Bienvenidos a la última entrega de Oficio al Medio del 2024. Cada semana, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En este nuevo contacto, Gonza y Matías despiden el año comentando lo mejor (o no) que les dejó este 2024.
PERO ANTES: Gracias a todos los que bancaron la preventa de nuestro segundo libro, que de momento sigue hasta el fin de la próxima semana. Sin ustedes, ninguna de estas locuras tendría sentido alguno. Calculamos que, más allá de la pesadez de los últimos días del año, pronto todos tendrán su ejemplar precomprado, y aquellos que directamente prefieran esperar a la venta habitual, estén alerta a su comiquería de confianza. Pronto anunciaremos la presentación.
Y ADEMÁS: Esta es la última entrega de O/2 del año. Los próximos meses serán de descanso y lectura, pero seguramente algo caerá para no perder el ritmo, además de que iremos informando del avance de nuestro nuevo libro. Las entregas regulares volverán en marzo de 2025, para que no nos extrañen demasiado.
El perro no sabe que es Navidad
Por Matías Mir
Es de noche y estás intentando volver a tu casa cuando doblás en una esquina equivocada y una figura poco definida salta de entre las sombras y te dice: “¡Felices fiestas!”, y vos la mirás aterrado, con la mano ya agarrando el gas pimienta, y pensás: “De qué carajo está hablando si estamos en septiembre”, pero no, estamos en el último mes del 2024 y no tenés ni un regalo, ni un balance, y todavía estás procesando la victoria electoral el año pasado de la derecha más patética y cínica , y te preguntás si los meses existen, qué significa exactamente el “fin de año”, y te acordás la frase de Nietzsche que dice algo así como que el árbol siempre está creciendo, que cada instante es una cosa distinta a la que nosotros resumimos como “árbol” porque no somos capaces de percibir su movimiento universal y atómico constante; o más cercano, ese tuit sobre el perro que abandonan en Navidad que suena como la cosa más triste del mundo hasta que te acordás que el perro no tiene forma de saber que es Navidad.
Todo eso para decir que es difícil para mí hablar de “lo mejor del año” porque “el año” es una quimera ahora mismo, y es difícil interpretar el arte como un fiel reflejo de la realidad en la que es concebido cuando esa realidad se me hace difusa. El problema es puramente temporal, por suerte, porque puede que me olvide dónde estoy parado, pero nunca me olvido de una buena historieta.
Todos los difusores te van a mencionar las cosas obvias. La rebelión: Historias del Cordobazo y Jeny y el post-mundo son los títulos que encabezan todas las listas, y con justa razón. Son dos libros tremendos que se hicieron un lugar en el público lector a fuerza de buena calidad, buen timing y buena prensa. También va a ser inevitable hablar de la quinta entrega de Dora (y nosotros no fuimos menos), esa verdadera saga histórica que acumula cada vez más adeptos por sus personajes simpáticos y su dibujo detallista y ridículamente técnico; o de Efecto Malena, la novela gráfica cuatro años in the making que se recopiló este año a fuerza del apoyo de sus lectores digitales, la manija por estar acercándonos a una genialidad impresa y un poco de cábala comiquera (y, de nuevo, ahí estuvimos).
Pero todos esos son libros obvios, gemas expuestas, aspiradoras de premios. Hablemos de otros menos difundidos, más extraños.
Como Domingo a la tarde, de Camila Torre Notari, una historia hermosa y divertidísima acerca de las idas y vueltas de una familia del conurbano bonaerense que gana tantos puntos de simpatía que no podés evitar leerla con una sonrisa en el rostro.
Como Antídoto, de la dupla siempre cumplidora de Alejandro Farías y Marcos Vergara, un roadtrip animal que, con colores limitados, crea un mundo de ciencia ficción enorme y lo llena con persecuciones, viajes de droga, chicos muertos, tortura y dos bandos debatiéndose quién va a destruir el mundo. Sería terriblemente deprimente si no fuera tan entretenido y se viera tan bien. Mejor que una película animada, una historieta que se mueve cuando la leés.
Como Azul, de Martina Trach y Nicolás Schuff, una historia chiquita y tranquila, esencialmente una anécdota fantástica, pero que desde el estilo de dibujo fino y la paleta reducida la descose en la puesta en página. Es un relato que se va desenvolviendo con mucha sutileza y que no deja de sorprender en lo narrativo hasta la última página.
Algo que vale la pena resaltar de este año es la cantidad de pequeños eventos y ferias que siguió habiendo. No porque fueran más que otros años (no tengo forma de saberlo) sino porque se mantuvieron a pesar del contexto socioeconómico deplorable. En esa línea, sigo encontrando pequeñas producciones, fanzines, autoediciones, webcómics copados que vale la pena resaltar para salir a cazar. Y van:
Pestilencia (Lana Liz): El capítulo cero de esta historia me pareció el mejor fanzine del año pasado, por lejos, y en la Crack Bang Boom del 2024 encontré ahora sí su "capítulo 1", ¡y me vengo a enterar que se publicó en digital hasta el capítulo 2! Postapocalipsis, mutantes, perros e historietas con un estilo muy ganchero, no puede fallar.
Sundari (Facundo Nehuén López): Esta obra que salió en inglés por MangaPlus y en español por Webcómic Mutante (y que se consiguió este año en unas hermosas revistitas) no es normal. La ambición del relato, una épica enmarcada en los cánones de la cosmología budista, y lo profesional del trazo lo vuelven una historieta con muchísimo para ofrecer en los tres capítulos que sacó hasta ahora.
El puente (JHC): Ya hemos hablado en alguna ocasión del curioso caso de Distancia, la historieta de trescientas páginas publicada por dos desconocidos, que salió de la nada, que tiene el tupé de ser una "parte uno" y encima está buena. Más curioso aún es que, mientras esperamos la "parte dos", su guionista, Jonatan Catalano, se lanzó como autor integral con una historia corta (“corta” para alguien que debutó con trescientas páginas, así que algo cercano a las cien) acerca de un espíritu alegre que custodia un puente al que la gente va a suicidarse. Un relato curioso que entretiene y abre el abanico narrativo de este autor emergente.
Splash de Flash (Juanungo y Boom Boom Kid): En algún momento del año se reimprimió este fanzine que me había pasado absolutamente desapercibido, y eso que soy un completista del autor ahora conocido como Juanungo. Esta risografía demoledora tiene la estructura de un libro álbum híbrido entre la historieta y el relato ilustrado, y recopila textos del músico. No es la clase de historieta que encontrás sino de las que te encuentran a vos, pero si quieren hacer el intento, la imprimió Estudio Mafia.
Y también, sin dudas, este fue el año de los rescates, las reediciones, el regreso de la historieta del pasado al detonado mercado del presente. Si sos un coleccionista enfermizo de gente como Lucho Olivera, Eduardo Mazzitelli, Walter Slavich, Horacio Lalia y, sobre todo, Enrique Breccia, en el 2024 tus sueños se hicieron realidad. Un poco tiene que ver con la labor de editoriales como Historieta Revólver, o la flamante colección de esenciales multicolores de Loco Rabia, pero la realidad es que el peso de esta revolución rescatista se lo lleva Deux, que alcanzó la forma definitiva que siempre debió haber tenido y solo sigue y sigue imprimiendo libros como si la coyuntura no existiera, y nadie parece querer quedarse afuera. De algunos de los mejores ya escribimos en este espacio, como Los enigmas del P.A.M.I. (Carlos Trillo y Enrique Breccia), o Frank Momo: Detective del Caribe (Juanungo y Pablo Zweig), o Matar al Tirano (Minaverry), o Buscavidas (Carlos Trillo y Alberto Breccia). Por fuera de esos, algunos de mis rescates favoritos de este año:
Saichann: La palabra "rescate" se inventó para libros como este. ¿Quién es este tipo? ¿De dónde salió? Estas historias totalmente dispares, con distintos guionistas, parecen dibujadas por tu artista claroscuro favorito en su mejor momento. Solano López, Marotto, Risso, el que se te ocurra, hay algo de todos ellos acá.
Julio César (Ricardo Ferrari y Eduardo Risso): Este particularmente me gusta por un detalle genial: La edición de Puro Comic hace todo lo posible por purgar lo peor de Columba de la historieta (el coloreado horrendo, el rotulado ilegible, lo disperso de la obra) y lo enmarca con un par de textos teóricos para que no haya excusa para disfrutar una de las primeras grandes obras de Risso, quien ya estaba presumiendo a fines de los ochenta su estilo tan característico.
Big Rag (Carlos Albiac y Oswal): Hoy podés ir a una librería y comprar este libro, y eso ya es una victoria. De los dos rescates que hizo Deux este año de la obra de Oswal, este es el más impresionante, el extraordinario. Imaginate Corto Maltés pero si el Corto fuera jazzista. Lo que hace Oswal en estas páginas no tiene sentido, es historieta improvisada, música gráfica, honestamente divertida de estar leyendo solo por el ritmo que maneja. Y está ahí, existe, podés leerlo y ser mejor persona.
Costó, pero al final me acordaba bastante. Y eso que dejé afuera un montón de cosas, como que este año terminó por todo lo alto Mega, la cinemática trilogía de kaijus de Salvador Sanz; o que Dani Ruggieri empezó a extender su Lugano-verso con El otro lago; o que Gustavo Sala sacó una novela gráfica digital bizarrísima; o que Scafati se mandó a hacer una historieta experimental de largo alcance; o que salió una antología de Carlos Dearmas;1 o que finalmente se editó en libro Roma & Lynch, una de mis historietas perdidas favoritas de Fierro; o que se rescató Chicanos, o Don Nicola, o Viejos Canallas, o...
En fin, que si te gusta la historieta, parece que fue Navidad todo el año. Pero uno, como el perro, no tiene forma de enterarse.
Sé lo que leí el año pasado
Por Gonzalo Ruiz
Mi idea de balance es muy distinta a la que muchos hacen, porque (esto podrá ser virtud o error, depende el momento en que lo piense) no me dedico mucho o fuerte a investigar o difundir el presente. No porque piense que todo tiempo pasado fue mejor; de hecho pasan cosas muy lindas en el mundo de la historieta reciente, incluso dentro de un contexto desolador. Pero sí es cierto que elijo prestarle más atención al pasado, sea por modernas ediciones nacionales de material de antaño, o porque parte de mi labor periodística me “obliga” a chusmear alrededor de los márgenes, a ver las notas al pie de las notas al pie para descubrir algo nuevo. Parte de lo que hacemos con Mati en Oficio al Medio no es solamente bancar lo nuevo, sino poner la lupa en lo viejo, en lo que nos define como lectores, no solo a título personal sino también con lo que buscamos como colectivo difusor manejado por dos personas.
Hay, sin embargo, grandes cómics del año. Algunos de ellos quizás sean “obvios” porque los mencionamos con Mati a lo largo de los correos enviados en estos doce meses que están por terminar.
Tal vez lo mejor que me pasó, entrando en tiempo de descuento, es ¡Odio desatado! (Hate revisited! su título original), el regreso en formato miniserie de 4 issues de los personajes más gloriosos de Peter Bagge, editada originalmente por Fantagraphics y recopilada por La Cúpula, adelantándose al trade paperback yanqui con un tomo de lujo, gran tamaño y con una traducción deliciosa de Hernán Migoya, cerrándose así un círculo debido al rol de Migoya para que Hate llegara y triunfara en tierras españolas. Más de treinta años después, la irreverencia sigue presente y fresca, y obviamente no desentona en estos tiempos tan revulsivos, ya hablando a nivel global.
El tiempo pasó (aunque Peter elige dibujar a Buddy y Lisa de la misma forma que en los 90, aunque el resto de los personajes están notoriamente envejecidos) y la parejita grunge por excelencia cruza el río de los 40 con ciertos intentos de dignidad obviamente poco logrados, o al menos en el caso de Buddy, que sigue siendo una bola sin manija que lidia a su manera con los problemas. Es decir, que todo siga su curso sin intervenir en lo más mínimo, incluso con el barco hundido y con el agua tocándole la pera. Son historias mínimas, con la misma chispa de gracia de siempre, pero donde aprovecha, al jugar con dos tiempos (historias ambientadas en los 80 en blanco y negro, mientras que las del presente están en full color) para conocer todavía más al mítico cast. Es increíble cómo la empatía o el cariño que sentimos por personajes que conocemos de antaño sigue ahí, intacta. La mano mágica del maestro sigue después de mucho tiempo, y esto es para celebrar.
Acá también pasó de todo. No puedo dejar de recomendar historietas que ya fueron comentadas como el quinto volúmen de Dora (y encima podemos celebrar que, gracias una edición integral, se pueden conseguir los primeros dos libros, que hace rato estaban fuera de circulación), Efecto Malena o El otro lago.
También me fascinó mucho El cantar del pródigo y el insomne (Bertá y Burman, editan los cordobeses de Viajero del Alba), un gran cómic de malevaje ocultista. Me gustan mucho las historias cuyos protagonistas no se pueden encasillar en un binarismo de buenos y/o malos. Acá todos están mal en distintos grados. La aparición de una Salamanca altera la tranquilidad de una pulpería ubicada en un pueblito norteño perdido, y a partir de ahí, las cosas se van barranca abajo. Lo dicho: ocultismo criollo (un género que quizá se debería explorar más, con el nivel de leyendas que poseemos) con personajes interesantes, más allá que respondan a su propia agenda. La empatía pasa por otro lado y es así como uno se termina enganchando. Encima, el dibujo de Pablo Burman, expresionista, grotesco, con diversos registros para resaltar ciertas escenas, hace que todo el ambiente fantasioso sea tangible. Te dan ganas de ver la obra a color, más allá de una escala de grises más que correcta y que funciona a la perfección.
Y podría hablar del alto nivel de rescates editoriales que tuvimos (aunque, de nuevo, sería repetirme porque hablé de varios, algunos ya enlistados por Matías acá arriba). Pero quiero detenerme más en algo que, tangencialmente, toca el rescate: la selección del material foráneo realizado por nuestras editoriales. Me da mucha envidia ese aspecto del mercado español, donde prácticamente editan cualquier cosa, y encima sus consumidores están orgullosos de la selección y la forma de edición (yo no soy fan del hardcover, pero allá ellos). Acá hay todavía un Boca-River entre bancar ediciones locales y atenerse a leer en su idioma original (un axioma bastante mentiroso, porque dudo que muchos lean manga en japonés), una postura francamente idiota porque no ayuda a que las editoriales crezcan en más de un aspecto. Sé leer inglés y un pelín de italiano, lo suficiente como para entender qué dicen. Pero me hace feliz ver que en las bibliotecas de las comiquerías uno pueda acceder fácilmente a grandes obras modernas (y no tanto) en nuestro idioma. Después podemos discutir si estamos a favor o no de traducciones “neutras” o “rioplatenses” (soy fan de la segunda), pero me parece un avance imperioso el de tener igual de historietas nacionales y extranjeras en una librería.
Asumo que muchos otakus conocieron a Hotel de las Ideas debido a su edición de Demencia 21 de Shintaro Kago. Yo tengo decir que me alegraron mucho sus propuestas de editar Pulp (Brubaker y Phillips, editado originalmente en 2020 por Image), una locura compacta (72 páginas, corta pero contundente; aunque me haya bajado el libro en menos de una hora, el impacto me duró y esto a veces no me pasa con libros de 300 o 400 páginas) que trata sobre el deber ser en medio de un contexto tan agitado como la aparición del partido nacionalsocialista en Estados Unidos. Todo esto protagonizado por un “paperback writer” encargado de hacer historias de western que cada vez captan menos público. De la misma editorial, aunque todavía no leí, está el primer integral de Saint Elme (Lehman y Peeters, cinco álbumes publicados entre 2020 a 2024). Confío en varias críticas que leí que será una bomba y no descarto comentarlo a nuestro regreso. En el mismo carril, festejé la edición de Röd i Snön (Linhart, 2023) que hizo Loco Rabia, y Q de Santiago Musetti (rescatado por Historieteca, una gloria que leí de casualidad hace mil años y que, finalmente y con justicia, se consigue). De a poco se van tachando pendientes de nuestras bibliotecas y llegará el día en que podamos tener ediciones de material underground yanqui o europeo sin tener que esperar a que se conviertan en mainstream.
Pero sin duda lo mejor que me pasó este año fue empezar a leer Hellblazer gracias a Ovni Press.
El primer tomo, Hábitos peligrosos, se publicó tímidamente a mediados del 2023, sin una intención de continuidad aparente. Pero a lo largo de este 2024 agonizante, aparecieron otros cuatro tomos (tomazos) con la clara idea de publicar todo lo escrito por Garth Ennis. ¿Cómo te das cuenta que una historia está bien hecha? Cuando, sabiendo como termina el statu quo del personaje al que le va a pasar algo muy jodido y casi ineludible, todo lo que pasa en el medio, el viaje, sorprende de igual manera. Porque sí, todos sabemos que a John Constantine no lo mató el cáncer, ¿pero como zafó de un cuadro terminal? Ahí es donde la rompe Ennis, un guionista que nunca estuvo entre mis favoritos pero del que puedo reconocer sus virtudes. No solo porque sabe cómo sazonar la actitud del Hellblazer en los momentos intimistas y conmovedores (todavía no supero la ruptura de Kit, a mitad del cuarto tomo, Miedo y odio), donde sabe en qué momento tiene que explotar la mala leche y porque sabe meter tensión en los combate discursivos. Magia e introspección, caos y creación. Y una forma ácida y escandalosa de saber enfrentar una vida signada por el terror. Y está todo tan bien hecho que podés surfear dibujantes polémicos (yo lo banco a Will Simpson, y eso que lo reemplaza un Steve Dillon que, incluso sin todos sus poderes prendidos, no deja de ser un genio).
¿Puede un cómic publicado a finales de los ochenta ser la mejor lectura del 2024? Sí. Todo gracias a tener una edición vernácula, bien cuidada (llorar por el tamaño atrasa décadas, muchachos) y que, sin prometer editar los 300 números totales, al menos te deja todo armado para que después, sigan ellos u otros, uno pueda tener una idea abarcativa de quién es el personaje y, sobre todo, qué quiso contar su autor cuando lo tuvo en su poder. Y todo esto gracias a que elegí apostar por una edición argentina.
Hagan lo mismo y sean felices.
Feliz 2025 para quien corresponda. Sigan leyendo historietas: es todo lo que nos queda.
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¡Nos leemos!
Quien hace la espectacular tapa de nuestro flamante nuevo libro de recopilación de ensayos.
Un alegrón y un honor la mención de "El cantar..." ¡¡Muchas gracias!!
Ahora sí, al día con la lectura de los acumulados de Oficio al Medio. Muy buen cierre, me anoto lo que corresponde y les agradezco por la mención de Sundari, y reitero que fue un gusto conocerlos en persona muchachos! Abrazo grande y buen año.