Bienvenidos a una nueva entrega de Oficio al Medio, un newsletter sobre historietas. Cada quince días, Gonzalo Ruiz y Matías Mir analizan algún cómic o alguna temática relacionada al mundo de las historietas, buscando repensar sus lecturas y conectar con otros fanáticos. En esta entrega, Gonzalo vuelve después de una excesiva ausencia y Mati insiste con Alberto Breccia, porque no sabe hacer otra cosa.
Los héroes están cansados: El dibujado, la historieta perdida de Sasturain y Breccia
Por Matías Mir
No voy a pedir perdón por insistir con Breccia, pero sí excusarme: toda esta entrega es casi una nota al pie de la anterior, una rareza que encontré en mi investigación sobre los últimos años de producción del Viejo pero que nada tenía que ver con Informe sobre ciegos, así que quedó pospuesta una quincena. Hoy, seguimos.
La cosa es así: es 1985 y Juan Sasturain y Alberto Breccia acaban de terminar “El alma de la ciudad”, la segunda historia de Perramus, su icónica colaboración. A la serie no le iba tan bien en Europa como esperaban los autores, y el Viejo le pide entonces a Sasturain que le invente otro proyecto, algo más tradicional, para presentar a los editores. Surge la idea de hacer una aventura, y si hay que hacer una aventura con Breccia, la sombra de Oesterheld es ineludible. Por qué, entonces, no hacer una aventura oesterheldiana, se pregunta Sasturain; un homenaje a H.G.O. y a su obra en colaboración con Breccia. De esas idas y vueltas nace El dibujado. O, al menos, se concibe, porque “nacer” implica otras cosas para los personajes de historieta. Ser publicados, por ejemplo.
En base a unos supuestos bocetos de Alberto de un personaje nunca desarrollado, Sasturain empieza a cebarse y armar un entramado metanarrativo. El protagonista sería este tipo, Juan Deveras, un personaje inédito de Oesterheld y Breccia. Pero en vez de producir sus “historias jamás contadas”, el guionista lo vuelve un personaje que cobra vida, que se mete en la realidad e interactúa con un editor de historietas, Diego Franco. Diego es fan de Oesterheld, tiene una revista llamada El mano, da disertaciones sobre la vida y obra de H.G.O. y, por lo tanto, es el indicado para ayudar a unos personajes de historieta perdidos en nuestro mundo.
Primero aparece el Esqueleto, un personaje menor de Mort Cinder. Después, en una conferencia, un desconocido le hace una pregunta (“¿No cree que existen personajes frustrados porque no se les dio posibilidades de desarrollo?”) y resulta que es nada menos que el Dr. Morgue, un concepto publicado en la Hora Cero Extra #10 (1959) que efectivamente no pasó de un episodio, sin chance de desarrollarse.12
Ya cuando aparecen los siniestros Ojos de Plomo de Mort Cinder, la tensión se vuelve insostenible, y Diego termina llegando a la casa de Juan Salvo en Vicente López (“Pero este es el chalet de… ¿será posible?”) y los descubre a todos, liderados por el inédito Juan Deveras, quien le revela la verdad: ellos son personajes retirados de la aventura que volvieron para hacerle un favor a Juan, uno que solo pueden hacer personajes de historieta. ¿Y cuál es ese favor? Ahora vemos…
Así concluye la primera entrega de El dibujado, diez páginas que Alberto Breccia dibujó por completo pero no entintó. Por los lápices, se puede ver que iba por un estilo mucho más clásico, detallado, tradicional. En una entrevista para Comix Internacional en 1986, describiría al proyecto como “una historieta potable”, claramente tratando de separarla de sus obras más vanguardistas.
Sin embargo, la cosa no avanzó de ahí. La dupla creativa siguió trabajando en otros proyectos, como sus historias cortas para la revista Crisis (recopilados como Versiones), y, claro, las siguientes dos sagas de Perramus. Y ahí es donde entra en conflicto con El dibujado, porque al final del primer episodio, Juan Deveras explica que su primera misión, la primera aventura de estos personajes, sería recuperar la dentadura profanada de Gardel… que si les suena a un concepto familiar, ¡es porque es la trama del último libro de Perramus! Incluso esta historia se iba a llamar de la misma forma: “Diente por diente”.
Y así, esta historia metaficcional sobre un personaje de historieta inédito quedó ídem. Pero, como en el Opus de Satoshi Kon (el famoso manga meta [sobre el cruce de un autor con sus personajes] que quedó enterrado por la muerte real del mangaka hasta que años después encontraron en un cajón las páginas finales), la historia toma revancha. Las páginas de El dibujado desaparecieron, robadas, junto a muchos otros originales del Viejo, y se consideraban totalmente perdidas hasta que una casualidad hizo que llegaran a ojos de Sasturain de la mano de un vendedor de arte. Este le muestra que tiene un cliente inglés que tiene todas las páginas a la venta, a lo que Sasturain le responde “¿Cómo llegaron ahí? Yo escribí eso”.
Por supuesto, no las compró ni las recuperó, pero hizo algo mucho más divertido: descargó las fotos de los originales, se las pasó a Lucas Nine para que las retocara y las publicó sin ningún tapujo como un suplemento especial de la Fierro #72 (octubre de 2012). Incluyó, además, su propio recuento de los hechos, la entrevista para Comix Internacional, un par de textos alusivos y, lo mejor, algunas viñetas entintadas por artistas familiares y amigos del Viejo: Patricia Breccia, Lito Fernández, Cacho Mandafrina y Félix Saborido. Si la historieta original iba a ser un homenaje a Oesterheld, su rescate es también un homenaje a Breccia, a casi veinte años de su partida.
Para terminar, tres puntas interesantes de las que tirar para seguir el hilo de El dibujado, aunque sea espiritualmente:
Ya Trillo había hecho una idea similar de homenaje a la obra de H.G.O. en Buscavidas. “Caleidoscopio”, la última historia del personaje, publicada en la italiana L’Eternauta #42 en 1984, apenas un año antes que El dibujado, lleva a su personaje protagonista al anticuario de Ezra Winston y lo enfrenta a su compañero inmortal. Alberto Breccia dibuja esta historia y se reencuentra con su propio personaje décadas después, y funciona él como el puente entre pasado y presente para dos historias que hablan mucho sobre eso.
Unos años antes, en 1980, Trillo (de nuevo) le escribiría a Mandafrina una historia corta para el primer número de la Superhumor titulada “Los héroes están cansados”.3 El ahora icónico one-shot muestra a un detective de historieta, “Humphrey Costa”, que está harto de las mismas tramas repetitivas y quiere que lo maten para terminar de una vez. Los editores, implacables, le dicen que sus historias son demasiado buenas como para terminarlas, así que, después de un último caso, Humphrey se tira frente al subte A en la estación Piedras. Sin embargo, cuando van a revisar, debajo de las ruedas solo quedan unas revistas de historietas. Sasturain, por su parte, despierta a los personajes de H.G.O., ya retirados, y los pone de vuelta a laburar en una nueva aventura. No será el último en intentarlo.
Ya en el siglo XXI, Guillermo Saccomanno escribe los guiones de Leopoldo, una tira para el suplemento HN de Télam con dibujos de Mandafrina (de nuevo, sí). La tira trata sobre un vendedor de saldos veterano y un pibe lector de historietas que se adentran en una trama onírica en búsqueda del supuesto capítulo perdido de Mort Cinder, y todo se desenvuelve, una vez más, en un intertexto homenaje a la obra de Oesterheld y Breccia.
Por lo que parece, no podemos soltar a la obra de Oesterheld. Los héroes están cansados, pero siguen volviendo, en forma de homenaje, de viveza criolla, de adaptación multimillonaria. No me quita el sueño que El dibujado no se haya desarrollado, porque es un proyecto al que se le sacó todo el jugo que se pudo. Y además, sirvió para cagar a un inglés tránsfuga. Otra coronación de gloria.
Mary Fleener: Es solo rock and roll, pero ya es mucho para vos.
Por Gonzalo Ruiz
Un título alternativo para este texto bien puede ser “la magia del saldo”, porque esta historieta apareció por arte de magia en una comiquería de microcentro a un precio ridículo si hablamos de un libro editado por Glénat España de 156 páginas y de tamaño europeo. Lo compré hace un par de años, por lo que hoy quizás sea un poco más difícil de encontrar, pero considero que vale la pena el intento. Parte de lo que militamos con Matías en este newsletter es en desafiar nuestros propios criterios y gustos y zambullirnos con las rarezas que nos deparan nuestros queridísimos saldos, cementerios de papel donde la exhumación todavía es legal. Es así como conocí a otra grossa del underground yanqui, Mary Fleener.
Acá ya reivindiqué a Carol Lay y ahora le toca a una contemporánea suya, con la que por supuesto se conocieron y compartieron espacio en la mítica Wimmen's Comix de Trina Robbins. La Lay tenía su antología donde predominaba el delirio y el homenaje mitad respetuoso mitad paródico de las historietas de romance de los 50/60. Mary, por su lado, es un pope del cómic autobiográfico, que justifica y reivindica su reviente juvenil con la ayuda de un estilo cubista de trazo grueso muy impresionante.
A Mary la influenció un artículo del LA Weekly escrito por Matt Groening, un dato no menor siendo que ella publicaría una miniserie en el sello Zongo, la versión underground de Bongo, que publicaba cómics de Los Simpsons en los 90. But I digress…Dicho artículo del bueno de Matt sobre el comix underground motivó a Fleener para lanzarse con sus primeras publicaciones. Comenzaba el derrotero comiquero para esta jóven estudiante de arte, fan de la música y de las fiestas. Justamente de estos tres tópicos (con sus consiguientes subtópicos) habla El alma de la fiesta.4
El alma de la fiesta es un “best of”, publicado en 1996, que incluye justamente un puñado importante de historias cortas que aparecieron en diversas publicaciones, tanto propias como bancadas por editoriales como Drawn & Quarterly. Hay al menos dos hallazgos clave en este libro que hicieron que me enganchara fuerte con algo que no me termina de cerrar tanto como lo es el cómic autobiográfico. Para querer contar tu vida, te tiene que pasar “algo”, y con eso me refiero a algo extraordinario, en el sentido más literal posible. Lo que te pasa un fin de semana por la tarde no es interesante, que hayas ido a Niceto Club no es interesante, que hayas descubierto una vermutería no es interesante.5 Para que cuentes tu vida te tiene que pasar algo, y a Mary Fleener le pasaron muchas cosas.
Al momento de empezar su camino como historietista “autobiographix”, ella estaba rescatada, entonces lo que leemos en las páginas de El alma de la fiesta, al menos en su primera mitad, es a una piba que abrazó el camino del rocanrol, de tocar en bares de lesbianas recontramil puesta con mil rayas de merca… y en ningún momento hay un discurso ni aleccionador, superador o incluso reivindicatorio. Simplemente ella en su juventud que, para horrorizar a sus padres racistas pero absolutamente liberales (hay una historia donde cuenta como ella de chica veía a sus dos viejos alcoholizados con amigos en el mismo estado etílico y un tanto perversos, bastante divertida), abrazó el rock y el blues puro, sin el filtro blanquecino de Elvis o Pat Boone, y también adoptó el mismo hedonismo. "El camino del exceso conduce a la sabiduría" dice William Blake y ella está muy de acuerdo. Y como decía, no hay una moraleja, simplemente le pasaron esas cosas, las superó y, aunque ahora esté más careta o no, sabe que hizo lo que tenía que hacer en el momento y lugar justos: los años 70.
Mary elige contar las cosas con gracia, desde las amenazas de una lesbiana muy pesada en un bar hasta las muertes de amigos cercanos. Y tampoco tiene ningún tipo de tapujos: hay escenas de sexo, de consumo de estupefacientes, de maltrato machista y de lo boluda que supo ser de joven, dejándose engañar por tipos, otras mujeres, compañeras de facultad. Todo tiene un tamiz de comedia, como si de stand-up se tratara, sin remordimientos o culpas. Lo cual también genera una empatía con el lector, porque terminas queriendo a esa pequeña Mary a la que un día le dieron un bajo para unirse a una banda y ella agarró viaje sin saber lo que podía pasar. Hay humildad y valentía en sus historias, que probablemente más de uno no se bancaría vivir.
El otro hallazgo lo destacó Scott McCloud. Cuando el ídolo plantea la pirámide de la abstracción (páginas 52 y 53 de Understanding Comics en la edición de Astiberri), en la punta (el “plano pictórico”) ubica a la Fleener. A la izquierda se encuentra la “realidad” y a la derecha el “significado”. Por ende, para el teórico, el dibujo de Mary es paradigmático, uno que abraza por completo lo abstracto. El estilo de dibujo es notoriamente pictórico (por algo fue estudiante de arte) y muy deudor del cubismo de Pablo Picasso. Y es muy divertido el recurso de utilizar su vertiente más deforme cuando los personajes están colocados, sea por la merca o por el ácido lisérgico. El dibujo se pone aún más abstracto, juega con los límites de la cinética clásica de la historieta y convive con lo mencionado al principio, con trazos gruesos y que a primera vista parecen simples, pero que se comienzan a complicar a medida que el delirio toma posesión del dibujo.
El estudio que tanto menciona en varias historias se aprecia por completo. Si bien el detalle no es lo que importa, se nota que hay una deuda enorme con Robert Crumb, a quién ella considera el Número Uno. La apreciación está en la forma exuberante de dibujar algunos cuerpos femeninos, los rostros desencajados y exagerados, la desfachatez (esto tanto para guion y dibujo). Fleener sigue los pasos del maestro con otro estilo, más opuesto que cercano pero aún así igual de acertado.
Son complicadas las historietas autobiográficas, por lo que elegís contar, cómo, en qué estilo… y sobre todo, porque tenés que hacer que el personaje sea querible e interesante. Tomine hace magia al lograr que vos quieras a un personaje de quien solo te muestra un pequeño instante de su vida. Mary Fleener se muestra de forma auténtica, con actitudes que uno puede decir si está de acuerdo o no o si las avala, pero es tal cual fue su vida. Y eso me parece muy valioso, sin ponerse en lugar de heroína o de mártir. Fue una simple piba que tomó falopa, tocó rock y ahora es feliz siendo dibujante.
La buena vida.
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¡Nos leemos!
Se reimprimió en el libro de Colihue El Eternauta (y otras historias), por si lo quieren chequear.
Nada que ver pero me causa mucha gracia cómo Juan Marcos Pollio describe al personaje en un artículo para Revista Mecha: “un tipo con el físico del Indio Solari y el humor negro de Dr. House”. En la misma nota describe a Bull Rocket como “Rick & Morty para boomers”. Cómo me voy a enojar.
Se recuperó como un extra, si mal no recuerdo, de la edición en libro de la gloriosa Peter Kampf lo sabía.
El título original es Life of the Party, publicado por Fantagraphics.
Nota de Mati: Decímelo a mí que estoy leyendo de a puchos Alec, la extensa tira autobiográfica de Eddie Campbell en la que no pasa absolutamente nada.