Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonza resigna su espacio para que Mati se explaye como un demente con la tercera entrega de su diario de lectura de Cerebus.
Cerebus III: Iglesia y estado
Por Matías Mir
Índice a las entregas anteriores:
Uno pensaría que, después de dibujar una historia tan cerrada y sólida como “Alta Sociedad”, Dave Sim bajaría un cambio y relajaría un poco la trama. Y eso hizo… como por dos capítulos, antes de arrancar una saga aún más ambiciosa: “Iglesia y estado”. Si el arco anterior describía el ascenso y la caída de Cerebus como Primer Ministro de Iest a lo largo de 25 entregas, esta vez Sim se propone pisar el pedal a fondo, meterse todas las drogas que pueda y dibujar una saga de más de 60 entregas tan grande que tuvieron que partirla en dos libros de seiscientas páginas cada uno en la que narra un nuevo ascenso de Cerebus, ahora al poder absoluto e irrestricto de la religión organizada, y cómo sus problemas de identidad y su reticencia a que lo vuelvan a cagar se cruzan con un evento cósmico y la potencial consumación de la humanidad bajo un mismo Dios. O algo así. Exploremos un poco.
Todo arranca en junio de 1983. Aarkvard-Vanaheim, la editorial de Dave Sim, publica también otros cómics, todo bajo el atento cuidado de Deni Loubert (ahora Deni Sim). La editorial también va sacando otros proyectos, y Cerebus en sí tiene back-ups de historias cortas (“Unique Stories”) que a los lectores no parecen coparles mucho. Después de un capítulo casi de relleno, arranca “Iglesia y estado”, aunque todavía no tiene ese nombre. La tirada es de unos 18.000 ejemplares por número, muchísimo para un cómic independiente en blanco y negro, y solo va a seguir subiendo. Sim sigue escribiendo y dibujando este cómic solo, mes a mes.
En el #53 comienza el miniarco de la Condesa, un personaje interesantísimo, refinado, que sirve como paralelo y a la vez contraste con Astoria, la última mujer poderosa que apareció en la vida del cerdo hormiguero. La Condesa, a diferencia de la otra, no tiene criados, se encarga ella misma de todas sus tareas, y propone otro modelo de personaje femenino fuerte e independiente. Como siempre, en esta serie las relaciones son ambiguas, pero forma alguna clase de vínculo con Cerebus y hasta casi tienen una etapa de enamoramiento y todo en la que las cosas parecen ir bien y exploramos un aspecto hasta ahora nunca explorado del personaje protagonista: verlo feliz. Feliz y en una relación donde no tiene que controlar a la otra persona para permitirse quererla. Por supuesto, esto termina mal, porque Cerebus es Cerebus y su propia personalidad termina por jugarle en contra.
Este arco está atravesado por una nueva trama en joda de Artemis, la Cucaracha, que ahora es Wolveroach (o, como le pusieron los gallegos, Cucabezno), una parodia que ocupó, además, tres portadas seguidas del título (los números 54-56) y que le costaron a Sim un “cease & desist” de parte de Marvel. Más leña al fuego para la guerra que está armando Sim contra las grandes editoriales de EE. UU. y su manejo de los derechos por sobre los personajes y para con los artistas. Todavía faltan varios años para el éxodo y la revolución de Image, pero Sim es un pionero de la lucha por los derechos y la reivindicación de los obreros de la historieta, y esa cruzada influencia muchísimo a la serie y a su autor.
En el segundo “libro”, reaparece Weisshaupt, uno de los personajes más interesantes de la “prehistoria” de Cerebus. Este defensor del republicanismo trae con él un gran cambio político para Iest y necesita un Primer Ministro nuevo. Cerebus ya no quiere saber nada, pero esta parodia de una parodia de Washington es, quizás, el mayor estratega de todo este universo ficticio, y logra obligar a Cerebus a aceptar retroceder varios casilleros (movida que algunos fans no bancaron, impacientes) con una jugarreta: lo emborracha, lo droga y lo hace casarse con Red Sophia, otro personaje que regresa de los primeros capítulos, y lo fuerza a cumplir con su voluntad a cambio de un futuro divorcio de ese personaje antaño insoportable.
Acá hago un párate acá porque ocurre algo muy interesante. En los primeros encuentros de Cerebus y Sophia, había algo muy marcado: Cerebus no siente atracción sexual por ella. Era ambiguo si era porque era un dibujito que solo podía pensar en pelear o por si solo le atraían, no sé, las cerdas hormigueras (?). Bastantes chistes se basaban en que ella quería seducirlo y a él le chupaba un huevo (¡y hasta se burlaba de otros por tener líbido!). Pero ese era el Cerebus “salvaje”, digamos. En “Alta Sociedad”, de pronto, Cerebus mamó de la alcurnia de los chetos, obtuvo poder económico y político por sobre otros y se acostumbró a un mejor estilo de vida. Como dije en mi análisis anterior, Astoria lo domesticó, lo volvió demasiado humano, y es probable que esa domesticación incluyera la atracción sexual, esa debilidad que ahora viene a cagarle la vida. Una vez casado con Sophia, la serie empieza a tener chistes de sexo en la pareja, y ella hasta plantea, con mucho ojo, que se permite tener esto que siempre tuvo reprimido justamente porque está casado, porque es un “tarimita ortodoxo” que tenía que estar virgen hasta el matrimonio y que solo puede coger dentro de este. Esto, como ya es mantra decir, va a ser importante más tarde.
Este segundo ministrado de Cerebus no dura mucho, por suerte, porque tensiones entre Weisshaupt y la iglesia tarimista (la principal de este mundo, mas no la única) acaban por hacer que se dé una transferencia. De ser marioneta de Weisshaupt, Cerebus ahora le sirve más a la iglesia como uno de los dos papas, como instrumento eclesiástico popular para controlar a las masas en medio de un quilombo social. Pero acá está la magia, el ingenio, la maravilla de los guiones de Sim: Cerebus, harto de ser usado por todos, habiendo aprendido de sus experiencias en el arco anterior, aprovecha el último momento de libertad que iba a tener, caga a sus dos dueños, se pone una sede en un hotel en la ciudad baja (ojo con ese contraste con el arco anterior) y decide que va a gobernar como papa desde ahí.
Toda la serie hasta ahora es un gran tratado sobre las relaciones humanas y sobre el poder. Cerebus, cuya gran búsqueda siempre es el control sobre los demás, el poder sobre todos, intentó alcanzarlo a través de la fuerza (en el primer arco, siendo un bárbaro mercenario que solo lucha contra cada enemigo que se cruza) y del poder político (usando contactos, estrategias, ganando elecciones, tomando decisiones y dando órdenes), pero nada le funcionó. Siempre, el libre albedrío y los juegos de los demás (usualmente más inteligentes que él) lo terminaron cagando. Cerebus tiene a su favor que es increíblemente sencillo y enfocado, pero simplemente es demasiado manipulable y predecible. Al avivarse un poco y cagarle la jugada a los demás, empieza su nuevo reinado, esta vez utilizando un poder que cree absoluto: el poder religioso.
Todos tienen que hacerle caso al papa, no hay opción. La gente lo adora y reverencia porque sigue la doctrina que supuestamente lo avala. Encima es un líder popular, conocido, reconocible y con buena labia para los discursos movilizadores. Atrincherado en su hotel, se dispone a hacer que toda la gente le haga caso, y arranca por una orden tan ridícula como compleja: quiere que le den todo el oro.
Pero antes de avanzar con eso, es importante ver qué ocurría en el mundo real. Deni y Dave se separan en agosto del 1983 y parten caminos comercialmente, dejando a Sim con Cerebus y a Deni en su nueva editorial, Renegade Press, con todo lo demás. En medio de todo ese quilombo, se suma al equipo Gerhard, un dibujante y fotógrafo canadiense fantástico, en el #65. La aparición de Gerhard marca un hito en la serie, porque de pronto Sim puede enfocarse en pensar la historia, dibujar personajes y rotular (o sea, todo lo que le sale bien) y deja que este nuevo colaborador se encargue de dibujar objetos, fondos, paisajes, escenarios (o sea, todo lo que a Sim le cuesta), potenciando la calidad visual del cómic y elevándolo infinitamente. En los primeros capítulos se nota un poco dura esa sinergia, y podés distinguir bastante quién hizo qué en la página; pero al toque aflojan los dos, encuentran un ritmo de trabajo fantástico y el cómic simplemente sube muchos casilleros en el aspecto visual casi de la noche a la mañana.
Rompiendo todos los techos que podía imponerse y con la voz corriéndose de que ahora Cerebus es no solo interesante sino también visualmente atractivo, avanza la trama. En el tercer “libro”, Cerebus afirma que se viene el fin del mundo a menos que le den todo el oro en Iest. Empieza a notarse cómo lo que ocurre en la vida real influencia el cómic. Por ejemplo, cómo en los meses previos a la separación de Loubert y Sim hay varias tramas de peleas de parejas (en la saga de la Duquesa, o entre Sophia y Cerebus) y, tres números después de la salida de Deni, Sophia abandona a Cerebus.
También reaparece Jaka, el personaje más emblemático de la serie, que esta vez viene con la noticia de que está no solo casada, sino que también embarazada. Ahora que Cerebus tiene finalmente el poder y el control, que no es una marioneta de otros y que puede darle lo que quiere, otra vez siempre ocurre algo que evita que pueda concretar esa no-relación que tiene con el único personaje que lo conoció y lo bancó en todas sus etapas. Cerebus está dispuesto a dejarlo todo por ella, pero aun así, es imposible.
Mientras tanto, sigue siendo el papa, sigue dando grandes discursos instando a todos a que entreguen su oro, sigue insistiendo con que se acerca el fin del mundo (algo que todos a su alrededor le recomiendan que no haga, ya que, cuando el mundo no acabe, va a perder toda credibilidad). En el medio, su consejero Mac Muffin, el único aliado fiel que le queda de su primer ministrado, le tira la idea de que mande a todos los pobres como carne de cañón para conquistar tierras enemigas, y lo que no pudo conseguir como líder político lo consigue como líder religioso, a costa de la muerte de cientas, miles de personas anónimas, y le chupa un huevo.
Por otro lado, hay cosas que no le chupan un huevo. La primera es su propia fe tarimita. Aunque parece por toda esta blasfemia egoísta que a Cerebus le chupa un huevo la religión, la verdad es que, en algún punto, todo esto lo afecta. Vemos que hasta siente terror por el castigo divino que podría sufrir por aprovechar este poder y trata de autoconvencerse de que él realmente es el enviado de Tarim en la Tierra (aunque sabe muy bien que solo tiene este puesto por un maneje político). Tampoco le chupa un huevo Weisshaupt, quien se quedó con la bronca de que lo cagaran e insiste con sus planes aunque tenga que enfrentarse a Cerebus. Es más, casi le gana, pero le da un ACV demasiado conveniente y queda fuera de juego temprano. Su último encuentro con Cerebus, antes de morir, es un capítulo intensísimo, en el que vemos a este personaje, reconstruído totalmente desde su primera aparición, completamente consumido, jugadísimo, aceptando que le tocó una mala mano en este juego. Una final adelantada con un personaje tan bien planteado que sigue teniendo influencia en la serie incluso después de muerto.
El que sí logra bajar a Cerebus (literalmente) es Necross, ahora la mole gigantesca Thrunk, otro personaje de la era pre “Alta Sociedad” que regresa para molestar. Bran Mac Muffin se suicida, Thrunk destruye el hotel, se autoproclama el nuevo papa y lanza a Cerebus a la ciudad aún más baja que la que él estaba, a la base de la Torre Negra completamente derrotado.
Pero, pará… ¿La “Torre Negra”? ¿Y eso? Acá hay un juego narrativo y de construcción del lore muy fino que pude apreciar mejor recién en la relectura. Iest, desde un principio, se plantea como un estado que tiene ciudades “altas” y “bajas”. Esa montaña sobre la que se asienta la ciudad alta cheta (donde está el hotel Regency), a cuya ladera están algunos pueblos (incluyendo donde Cerebus pone su base papal) y en cuya base se encuentra la gente más humilde (donde cae Cerebus al final del libro tres) en realidad no es una montaña en absoluto. En “Alta Sociedad” se muestra, apenas, una extraña superficie natural de piedra con forma de rostros casi humanos, casi demoníacos. Nadie hace referencia a esto entonces, y todos lo toman como natural. Recién cerca del final de “Iglesia y Estado” se plantea al pasar la idea de que la Torre Negra, esta construcción diabólica sobre la que se asienta un estado entero, tiene cierta mística arriba, como la torre que representa los pecados de la humanidad y que Tarim rompió (dejando su forma plana arriba) para “purificar” el mundo. Recién cuando Cerebus cae hasta el fondo es que empiezan a mostrarse planos de lejos (y ahora está Gerhard para ilustrarlos en toda su gloria) y vemos realmente esta construcción tremenda en la que se estuvo sosteniendo toda la trama hasta ahora (por supuesto, en los primeros capítulos ya habíamos leído sobre un “culto de la Torre Negra”, porque acá todo se construye con mucha ventaja).
El libro cuatro es todo el ascenso de Cerebus para recuperar, de nuevo, su poder. Un ascenso literal, porque se trata de Cerebus escalando por estos rostros de piedra para derrotar a Thrunk. Acá es donde la trama agarra velocidad y prácticamente no para hasta el final de toda esta historia. La subida, mechada con un nuevo arco de la Cucaracha (ahora Spider-Roach de traje negro, una mezcla de parodia de las Secret Wars de Marvel con el contemporáneo Dark Knight Returns de Frank Miller), se torna más y más difícil, más y más épica, coincide con el regreso de Astoria a la trama, y cierra con la llegada victoriosa de Cerebus, que aprovecha un elemento de la trama que le dejó Weisshaupt para bajar al Goliat que lo quiso cagar. Con este Cerebus ya no se jode.
En el libro cinco, la trama avanza con un giro inesperadísimo: el otro papa, “el león de Cerrea”, fue aparentemente asesinado por Astoria. Cerebus, ahora como el único papa y máximo líder del Tarimismo, en el epítome de sus poderes, tiene que ser su interrogador, juez… y verdugo. Y por si fuera poco, en paralelo, muchas ideas etéreas y oníricas de la serie cobran sentido en la idea de “la ascención final”, un evento cósmico en el que la Torre Negra va a empezar a crecer, arrasar con todo a su paso, y llegar hasta el Cielo, supuestamente hasta Tarim, y el que esté arriba de todo cuando ocurra va a poder tocar a Dios, comprender las verdades sobre este mundo y salvarlo definitivamente. Cerebus, por supuesto, decide que debe ser él quien triunfe en la ascensión final, y la trama se sale de control. La tensión no se detiene en ningún capítulo, las revelaciones y la manija aumentan, la narrativa está más ágil que nunca y a mí no me entra en la cabeza cómo era posible leer esta serie de a 20 páginas por mes cuando un tomo de 600 se te deshace entre las manos en este arco.
La interrogación de Astoria es una de las partes más polémicas de “Iglesia y Estado” y quizás de toda la serie, principalmente porque en estas páginas Cerebus viola a Astoria. Esto solo ocurre, como una resolución a la tensión que estos personajes vienen cargando a lo largo de toda la serie. Narrativamente tiene sentido, pero eso no le quita la polémica de… por qué hacer una narrativa en la que eso tenga sentido. Sim dibuja la escena ligeramente ambigua, planteando un consentimiento de Astoria pero que luego Cerebus sobrepasa. Sin embargo, afirma que él mismo lo considera violación, a diferencia de muchos de sus lectores hombres. En un editorial, pide que sus lectoras mujeres le manden cartas opinando al respecto, y en el #102 las imprime sin responder (entre esas cartas se incluye una de Trina Robbins, prócer en el mundo del cómic estadounidense).
Todo esto, potenciado por el editorial del #96 (en el que se autodenomina un “masculinista” —sic—, dice que viene a “molestar feministas”, llama al feminismo un “movimiento” así, entre comillas, y cuenta una anécdota de cómo una vez fue a un bar y una mina lo sacó a bailar sin su consentimiento —?— para intentar argumentar todo esto), empieza a caldear algo que ya se venía sintiendo en la serie y era la profunda misoginia del propio Dave Sim que veníamos adelantando. Como dije en la primera de estas notas, la misoginia en Cerebus es interseccional. Atraviesa a su autor, a su obra, a los temas que trata. Es inseparable de la historieta porque hace a la historieta.
El gran foco de la rama final de “Iglesia y Estado” es hasta teológico, con Cerebus argumentando a favor de su tarimismo, la religión mayoritaria, con dios masculino, donde las mujeres “cocinan, limpian, tienen hijos”; mientras que Astoria, excirinista (un “facismo matriarcal”), fundadora del kevillismo (una suerte de feminismo basado en la autonomía de las mujeres y el aborto como gran punto de diferencia con el cirinismo, donde las madres son el centro de la sociedad), insiste en su terimismo (la creencia en Terim, una diosa creadora). Sim plantea una suerte de “equilibrio” entre el patriarcado y el matriarcado, como si fuera una rueda que va cambiando quién está arriba, con estos dos personajes como los ecos de un ciclo interminable. Narrativamente, por supuesto, es tremendo, épico, bien ejecutado. Pero en todo lo otro, en su reflejo en el mundo real, se siente un poco estúpido. Seguramente, para la época, era hasta revolucionaria una historieta tan profunda, tan comprometida, que base todo su conflicto en las diferencias de género. Desde el presente, es un poco patético, lo cual es una pena porque la historieta está tremenda.
Los capítulos #99 y #100 son de los más reveladores e impactantes de toda la serie hasta ahora, completamente insoltables de tapa a tapa. Sim pela todos sus poderes de guionista acá, mostrando el juicio a Astoria como una puerta al pasado, mostrando a ambos personajes entendiendo su lugar en la Historia y cómo son casi marionetas de su propio destino. Y cuando la tensión está que no puede más, arranca la ascensión final.
Los últimos dos libros (“La ascensión final” y “Caminando sobre la Luna”) son, simplemente, espectaculares. El primer capítulo de la ascensión, narrado en páginas dobles con texto en prosa que van girando junto al libro y la torre, lo tienen a Gerhard de protagonista, haciendo su trabajo más impactante hasta el momento. Y, cuando la ascensión concluye y Cerebus, de alguna forma llega al Cielo (bah, en realidad, la Luna), Sim finalmente escribe todo lo que se venía guardando los últimos diez años.
En la Luna, un tipo de traje simpático, el Juez, le explica a Cerebus la verdad sobre Tarim, Terim y su propio destino. Es demasiado largo y complejo, y claramente Sim lo cuenta mejor, pero estos capítulos, profundísimos, de pura charla y escenarios cósmicos de Gerhard, son indescriptibles. Casi sobrepasa a la historieta y se vuelve mitología. No existe nada parecido con ese nivel de construcción y de recompensa narrativa. Estos últimos capítulos ni siquiera tienen portadas con dibujos de Sim, solo con fotografías editadas de la Luna y el espacio sacadas por Gerhard (excepto la del 110, que es una mojada de oreja a Marvel y su “cease and desist”), complementando el aura cósmica de este libro final.
En el último capítulo, el arco termina con la conclusión más desoladora posible: Cerebus alcanza la verdad del universo, pero no solo es insatisfactoria (porque no le otorga ningún poder que le sirva), sino que encima el Juez, que sabe todo lo que ocurrió y que va a ocurrir, le explica que él nunca va a conquistar el mundo, que nunca va a obtener esto que busca; que va a morir solo, poco tiempo después; solo, sin nadie que lo llore ni nadie que lo ame. Y, ojo, que no se puede quejar, que este destino se lo tiene bien ganado por lo que le hizo a Astoria.
(Y, por las dudas, también agrega que, miles de años después, cuando Estarcion alcance el mundo moderno de los lectores, el mundo va a ser destruido por una supernova provocada por algún conflicto internacional en el que Cerebus no va a tener nada que ver).
De vuelta en la Tierra, sabiendo lo fútil de su existencia, descubre que lo perdió todo. Todo su poder, todo su oro, todas sus estrategias, a manos de un golpe de estado cirinista y la pérdida de su influencia sobre la gente. Todo lo que logró construir, absolutamente todo, cae. Fin.
Este final, según Sim, fue poco apreciado en su momento. Una de las sagas más extensas mejor planeadas y ejecutadas del cómic norteamericano de la época llega a su épico final y parecía que a la gente le importaba más el nuevo traje de Spider-Man. A los pocos fans que sí lo bancan les cuesta mucho articular lo bueno que les parece la conclusión en las cartas, pero se promedia la sensación de que se está leyendo algo que entra en otra categoría de historieta, más emparejado con lo que estaba pasando en Saga of the Swamp Thing, Zot! o Love & Rockets que con lo que de hecho vendía en la época. Es precursor de Sandman en el sentido de una narrativa a larga escala así de bien construida y personal, pero sin la fama del Rey de los Sueños.
En el medio, más cosas ocurren que afectan la vida de Sim (y, por lo tanto, la producción de Cerebus): en 1985 gana el premio Kirby a “mejor cómic en blanco y negro” (y, en un editorial, agradece que DC no publique la contemporánea Saga of the Swamp Thing en blanco y negro, porque, si no, no tendría ninguna oportunidad). Ese premio le da mucha visibilidad en el ámbito mainstream, lo cual populariza los conflictos de Sim con las grandes editoriales y ahora también con las distribuidoras estadounidenses, porque se pelea muy ruidosamente con Diamond a raíz de los derechos de distribución de las ediciones recopilatorias (conflicto que también tiene con las comiquerías). Y ahí hay otra cosa interesante que hace Cerebus: es pionera en la importancia de las recopilaciones (primero en grandes issues triples y luego en TPBs enormes) para no dejar afuera a los lectores que se van sumando. Y como no se puede nacer sin romper un mundo, esas movidas y sus aplicaciones prácticas le causan problemas con todo el mundo.
Y eso que no estoy contando la “Declaración de independencia”, un texto casi seminal de Sim que se publica en la Comic Journal #105 de 1986 y que pone en piedra las intenciones del autor de cara a su lucha por los derechos de los autores de historietas. Por toooodo esto, pienso que es casi esencial que, si algún día esta serie se reedita, lo haga con una línea de tiempo de eventos paralelos a su publicación en el mundo real y muuuucho material complementario.1 La serie no se publicó en un vacío, y es mucho más interesante de consumir en su contexto.
Como una rara avis, Cerebus se configura como el ejemplo extremo de algo que no debería haber existido en la escala en la que existió. Y, sin embargo, lo hizo.
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