Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonzalo descansa y Matías le lustra el picaporte a Breccia un rato.
Un voyeur de la miseria ajena: Buscavidas de Trillo y Breccia
Por Matías Mir
Una mujer le dice al protagonista que está siendo acosada por un pianista, y le pide que le rompa las manos en represalia. El protagonista así lo hace, y poco tiempo después descubre que en realidad el pianista era inocente, que era la mujer la que lo acosaba y había sido rechazada. Al darse cuenta de que había sido usado como arma de una mujer despechada contra un hombre inocente, el protagonista va a buscar a la mujer, que era modelo, y le rompe la cara a golpes, desfigurándola para siempre. Eso se narra en “Ojo por ojo”, una historia de la serie Un tal Daneri, de Carlos Trillo y Alberto Breccia, y es la historieta corta de Breccia que más impacto me causó, que más tengo tatuada en el cerebro. Incluso más que “El corazón delator” o “La gallina degollada”, discutiblemente más icónicas. La brutalidad del dibujo, lo conciso de la narración, el desenlace explosivo, todo eso me sigue hasta el presente y se sinonima en mi inconsciente con la palabra “Breccia” más que cualquier otra cosa.
Volví a pensar en esa historia mientras leía Buscavidas, la última colaboración de Trillo y Breccia en una serie, producida entre 1981 y 1982. Irónicamente, se encuentra en el extremo opuesto a Un tal Daneri, que fue la primera colaboración entre estos maestros, y que se publicó en 1974. Quizás sin saberlo, terminando donde empezaron, los historietistas se reencuentran con esas calles grises, ahora bien negras, llenas de miseria y rebosantes de historias.
El Buscavidas es un tipo enorme y simpático que va por ahí escuchando dramas ajenos y coleccionándolos en sus archivos. Apenas es un personaje; se asemeja más a un recurso narrativo corporizado que moviliza a los verdaderos protagonistas a contarle sus historias a un completo desconocido. Nuestro observador escucha, se entretiene con los dramas ajenos y después los cataloga y los guarda para rememorar más tarde, como si fueran ficciones que uno deposita en la biblioteca.
Ya escribió en su momento Gonza acerca de cómo Trillo narra los horrores de la dictadura desde la democracia en Sarna y El Síndrome Guastavino, haciendo referencia a lo mucho que el guionista era capaz de derrapar para dejar un legado de historietas impactantes y crudas, caricaturizadas al extremo en las coloridas representaciones de Juan Sáenz Valiente (actual Juanungo) y Lucas Varela respectivamente. Pero Buscavidas se produjo durante el “Proceso”, y es desde sus estridentes páginas un testimonio de la resistencia artística frente a la represión, la censura y la opresión del poder de turno.
La truculencia es parte del paisaje. Hombres que desmiembran a sus parejas por celos, agentes que destruyen las vidas de sus clientes, traiciones incestuosas, suicidios múltiples. Lo que une a todas las historias de Buscavidas es la tragedia sintetizada que expone el morbo de nosotros, los lectores, que la esperamos. A veces, para variar, Trillo cambia el ritmo y la historia tiene final feliz para su protagonista, algún garca, exponiendo que la tragedia es colectiva: el triunfo de los malos y los sistemas que los bancan es el fracaso de nuestra sociedad entera.
Y esto podría ser solo una muy buena serie de Carlos Trillo, excelso guionista capaz de hacer interesante hasta el manual de instrucciones de una aspiradora, pero donde la Historieta se hace presente es en la yuxtaposición con las tintas de Breccia. Ahí se abre una dimensión entera de narración, de significados y de disfrute que elevan un buen relato a una excelente historieta.
Primero, lo obvio: el talento del Breccia de los ochenta, absolutamente consagrado y en su etapa más brutal, de trazos más gruesos, collages, enormes secciones de la página cargadas de negro y figuras humanas radicalmente exageradas. Esto es EL claroscuro total, el blanco luchando por ganar un espacio y definir las siluetas ante el negro apabullante, oscuro, asfixiante. Breccia plantea páginas como negativos sin revelar, como la imagen residual que queda en los ojos cuando uno los cierra rápido frente a la luz.
Pero después está lo otro: el valor agregado. En su expresionismo más explícito, cada viñeta es un Guernica, un caos de figuras y elementos desparramados en los que la lógica de relevancias brilla por su ausencia, y fuerza a los lectores a volverse detectives en búsqueda de un sentido. Más las ves, más detalles tienen. En “La familia”, una fiesta bien concurrida ocupa enormes puestas en página, rompecabezas absurdos llenos de cosas en los que no parás de encontrar joyas. Tres líneas de mierda al fondo evocan indudablemente a sánguches de miga. Cada forma en la ropa de un hombre representa una decoración más que lleva puesta y exagera hasta el ridículo lo cheto que es. Los personajes de fondo actúan graciosos para enfatizar el ambiente que se huele en el cuento. Historias de poquísimas páginas de pronto tienen una riqueza narrativa que muchos dibujantes no pueden alcanzar en libros enteros.
El propio Buscavidas es un elemento interesante. Su diseño, cetáceo, cómico, es irónicamente la figura más difícil de reconocer. Apenas la bola de grasa que es su cabeza sobresale del absoluto negro de su traje y, en comparación con los verdaderos personajes (llenos de arrugas, detalles, rostros expresivos y emociones), acaba por difuminarse en el fondo. Hay viñetas en las que se camufla por completo y desaparece de la vista, en juego perfecto con la idea que transmite el guion de Trillo de que es apenas un observador de las vidas que tanto busca.
Aun así, esa sinergia es mínima e insustancial al lado de la contraposición mucho más interesante entre guion y dibujo. Mientras Trillo cuenta su historia, Breccia hace lo que se le canta el culo. No solo enriquece la página de detalles que complementan la trama, sino que incluye sus propias ideas, mensajes y tramas paralelas. Siluetas de policías actúan de fondo mientras Buscavidas escucha una historia. Persiguen gente y la matan en pleno espacio público. Impactantes carteles de “NO” llenan las calles y las plazas sin relación con lo que se cuenta. Otros mensajes, más crípticos, acaban ocupando casi toda la viñeta. Leer Buscavidas es ser espectador activo de una lucha en la página.
Me gusta mucho cómo describe esta lectura críptica Pablo Turnes en La excepción en la regla: La obra historietística de Alberto Breccia:
“Buscavidas es una trampa: promete darnos un sentido que nunca aparece; la cuestión está en revelarnos justamente eso, que el sentido no aparecerá y que mientras tanto tendremos que tomar decisiones respecto a qué entendemos… o no”.
En donde subliminalidad y literalidad se encuentran, por supuesto, es en la denuncia al poder. Todas esas impunidades de oficiales en espacios públicos, esas prohibiciones compulsivas de todo en el fondo funcionan en paralelo a las historias principales. En “Persecuta”, un policía violento empieza a volverse loco porque lo persigue un hombre que no es otro que él mismo, su propia culpa hecha carne. En “La opción”, un presidente hambreador y corrupto, enchufadísimo con Estados Unidos, destruye a su pueblo y luego lo deja en manos de los militares sin que se le mueva un pelo. Pocas historietas tienen tantas villas, tantos nenes desnutridos ni tanta desidia social como esta, en la que los sectores más desdichados de la sociedad no solo son víctimas de sus opresores sino también del egoísmo de los suyos, avalados por una lógica arrolladora de “sálvese quién pueda”. La perspectiva es tan pesimista que, incluso en su predicción de que la dictadura tiene los días contados, la “libertad” que regrese solo será el mal menor, la misma miseria de antes pero validada por su carácter “democrático”.
Esta historieta tiene un final, pero no está en la versión que a mí me tocó leer (los álbumes de la colección Monográfico de Doedytores) ni en la que le tocó leer en español a nadie hasta su aparición en el Breccia Negro 2.0. El capítulo de cierre, “Caleidoscopio”, es bellísimo. El gordo Buscavidas llega porque sí al anticuario de Ezra Winston, donde charla fascinado con un Ezra agotadísimo y con Mort Cinder, eterno e imperturbado. Breccia regresa a dibujar estos personajes fantásticos que alguna vez desarrolló junto a Oesterheld (a quien va dedicado este final) y Trillo los planta en oposición a su propio personaje en un paralelismo que de pronto se vuelve clarísimo: es la tensión absoluta entre memoria y olvido.
Ezra es un anticuario que colecciona reliquias y se involucra con ellas junto a Mort Cinder en sus aventuras, mientras que el Buscavidas es un ave de rapiña que recolecta las historias que le están ocurriendo a las personas y las guarda en sus archivos para que allí se queden. Buscavidas busca presentes y los convierte en pasados. Ezra busca pasados y los convierte en presentes. Y mientras que el Buscavidas se cree ajeno a las historias, Mort y Ezra son decididamente protagonistas, tanto así que absorben al Buscavidas en su propio ritmo narrativo. El Buscavidas cae en la trampa de las historias y se vuelve ahora él un protagonista de una historieta (quizás, de H. G. O.), y huye espantado de esa realidad jurando no volver a coleccionar vidas ajenas “nunca más” (con esa frase cierra esta conclusión publicada en 1985… en Europa).
Al final, lo que termina cementando lo glorioso de este cierre (y, polémico, de toda la serie) es el aporte de Alberto Breccia, su impronta hecha tinta violenta que convierte excelentes historias para leer una vez en historietas polisémicas que nunca terminan de descifrarse por completo1. El regreso a Mort Cinder cierra el puente entre la obra de Trillo y la de Oesterheld y expone su tesis más obvia: Si no somos más que historias, lo que nos mantiene vivos es la memoria.
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Pero quizás es solo la opinión de un fanboy que cada vez que escribe tiene que resistir el impulso de llamar a todo buen uso de los recursos de la historieta simplemente “brecciano”.
Me encantó el análisis, es una obra que tengo pendiente, con este texto no me quedo más opción que subirlo varios casilleros en mi txt de próximas lecturas, ese capítulo final "crossover" con Mort Cinder no tenía idea siquiera de que existía. Nada más lindo que el adjetivo "brecciano".