Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días (cuando llegamos…), Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este contacto, Gonzalo descansa mientras Matías vuelve a charlar cinco años después con Juanungo para celebrar la salida de su nuevo libro.
El animador: Charlando con Juanungo
Por Matías Mir
“El cerebro inventa lo que falta en el medio para unir los dos extremos”. Es tan cierto para la animación tradicional como para la historieta, dos medios hermanados en la secuencialidad gráfica que se chocan en la idea de engañar al ojo para que crea que un montón de líneas estáticas tienen alma. Corriendo a filo de uno y otro medio llega El animador, la última novela gráfica de Juan Sáenz Valiente, ahora flamantemente conocido como Juanungo, quien retorna a dibujar nuevas historietas después de varios años de abstinencia y un exilio a Francia.
Planteada como una ficción basada en la figura de su padre, el animador Rodolfo Sáenz Valiente, junto al enfermero que lo acompaña en sus últimos días, El animador (Hotel de las ideas, 2023) es una historieta atrapante y muy sólida en la que Juanungo vuelve a camuflarse en un estilo gráfico distinto, más caricaturesco, casi boceteado pero con mucho detalle, en un nuevo escenario porteño de época que encierra este drama clásico con algunos de los elementos por los que ya es reconocido el autor: el oído para los diálogos argentinos, el ojo para los fondos efectivos y el corazón para los personajes tridimensionales, imperfectos y humanos.
Fue en Francia que Juan tuvo la oportunidad de dibujar una entrega de Donjon Monsters, spin-off de la prolífica saga de fantasía de Lewis Trondheim y Joann Sfar, y se reencontró con el público internacional bajo su nuevo nombre artístico.
A pesar de que estuvo tres años sin dedicarse a la historieta ni producir nuevas novelas gráficas, los lectores argentinos ni sentimos ese bache. Entre las recopilaciones de sus fanzines y de sus webcomics, sumado a la reciente oleada de reediciones de su obra1, no tuvimos tiempo ni de extrañarlo, y muchos lectores recién llegados van descubriendo al autor de La sudestada… justo cuando cambia de nombre. De eso, de su último libro, de la película de su obra más famosa y de sus proyectos futuros es que charlamos en esta entrevista.
“En Francia, como ‘Juan Sáenz Valiente’ no me conocía nadie”.
MATÍAS MIR: Si bien muchas de tus obras se están reeditando ahora, tu novedad, El animador, salió bajo un nombre distinto. ¿Cuál es la historia de “Juanungo”?
JUANUNGO: El problema fue técnico: en Francia nunca escribían bien mi nombre. Los franceses creen que “Sáenz Valiente” es un nombre compuesto y le meten un guion en el medio, o piensan que “Sáenz” es el nombre y “Valiente” el apellido, o al revés. Lo escribían de todas las maneras menos la correcta. En los libros no, porque yo los supervisaba, pero en los carteles en festivales siempre lo ponían para el culo.
MM: El primer libro que sale bajo Juanungo es el de Donjon.
J: En Francia yo no vendo mucho. Los libros salen, pero no es que es un desastre. Sabía que era una oportunidad, era el primer libro que realmente iba a vender, así que dije: “aprovecho esto como inercia y me cambio el nombre así es más fácil”. No sé si fue muy acertado, pero no es como si tuviera una trayectoria que me respaldara acá. En mis anteriores libros, las editoriales hacían tirajes muy chiquititos y los agotaban o los mandaban a destruir.
MM: La rotación que tienen es tan brutal que, si no se los sacan de encima, se ahogan entre libros.
J: Para cuando salió el Donjon, no había ningún libro mío anterior para aprovechar las ventas. La Sudestada estaba agotado, los otros los habían mandado a destruir. De Norton habían hecho mil ejemplares y los vendieron en cinco años. En Argentina vender mil es un golazo, acá no es malo, pero con mil libros no llegás a cubrir todas las librerías. Me acuerdo que, cuando salió, lo fui a buscar y no lo encontraba en ninguna librería. Donjon no iba a servirme para mover los libros que había publicado antes.
MM: ¿Pero por qué “Juanungo”? ¿Por qué esa sucesión de sonidos?
J: Ah, es que mis abuelos me decían así.
MM: ¿Y te pareció que era un apodo estilo “autor de BD”? Como “Hergé”, una palabra fácil de pronunciar.
J: Me parecía simpático. Lo que tiene de divertido es que mis abuelos eran judíos. Si te ponés a pensar, los diminutivos en yiddish suelen terminar con “le”. “Juanungo” es un intento a mitad de camino de llegar a “Juanunguele”. Es “Juan” dicho de manera tierna en yiddish.
MM: ¿Y cómo se lo tomaron tus editores argentinos?
J: Yo pensé que se iban a enojar, pero no les importó. Cuando les dije a Hotel de las Ideas, me respondieron: “sí, todo bien, hacemos un post diciendo que sos la misma persona y listo”. Lo que es más loco es que, en Francia, como “Juan Sáenz Valiente” no me conocía nadie, y como “Juanungo” ahora sí.
MM: Acá todo el mundo, cuando hablan de El Animador, dicen “de Juanungo (ex Juan Sáenz Valiente)”.
J: En Francia, yo vendía mil, dos mil ejemplares, no sé si llegué a vender tres mil a largo plazo. Y el de Donjon vendió 10 500 en seis meses. Para mí, es un número enorme.
MM: Me acuerdo que, cuando hicimos la entrevista allá por el 2018, habías mencionado algo parecido, que tenías mucha frustración por no estarla pegando en Francia con tus obras.
J: Me acuerdo, sí.
MM: Que estabas tratando de adaptarte para el público francés. Habías hecho Norton Gutiérrez adaptando tu estilo a línea clara, le habías hecho varios cambios a la edición de La sudestada para cumplir lo que querían los editores… y que aun así no parecía estar funcionando.
J: Cuando hicimos esa nota yo estaba frustradísimo, me acuerdo.
MM: Esa nota básicamente termina con vos diciendo: “que se vayan todos a cagar. Yo voy a hacer música, animación y que se vayan todos a la concha de su hermana”.
J: (Risas).
MM: El timing terminó siendo muy justo, porque esa entrevista termina siendo un corte muy tajante en tu carrera. La leés y pensás: “o algo termina, o algo cambia”. Y poco después aparece lo de Donjon, te mudas a Francia y empezás a sacar obras con otro nombre. Se siente como otra etapa de tu obra.
J: Sí, lo tuve que ver así. El cambio de nombre también fue bastante liberador.
MM: Te sacó los grilletes de “Juan Sáenz Valiente”.
J: Es como decía Alejandro Lerner, “volver a empezar”. Te sacás todo el peso de la tradición de lo que hiciste antes. No lo calculé entonces, pero me sentí mucho más liviano. También me bajé de las redes y abrí un sitio web para anunciar mis cosas de Juanungo. Entre eso y que me cambié de nombre, El animador tiene mucho en contra a nivel marketing.
“Hay que adaptar el dibujo no al ego de uno, sino a la necesidad de la historia”.
MM: Y hablando de El animador… recuerdo que ya en 2018 me habías mencionado que tenías una vaga idea de un libro sobre tu viejo.
J: La idea la tengo desde que se murió, pero eran escenas sueltas. Lo que pasó fue que, en la pandemia, me quedé varado en Buenos Aires. Yo tengo a mi novia acá en Francia, y quería venirme, pero no podía, así que aproveché para digitalizar todo el laburo de mi viejo. Me quedé encerrado en la casa con todo el archivo de él justo en esa época en la que estaba frustrado y no quería hacer nada, no quería dibujar. Me pasé dos, tres años sin hacer historietas, dibujando muy poco.
Me puse a escanear todo, a archivar las cintas… Digitalizar no toma mucho, el tema es saber cómo hacerlo. Era un quilombo y no me salía bien. Me tomó un montón de tiempo aprender a moverme en ese medio. Era agarrar las cintas que tenían las imágenes por un lado y los audios por el otro. Hubo que hacer un trabajo de arqueología en todo el archivo para ponerlo a punto. Después tuve que masterizar el sonido, no sé, lidiar con sonidistas… me llevó un montón de tiempo. Cuando terminé todo eso, todavía en plena pandemia, todas esas ideas sueltas que tenía sobre El animador decantaron de cierta manera en el libro.
MM: Te expusiste tanto a ese tipo de material y a esa forma de trabajar que inevitablemente te terminó inspirando.
J: Me embebí de todo eso y lo escribí en dos patadas. Viste que en la cuarentena uno no tiene mucha noción del tiempo, pero creo que lo escribí en dos o tres semanas el guion, que para mí es muy rápido.
MM: Y a nivel técnico, en lo gráfico, ¿esto es solo lápiz o algo más?
J: Es solo lápiz. En realidad, lo dibujé todo en la compu, después lo imprimí y lo “entinté” a lápiz calcándolo. Lo que tienen en común todos mis proyectos es que al final los escaneo y los termino digitalmente.
MM: ¿Y por qué este estilo, que se siente bastante distinto a tus obras previas?
J: Siempre que hago un libro nuevo, intento hacer un estilo nuevo por tres motivos. Primero: para no aburrirme, si no es hacer siempre lo mismo, no sé si lo podría soportar. Segundo: para desafiarme a hacer algo nuevo, ofrecerle al lector algo distinto. Y tercero: porque creo que hay que adaptar el dibujo no al ego de uno, sino a la necesidad de la historia.
MM: Encima la historia se pone muy pesada. Si la hacías en un estilo como, no sé, el de El Hipnotizador, tenía el potencial para ser un libro MUY heavy.
J: Si yo dibujaba este libro de forma más realista, más cruda, creo que habría sido demasiado densa. Me gustaba la liviandad del trazo, contar algo en lo que estuviera presente la materialidad, que quedara la huella…
MM: El libro se siente como que en cualquier lugar podrías encontrar las huellas de los dedos manchados de grafito en el papel. La textura que tiene lo vuelve muy táctil.
J: Me gustaba que se sintiera como algo que se está contando mientras lo leés. Que se vea todo el tiempo eso. Que sea más llevadero, que se vea el truco.
MM: Vos comprás el libro y sentís que tenés el original en las manos. Juega mucho con la fusión de medios entre la historieta y la animación tradicional por celdas.
J: Exacto, exacto, quería eso.
MM: En el libro no solo hablás de animación tradicional, sino que la aplicás. Como en esa parte en la que explica cómo funciona la animación por celdas con el ejemplo básico de un tipo sentándose. Uno se queda como un boludo haciéndolo una y otra vez.
J: ¿Lo del tipo que se sienta y se para vos lo hiciste?
MM: ¡Sí! Está hecho para que lo hagas, que te pongas a hacer lo mismo que el personaje. Es para pasárselo a McCloud y te diga “¡No…! ¡No sabés lo que es esto…! Cómo funciona la narrativa acá, te hace ir para atrás y para adelante, no tiene sentido”.
J: (Risas) Yo también me quedé como un boludo haciéndolo. Está buenísimo que tenga ese efecto en el lector. Además es como cuando grabás un monitor: forma un efecto de infinito. Agarrás con la mano una página de un tipo agarrando una página con la mano.
MM: Medio meta.
J: Exacto.
MM: ¿Cómo fue el desarrollo del libro desde esas ideas inconexas que tenías hasta el resultado final?
J: Cuando terminé el guion en plena pandemia, dije: “esto es muy catártico. Qué bueno que lo escribí, que le encontré el hilo a la historia, pero no sé si va a funcionar. No sé si tiene un sentido”. Al mes (o lo que yo creo que fue un mes en tiempos de pandemia) lo agarré de nuevo y me seguía gustando. Entonces, justo cuando me iba a poner a dibujarlo, sale el viaje a Francia. Apenas llego, abro la computadora para avisarle a la gente que había logrado pasar la frontera y hay un mensaje de Trondheim ofreciéndome dibujar el Donjon. Me dice: “se nos cayó un dibujante, ¿te interesa hacer este libro?”. Le dije que sí y dejé de lado a El animador. Tuve que hacer una prueba, fue mucho estrés, y mientras esperaba a ver si me aprobaban, dibujé las páginas de muestra de El animador. Cuando se aprobó el Donjon, me dediqué exclusivamente a eso. Más tarde, cuando afloja el tema de la pandemia, cuando ya estoy terminando Donjon, voy a comer con Trondheim. En esa cena le llevo el proyecto de El animador y le pregunto: “¿Cómo lo ves? ¿A quién se lo puedo enchufar?”. Ya se lo había mostrado a editores franceses y nadie lo quería. Me decían: “Un tipo que se muere de cáncer… El dibujo tampoco es increíble…”. Encima esas primeras diez páginas que había hecho no se lucen…
MM: Arranca lento, se va cocinando.
J: No es muy comprador.
MM: El protagonista ni siquiera aparece hasta dentro de veinte, treinta páginas.
J: No es algo que te atraiga. Quizás tendría que haber hecho una persecución de autos o algo así…
MM: (Risas).
J: Se lo mostré a dos o tres editores y, o no me respondían, o lo rebotaban. Trondheim no se entusiasmó mucho al principio, pero me puse a desarrollarle la idea, le cuento lo del [TRUCO DEL FINAL]2 y ahí me dice: “Ah, esto me interesa”. “¿Para quién?”. “Para mí”. “¿Cómo que para vos?”. Resulta que él es editor de una colección en la editorial Delcourt que se llama Shampooing, donde se terminó publicando al mismo tiempo que la edición argentina.
MM: Sin entrar en spoilers, toda la parte final de la historia juega con un [TRUCO] interesantísimo.
J: El libro va instruyendo al lector para llegar a ese punto. Hablando con Lucas Nine, que siempre me da devoluciones que me sirven y además sabe de animación, él me aconsejó hacer lo de la silla y me tiró una punta para [EL TRUCO], que después lo cerré bien charlando el libro con Trondheim. Yo le llevé algo bastante cocinado, pero fue potenciado por el diálogo con él. Al final, quedó bastante redondito. Funciona muy bien a nivel narrativo. Quedó más lindo, más interesante.
MM: Es un libro que no funciona en digital.
J: Exacto. Siento que está justificado el formato. En otros libros que hice quizás el papel es una limitación fetichista. En el futuro, para la gente quizás sea más lógico leer cualquier historieta en digital (y es discutible si es mejor o no), pero ESTE libro se justifica.
“El Donjon fue como un sueño hermoso, pero ahora hay que volver a la realidad”.
MM: Pasando a otro tema… Además de todos tus libros que se publicaron en Argentina este último tiempo, también ahora en mayo está saliendo la película de La sudestada.
J: Sí, Estuvo ya en el BAFICI y ahora va a estar en salas comerciales fuera del festival.
MM: Esta es otra cosa que mencionabas vagamente en la entrevista de 2018. Que había un proyecto y estaban viendo si salía la financiación para hacerla… y ahora, para cuando se publique esta entrevista, va a estar en salas de cine.
J: Ya está, se cumplió. Es muy loco cómo desde la última entrevista a ahora cambió todo.
MM: ¿Vos tuviste influencia en la película o solo firmaste y les diste libertad?
J: No metí mano. Les firmé los derechos, me pagaron, todo exitoso.
MM: ¿Y está buena? ¿La viste?
J: Vi unos pedazos. A mí me gustó, pero no es garantía de nada. No te puedo decir si está bien o mal porque es tan bueno para mí cuando se da algo así que… aunque sea una cagada, para mí está buenísimo. Me produce una sensación muy linda ver que alguien creó a partir de algo mío. Estoy re contento.
Ver que algo que hice se transforma… tiene un aspecto de homenaje. Cuando se me homenajea, a mí me da una sensación linda. Otros autores a veces reaccionan como “esto es mío”, como que les sacaron algo de las manos, como que les robaron algo. Cuando a un autor le preguntan “qué pensás de lo que hicieron con lo tuyo” y lo defenestra, dice que es horrible, o cuando dice que es grandioso… yo no les creo nunca. Es muy difícil ser objetivo con algo así.
MM: Te pone contento la existencia de la película.
J: Además, estoy contento porque se me pagó.
MM: Te fue rentable. Y además se valora profesionalmente tu trabajo y no solo “de onda”.
J: Sí, y además está muy respetada. Por ejemplo, yo me había inspirado para hacer al personaje de Finoli en un actor que se llama Javier Bacchetta y terminaron contratándolo para hacer del personaje.
MM: ¡Muy bueno!
J: Yo lo había dibujado disfrazado del Zorro en la fiesta de disfraces y lo vi al actor disfrazado, adentro de un auto del mismo modelo que en mi página.
MM: Tu imaginación se proyectó en la realidad.
J: Es como una especie de inteligencia artificial 3.0.
MM: Midjourney la tenés adentro
J: Es alucinante, no puede no gustarme algo así.
MM: ¿Y en qué estás laburando ahora? ¿Cómo sigue la trayectoria de Juanungo?
J: Ahora estoy haciendo una historieta de ciencia ficción de los 80. De aventura clásica, más a lo Norton Gutiérrez. Bien de género, pero no en línea clara. En un estilo más caricaturesco, más parecido a lo que hice en Donjon.
El Donjon fue como un sueño hermoso, pero ahora hay que volver a la realidad y ver cómo me muevo yo sin el respaldo de Trondheim y ver cuánto me ayudó eso. En Francia salen cinco mil libros por año. El mercado es voraz. Mi idea es aprovechar la inercia y sacar este de ciencia ficción. Es otra propuesta. El animador era solemne y dibujado “mal”; ahora estoy intentando hacer uno bien dibujado con naves espaciales, aventuras, persecuciones y ver qué pasa.
MM: ¿Y un último mensaje para tus lectores argentinos?
J: Solo puedo decir que está mi sitio web, juanungo.com. La idea es informar y no molestar publicando giladas. Para que no se quejen de que desaparecí de las redes, si les interesa estar actualizados sobre mis publicaciones, informo todo ahí. ¡Y también que saqué dos discos nuevos, por si alguien quiere escucharlos!
MM: Ahora están todos enterados.
La película de La sudestada está en cines desde el 11 de mayo. El animador ya se consigue en todas las comiquerías que venden buenas historietas, al igual que todos los demás libros de Juanungo, aunque van a tener que buscarlos bajo otro nombre.
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Podemos contar la última edición de La sudestada con tapa nueva (Hotel de las Ideas, 2019), la reedición de Sarna (Black Cat, 2022) y de El hipnotizador (Hotel de las Ideas, 2022).
No voy a ser yo el que te lo cuente. Compralo y leelo, es tremendo. De hecho, hay toda una porción de esta entrevista impublicable sin spoilearlo. Si lo hubieras leído no tendríamos este problema.
Lectura pendiente El Animador, no me lo llegué a comprar en la Feria porque se antepusieron a mi presupuesto otros libros en el camino. Muy buena la entrevista, un buen pantallazo de todo su laburo actual. Me sorprendió lo del cambio de nombre, principalmente aplicarlo acá en Argentina, donde Juan es un autor cuyo nombre pesa en el título de una publicación, me parece una estrategia de marketing muy contraproducente en términos editoriales, pero bueno, son nimiedades, sé que cualquiera en el medio sabe quién es jaja. ¡Abrazo!