que duele, al igual que nustra última dictadura militar, ocurrida en una menor distancia temporal. ¿Y eso detiene el humor? Lo importante cuando uno se mete con estas cuestiones tan políticas, es no convertir el humor en un panfleto equivocado. Es decir, Gustavo Sala no hace apología del nazismo al dibujar a Hitler y meterse con el rumor que hacían jabones con los judíos, no está glorificando esa matanza, al igual que Carlos Trillo no hace una revindicación de los represores cuando diseñó al personaje de Lucho Lassabia para Sarna. Esto no lo inventé yo, Darío Adanti también lo deja claro a lo largo del libro, siempre con el ejemplo paradigmático de Charlie Hebdo1.
¿Hasta dónde puede llegar el humor? Es una pregunta que Adanti se hace pero que no elabora una respuesta, porque también depende de cada uno y de las conclusiones que se puedan sacar al terminar de leer. La reflexión final, tan graciosa como impactante, implica que nadie va a morir por el humor, salvo el humorista. Lo que sí plantea es que hay que acabar con la idea de un humor lavado, inocuo o woke. Fuera del ámbito que nos compete, hace unos meses Ricky Gervais sacó un especial para Netflix donde buena parte del stand up está dedicado a exactamente esto de lo que estamos hablando. Una visión distinta pero que termina parándose en la misma vía que Darío. Es problemática la censura y más aún no entender que ciertos comentarios de ciertas personas no están pensados para enarbolar una bandera extremista sino para distender un poco la realidad, más agobiante que un chiste que involucra creencias religiosas Digo, hasta Liniers tiene chistes picantes:
Y vuelvo una vez más a Sala, porque me encanta y porque tampoco dejó tela sin cortar. A veces este tipo de humor que va bien al choque sirve para despertar y dejar de hacernos los boludos, como ocurre con el final de Buenos Aires en pelotas, ya reseñado en este espacio pero que vale la pena mencionar de nuevo: después de una cantidad de comentarios sardónicos sobre la vida porteña, el libro se vuelve completamente político al denunciar el abandono de los linyeras y cartoneros que abundan en la ciudad, poniéndole cara y nombre al culpable de esta desprotección estatal. Hay que estar mal para no entender que Sala no se está riendo de un pobre, sino visibilizando lo que, a veces, uno elige no mirar.
Los encargados de saldear este material son los de Planeta, lo cual es una bendición porque la primera edición, a cargo de Astiberri, probablemente cueste cinco huevos y medio. Busquenla, no se que tan complicado se de encontrar, y denle hogar a semejante libro maravilloso. Y de paso, que les sirva para pensar un poco.
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En el racconto que se hace al principio del libro sobre los problemas que trae el irse a la mierda con el humor, Argentina figura tres veces: Sala con la tira mencionada y dos tapas de la Revista Barcelona que ahora no recuerdo. Creo que una era una satira medio porno con Cecilia Pando, que les hizo un juicio millonario.